¿Pensamos y dejamos pensar?
Los metodistas repetimos esta frase con frecuencia. Incluso con orgullo la exhibimos como un estandarte de amplitud, generosidad y tolerancia en las diferencias. Sin embargo ¿Los metodistas somos tolerantes? ¿Aceptamos a los que no piensan como nosotros?
Nos hemos permitido agregar signos de interrogación a una de las frases de Juan Wesley más utilizadas por el metodismo. La razón de esta osadía es para invitarnos a revisar pensamientos y conductas que expresan actitudes ante lo diferente, lo extraño y lo que no responde a los usos y costumbres aceptados.
Si bien la frase que hoy nos ocupa forma parte de una obra titulada “El carácter de un metodista” (Obras de Wesley, Tomo V pp 15-28), existen varias fuentes donde investigar las cuestiones en las que emerge la diferencia y, particularmente, en los textos en que Wesley defiende el metodismo ante críticas y difamaciones que aparecen de distintos lugares.
Tres sermones, ordenados consecutivamente en sus Obras, contienen material muy rico para ver la cuestión desde una perspectiva más amplia. Nos referimos a: “La naturaleza del entusiasmo” (Sermón 37), “Una advertencia contra el fanatismo” (Sermón 38) y “El espíritu católico” (Sermón 39).
Asimismo, el asunto aparece en otros escritos, como: “Los principios de un metodista” y “Consejos al pueblo metodista” (también corresponden a Obras, Tomo V). La lista no es exhaustiva, por lo que confirma que Juan Wesley tomó seriamente este tema, de manera recurrente, y desde distintos enfoques y contextos.
Veamos ahora la cita completa de la frase “pensamos y dejamos pensar”.
“Pero, en cuanto a las opiniones que no atacan los fundamentos del cristianismo, ‘pensamos y dejamos pensar’. De manera que, sean lo que sean, ciertas o equivocadas, no constituyen ‘marcas distintivas’ de un metodista.” (El carácter de un metodista, p. 17).
La máxima contiene dos elementos: pensar, tarea que corresponde a cada persona; y dejar pensar, este segundo término corresponde a la actitud que debe asumirse ante el derecho que el otro posee de pensar. Es decir que la máxima contiene dos llamados: es necesario pensar, del mismo modo que permitir que los demás lo hagan.
Otro aspecto del párrafo citado que merece nuestra atención es que el límite en el cual se mueve esta dinámica pensar-dejar pensar es en todo aquello que no constituya una de las ‘marcas distintivas’ de un metodista (El entrecomillado es de Wesley). En el mismo ensayo Wesley desarrolla cuáles son las marcas distintivas de un metodista (páginas 19 a la 26). Invitamos a nuestros lectores a leerlas.
¿Qué hacer cuando se detectan diferencias en el pensar que no afectan lo constitutivo del ser metodista? Juan Wesley responde al interrogante. En el tratado “Consejos al pueblo metodista” (p. 69) afirma:
“No condenen a quien no piensa como ustedes. Permitan que cada uno disfrute completa libertad para pensar por sí mismo. Que cada persona juzgue según su criterio, dado que cada uno deberá rendir cuenta a Dios por sí mismo. Aborrezcan toda actitud o tendencia al espíritu de persecución. Si no pueden razonar o persuadir a alguien respecto a la verdad, nunca le fuercen a aceptarla. Si el amor no le convence, déjenle con Dios, el juez de todos.”
En este párrafo Wesley destaca la libertad y condena la persecución, como cualquier gesto de violencia sobre el que piensa diferente. La historia del cristianismo avala estas recomendaciones. La Iglesia a lo largo de los siglos ha sido tentada por imponer restricciones a la libertad de la conciencia y de castigar y perseguir a quiénes sostuvieran ideas diferentes a las establecidas.
Pero tal como adelantamos, el tema contiene varias aristas y Wesley las tratará en distintos pasajes de su obra. Continuaremos desarrollando este tema. Mientras tanto, invitamos a todas las personas que nos siguen y apoyan cada semana, a compartirnos sus opiniones y experiencias acerca de cómo se viven las diferencias dentro del metodismo en sus países o ciudades.