Decimoséptimo domingo después de Pentecostés

Salmo 137; Lamentaciones 1:1-6 y 3:19-26; 2ª Timoteo 1:1-14; Lucas 17:5-10.

Evangelio de Lucas 17.3-10: Reprende a tu hermano si peca contra ti; o perdónalo si se arrepiente. Si tienen fe del tamaño de un grano de mostaza… Un siervo no pasa a sentarse a la mesa cuando termina su jornada, sino que antes debe preparar la cena de su señor. Solo después podrá comer él. Así ustedes deben considerarse siervos inútiles, cuando hayan cumplido su deber.

Libro de las Lamentaciones 3.19-24: Recuerdo mi amargura y sufrimiento, pero quiero poner mi esperanza en que el amor del Señor no tiene fin, ¡qué grande es su fidelidad!

2da Carta a Timoteo 1.5-8,11-12: Pablo agradece a Dios por la fe de Timoteo, como la de su abuela y su madre, ora que él pueda avivar el fuego del don que Dios le ha dado; que ambos no se avergüencen nunca del evangelio, confiando siempre en el Señor.

Salmo 137.1-6: Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos a llorar al acordarnos de Jerusalén. Nuestros opresores querían que cantáramos algunas canciones de nuestra tierra, pero ¿cómo voy a cantar lejos de ti, Jerusalén?