La experiencia espiritual de Wesley
Nos acercamos al 24 de mayo, fecha memorable para el movimiento metodista porque recuerda la experiencia espiritual que Juan Wesley tuvo ese día en la calle Aldersgate de Londres en el año 1.738 y que conmocionó su vida personal. No fue la única experiencia espiritual de Wesley pero ésta marca para nosotros una significación especial ya que la conectamos con los “corazones ardientes” que proclaman y viven el evangelio con pasión.
Si bien ésta no es la fecha de inicio del movimiento metodista el que ya existía desde poco antes. ¿Entonces?… Esta experiencia de Wesley dinamizó dicho movimiento y le dio una nueva perspectiva.
Muchos hombres y mujeres vivieron experiencias similares desde aquella época y hasta nuestros días. Pero lo que la hace diferente es que esta experiencia abrió el corazón y la mente de Wesley hasta límites inimaginables. Destaco esto porque aquí hay una particularidad del movimiento metodista para tomar en cuenta. También la podemos llamar” experiencia de conversión a Dios que nos sacude y replantea la vida en situaciones particulares”.
Esta vivencia de conversión implica sentirse amado por Dios que realiza su acción transformadora en nuestras vidas y que no nos aísla del mundo y por ende del compromiso histórico como cristianos.
La primera señal cristiana
DESCUBRIRSE AMADO POR DIOS, la capacidad de amar a Dios proviene de Dios. El deseo de responder con amor es un deseo que Dios pone en nosotros. Por lo tanto la conversión es donde comenzamos, no es el fin.
Nuestra vida como cristianos se inicia cuando amamos a Dios. Esta pregunta que Jesús le hace a Pedro tres veces ¿me amas? (Juan 21:15-19) es de vital importancia, es casi la piedra fundamental para Jesús comenzar su obra transformadora en el mundo. No hay forma de empezar la vida de fe y convertirnos en sus discípulos sin la experiencia del amor. Porque Él nos amó primero es que amamos.
Al recibir el amor de Dios, amamos a Dios en respuesta a todo lo que somos y tenemos.
La primera característica del discipulado no es un llamado a amar a Dios sino a recibir el amor de Dios. La capacidad de amar a Dios proviene de Dios. El deseo de responder con amor es un deseo que Dios ha puesto en nosotros.
Uno de los peligros de la espiritualidad contemporánea cristiana y otras expresiones, es mantener el enfoque en nuestra propia persona. Esto nos encierra en una especie de egocentrismo donde perdemos la capacidad de ver al hermano, al otro. Expresado claramente en las cartas Juaninas cuando dice que alguien que ama a Dios y no ama a su hermano es un mentiroso. Una fe egoísta es orientar nuestro amor en términos de beneficio personal, incluso el amor de Dios.
Cuando nos abrimos al primer amor de Dios hacia nosotros, lo demás fluye naturalmente sin preguntarnos nada…
Descubrir a Dios es darnos cuenta que el amor es lo que tiene que mover al mundo y no el odio. Ese es el centro del mensaje de Jesús.
La segunda señal cristiana
EL AMOR PROVOCA UN GOZO PROFUNDO que nadie nos puede quitar y se diferencia de la alegría que producen ciertos acontecimientos externos. Esta alegría no nos aísla de la realidad sino que nos da fortaleza para enfrentarla y transformarla de un modo nuevo. La experiencia de Dios nos invita a tener alegría y compartir la comida con los que no la tienen en la fiesta (Nehemías 8:10). Aquí la alegría es vista como una fortaleza que Dios nos da para estar bien y que nos ayuda a sentirnos seguros. Liberarnos de la tristeza es importante porque se conecta con nuestra salud y perspectiva de vida.
La esperanza trae gozo al corazón en medio de la lucha porque nuevos tiempos vendrán, aunque no sabemos bien cuando será.
El deseo también se conecta con qué cosas son las que nos hacen felices. ¿Qué estoy buscando yo? ¿La gran felicidad o la pequeña vivenciada en las cosas y relaciones de todos los días? El deseo de nuestro corazón permite movernos para cambiar y empujar, allí está la experiencia del Espíritu Santo que produce gozo.
La tercera señal cristiana
EL AMOR PROVOCA CORAZONES AGRADECIDOS. Dar gracias no es un hecho al cual nos resistimos pero es una acción que no siempre la tenemos presente. El apóstol Pablo dijo que debemos hacerlo “por todo” y agregaría en todo tiempo.
El corazón agradecido es la respuesta del cristiano a Dios por su Gracia inconmensurable hacia nosotros. La gratitud más allá de las circunstancias de los acontecimientos que nos suceden.
