Lo distintivo de un metodista
Mayo, mes de la iglesia metodista
Juan Wesley (fragmentos)
Las marcas distintivas de un metodista no son sus opiniones sobre cualquier asunto. Su aprobación de tal o cual esquema de religión, su aceptación de cualquier conjunto de nociones, su adhesión a un juicio sobre otros seres humanos, son todos elementos muy alejados del tema.
Creemos, ciertamente, que toda Escritura es producida por inspiración de Dios. Asimismo, creemos que esta Palabra de Dios escrita es la única y suficiente norma para la fe y la práctica cristianas. Creemos que Cristo es el Eterno y Supremo Dios. Pero, en cuanto a las opiniones que no atacan los fundamentos del cristianismo, «pensamos y dejamos pensar». De manera que, sean lo que sean, ciertas o equivocadas, no constituyen «marcas distintivas» de un metodista.
Tampoco lo son las palabras o frases de cualquier tipo. Preferimos las palabras más obvias, fáciles y comunes que mejor expresen lo que deseamos transmitir, tanto en lo corriente como cuando hablamos de las cosas de Dios.
Tampoco deseamos ser reconocidos por nuestras acciones, costumbres, o usos de naturaleza indiferente. Nuestra religión no se basa en hacer lo que Dios no ha impuesto, o en abstenerse de lo que no ha prohibido.
Finalmente, tampoco se distingue el metodista por hacer recaer toda la fuerza de la religión en una sola parte de la misma.
«¿Cuál es entonces, el sello? ¿Quién es metodista, según tu propia convicción?» Yo contesto:
Metodista es quien tiene el amor de Dios derramado en su corazón por el Espíritu Santo que le fue dado; quien ama al Señor su Dios con todo su corazón y con toda su alma y con toda su mente y con toda sus fuerzas.
En verdad ora siempre sin cesar y sin desmayar. Esto no significa que esté siempre en la iglesia, aunque no pierde oportunidad alguna de estar allí.
De acuerdo con éste, su único deseo, el propósito fundamental de su vida es no hacer su propia voluntad, sino la del que le envió.
Por último, hace el bien a todos: a vecinos, a extranjeros, a enemigos y amigos. Lo practica de todas las maneras posibles: atendiendo no sólo a sus cuerpos sino también alimentando al hambriento, cubriendo al desnudo, visitando a los que están enfermos o en la cárcel.
Estos son los principios y las prácticas de nuestra «secta»; es decir, las marcas de lo que es un verdadero metodista.
Y yo os ruego, hermanos, por las misericordias de Dios, que no haya divisiones entre nosotros. «¿Es recto tu corazón así como el mío es recto con el tuyo?» No hago más preguntas. «Si lo es, dame tu mano.» No destruyamos la obra de Dios por opiniones o palabras. ¿Amas tú a Dios y le sirves? Es suficiente. Te doy la mano derecha de la fraternidad.