¿Por designio de Dios o por holgazanería?

01 May 2019
en Declaraciones públicas, Episcopado
¿Por designio de Dios o por holgazanería?

“¡Ay de ti, que a base de maldad e injusticias
construyes tu palacio y tus altos edificios,
que haces trabajar a los demás
sin pagarles sus salarios!”

Del profeta Jeremías 22:13

Este 1° de Mayo encuentra al pueblo y a los trabajadores y trabajadoras padeciendo un estado de situación alarmante y de gran angustia. La radiografía de la pobreza, que visibiliza el informe del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina, nos revela un estado de situación terrible y dolorosa. Afirman desde el Observatorio que, en tanto se mantenga el actual escenario recesivo, sólo cabe esperar un aumento del desempleo, los trabajos de subsistencia y la precariedad laboral, y, por lo tanto, de las desigualdades estructurales que afectan al mercado de trabajo con efectos directos sobre la pobreza.

¿Qué relación tiene la pobreza estructural –los miles de hogares que día a día no logran cubrir la canasta básica– con la voluntad de Dios? ¿Acaso estamos padeciendo el castigo divino, por seguir caminos erráticos, y que como pueblo nos esté alejando de la bendición del Altísimo?

Siempre resulta iluminador retrotraernos a nuestra propia historia, para encontrar allí algunas enseñanzas que nos den nuevas miradas, y nos permitan dimensionar la razón del mal en el cual nos encontramos; y que nos rescaten de pensar que todo nos pasa por falta de voluntad o de ganas de trabajar por parte de muchas y muchos. ¡Y que nos libren de comprender estos padecimientos como designios o castigos de Dios.

En este sentido, nos parecen muy claras y clarividentes las palabras de Juan Wesley, iniciador del movimiento metodista, ante la crisis generalizada en la Inglaterra de 1770.

Wesley se va a cuestionar “¿por qué miles de personas están hambrientas, pereciendo de necesidad en cada lugar de la Nación”, “lo que he visto con mis propios ojos, en cada rincón del país?”. Y prosigue en sus cuestionamientos preguntándose por qué es esto así. “¿Por qué toda esta gente no tiene nada que comer?”. Y se va a responder afirmando: “La sencilla razón de por qué no tienen comida es porque no trabajan”. Y agrega: “¿Pero por qué no tienen trabajo? Porque las personas que acostumbraban a emplearlas ya no tienen los medios para hacerlo. Muchos que antes empleaban cincuenta, ahora escasamente emplean diez; los que empleaban veinte, ahora emplean uno o ninguno. No lo pueden hacer porque no tienen salida para sus productos”.

Sencilla y profunda descripción de una época y de las consecuencias de la llamada Revolución Industrial, poniendo la mirada en las causas y evitando culpabilizar a las víctimas.

La pobreza es fruto de los monopolios de su época: “Por la monopolización de las granjas, acaso el monopolio más dañino jamás introducido en estos reinos”. También descubre que “la tierra que algunos años atrás estaba dividida entre diez o veinte pequeños granjeros y que les posibilitaba proveer con comodidad para sus familias, ahora es acaparada por un importante y único granjero. Uno solo cultiva una finca de doscientas hectáreas al año que anteriormente mantenía a diez o veinte”.

En el mes del metodismo, ¿cuál es el sentido de nuestro “corazón ardiente” ante la profundización de la desigualdad social en estos tiempos? Deseo afirmar que ante la intensidad del sufrimiento humano por la supervivencia, ante las luchas por la dignidad y ante las resistencias al poder imperial, la gracia de Dios se nos manifiesta poderosa ante la debilidad, empoderando nuevas formas de acción de mujeres y hombres de este tiempo en favor de una nueva creación.

Rescato en tal sentido las palabras llenas de esperanza y resistencia de Samuel Fielden, pastor metodista y uno de los que iban a ser mártires de Chicago antes de ser condenado en 1886: “Yo creo que llegará un tiempo en que sobre las ruinas de la corrupción se levantará la esplendorosa mañana del mundo emancipado, libre de todas las maldades, de todos los monstruosos anacronismos de nuestra época y de nuestras caducas instituciones.”

Cabe cuestionarnos hoy: ¿Qué caminos de resistencia podemos ejercer ante la tremenda exclusión que padece nuestra gente? ¿Es factible un nuevo paradigma de una economía solidaria, que garantice la vida y la permanencia de nuestra casa común?

Afirmamos como Iglesia Evangélica Metodista Argentina que; “no podemos limitarnos a actos de beneficencia, y mucho menos sancionar con nuestra bendición aquellas formas de supuesta caridad que degradan la personalidad humana, ni conformarnos con mejoras que no conducen al propósito de Dios respecto al destino humano. Guardar silencio frente a la necesidad, a la injusticia y a la explotación del hombre es traicionar a Cristo”.

Sin pan y sin trabajo no hay vida posible. Estamos ante una crisis de la misma humanidad. La pobreza, la injusticia y la desigualdad resultan ser un problema de todos los seres humanos. No podemos escondernos, disimular o escapar de una realidad terrible, temible y dura. Tal como lo afirma el teólogo José María Mardones: “Tenemos que mirar a nuestro mundo entero para comprender lo que pasa y lo que nos pasa”.

Que el mismo Espíritu del Resucitado nos acompañe quedando “permitido que el pan de cada día tenga (en la mujer) y en el hombre la señal de su sudor. Pero sobre todo que tenga siempre el cálido sabor de la ternura.” (Thiago de Mello)

Abrazo fraterno/sororal.

Pastor Américo Jara Reyes
Obispo

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