Juan Wesley cada sábado a la noche se hacía preguntas con el fin de examinar su modo de gratitud.
Los creyentes en Jesús damos gracias, no por lo que nos pasa, sino por el hecho de que nada puede pasarnos a nosotros que nos aleje de la presencia de Dios como lo afirma Pablo en la carta a los Romanos((8:39).
Dar gracias nos saca de nuestra ansiedad, porque Dios es bueno podemos poner todas nuestras incertidumbres en sus manos. Damos gracias porque Dios nos cuida, Dios sabe y Dios da Gracia.
La cuarta señal cristiana
EL AMOR NOS LLEVA A ORAR SIN CESAR. El discipulado es, ante todo, una relación entre Jesús y nosotros. Una relación que es una conexión indisoluble como la viña y los pámpanos.
La oración es el modo en que mantenemos esta relación con Dios. Wesley decía que la oración era un medio de gracia.
En la certeza que Dios nos ama, nos regocijamos en Él y brotan corazones agradecidos que buscan entrar en comunicación. Esto es precisamente la oración.
Nuestra oración es la respuesta que queremos vivir bajo su dirección y soberanía en todas las cosas.
Frecuentemente decimos que tenemos que orar más, pero quizás lo que hace falta que respondamos mejor. Dios nos habla y se manifiesta permanentemente; somos nosotros que salimos y entramos a esta realidad divina.
Podemos orar de diferentes formas, hay oraciones litúrgicas, espontáneas, en silencio y con las Escrituras (especialmente los Salmos) Oro solo y también con otros. Tengo mi hora quieta de oración íntima con Dios pero también necesito la oración en grupo. No hay una sola forma de comunicarse con Dios.
Wesley decía “Esta es la oración verdadera: el elevar el corazón a Dios. Esta es solamente la esencia de la oración”.
Martín Lutero decía con respecto a este tema: “La oración no es para cambiar los planes de Dios. Es para confiar y descansar en su soberana voluntad”.
La quinta señal cristiana
EL AMOR DE DIOS ME LLEVA A AMAR AL PRÓJIMO. La base de la vida cristiana se resume en amar a Dios y al prójimo (Mateo 22:37-39). Es decir ser sensibles a lo que le acontece al otro. Nuestra misión es amar, no estamos para odiar.
Una característica del discípulo cristiano es que debemos amar a las demás personas, a toda la humanidad, algo seguramente que no siempre es muy sencillo: esto señala una diferencia.
El evangelio de Jesús nos propone un amor que es radical cuando nos dice amor a todo el mundo, no depende del receptor sino del dador.
Dios nos habla, y nosotros vivimos en respuesta a lo que oímos. Esto es obediencia, responder a lo escuchado con atención. Escuchar bien es el requisito para el buen vivir.
Aprender a escuchar a Dios nos hace más sensibles para una escucha activa a nuestro prójimo. La presencia del Espíritu Santo nos ayuda a ponernos en sintonía.
Frank Laubach oraba así: “Señor, ¿Qué estás haciendo hoy en el mundo con lo que yo te pueda ayudar?” Esta oración le recordaba que Dios obra en el mundo. Dios no espera que actuemos sino que nos invita a unirnos a lo que él está ya haciendo.
El discipulado no es un curso para tomar y aprobar, sino que es una ofrenda de la vida que vivimos todos los días. El discipulado nos conecta con los demás. Se trata justamente de dar lo que hemos recibido. Es aquí donde se cumple el mandamiento de amar al prójimo día a día, en la rutina de nuestras vidas.
Creo que esta experiencia espiritual de Juan Wesley generó estas marcas como las esenciales en la vida de los metodistas. Marcas que se inspiran en la experiencia y lectura de la Biblia. Una experiencia que se distingue de otras porque no cerró el corazón y la mente sino todo lo contrario. La presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas nos humaniza de acuerdo al propósito de Dios, porque de eso de trata.
Abrir nuestra mente y corazón es que lo que nos lleva a observar y actuar en la gran parroquia. Mirar en el mundo la acción transformadora de Dios.
Muchas vivencias de la fe cristiana por nuestros días han cerrado y fanatizado a un grupo muy grande de seguidores cristianos que olvidan lo que significa la presencia de Jesús abriendo caminos nuevos, generando una cultura del diálogo que buscar construir puentes entre las personas y los pueblos.
El amor al prójimo es lo que llevó en el metodismo a preocuparnos por contribuir a la búsqueda de relaciones justas que traigan paz para todos.
Obispo Emérito Frank De Nully Brown para CMEW