Iglesia, comunidad sanadora
“La oración de fe sanará al enfermo, y el Señor lo levantará de su lecho. Si acaso ha pecado, sus pecados le serán perdonados. Confiesen sus pecados unos a otros, y oren unos por otros, para que sean sanados”.
Santiago 5:15-16
Es muy claro el énfasis de Santiago en la oración y su poder. En frases anteriores sobre las aflicciones, Santiago nos venía haciendo algunas referencias a la enfermedad física, mostrándonos cuál debe ser la actitud de la comunidad cristiana: convocar a los ancianos reconocidos de la congregación por su actitud pastoral. Al mencionar la unción con aceite, simplemente lo hace desde su uso medicinal. Si recordamos al buen samaritano del evangelio, vemos que utilizó aceite como medicina suavizante y vino como antiséptico en las heridas del atacado por los ladrones.
Hasta podríamos parafrasear el verso afirmando que “oren por él y adminístrenle la medicina.” Y el vs.15 vuelve a subrayarnos la oración de fe pidiendo la sanidad del enfermo. Los ancianos, queridos mayores que oran con fe, han vivido la promesa de que el Señor curará al enfermo y lo levantará de su lecho, pero están sujetos a Su voluntad. La frase “y si ha pecado, su pecado se le perdonará” nos muestra cuán interrelacionados están el cuerpo y el alma.
Nuestra mentalidad occidental –luminosa herencia del pensamiento griego que también suele cegarnos– muchas veces nos lleva a separar cuerpo y alma. La Palabra de Dios nos enseña que el ser humano es integral: nuestra realidad espiritual y nuestra realidad material se complementan y relacionan estrechamente. Y no olvidemos que Jesús, el Hijo del Dios viviente, sanó al paralítico diciéndole “tus pecados te son perdonados” y enseguida “levántate, toma tu camilla y anda”.
El Salmo 32.3-4 nos cuenta de la terrible carga que nos impone el no saber pedir perdón a Dios y a nuestro prójimo y no saber perdonar a quien nos ofende; y nos canta de cómo crecen en nosotros raíces de amargura, angustia y depresión, hasta encontrar en el vs. 5 la medicina de la confesión. Santiago conoce muy bien cuál es el remedio para esta situación y lo expresa en los textos citados al inicio: una buena relación con Dios trae como consecuencia una buena relación con nuestros hermanos y hermanas. Por eso es que anima a vivir un espíritu de confesión y perdón comunitario, y así tener salud integral.
La Iglesia puede definirse como una comunidad liberadora y sanadora, de salvación y solidaridad, viendo todos estos aspectos –redención y sanidad, salvación y servicio– como parte de su misma misión. Esta cura no puede referirse solamente al aspecto corporal de la persona, sino que incluye las dimensiones de mente y espíritu, sentimientos y decisiones, familia y comunidad. Vivimos la salud y la enfermedad de manera holística, entendiendo que en el telar de la vida los hilos físicos y sociales, biológicos y culturales forman un solo tejido, nunca hebras sueltas, nunca lanas de ningún color.
Por eso Pablo apóstol sacude, ruega y advierte a los corintios que “hay entre ustedes muchos enfermos y debilitados” por no vivir la comunión de la fe sincera y completamente (1 Cor 11.30), y termina proponiendo un “camino más excelente”, el camino del amor.
Una iglesia que ora y sana ofreciendo la gracia, es una comunidad de acogida y acompañamiento, que alienta y sostiene desde el poder fraterno y sororal del amor y la potencia de la Ruah del Dios de vida plena.
¿Vieron la película Joker (Guasón) de Todd Phillips, que muestra tan agudamente la marginación y la crueldad? Habrán visto que a Arthur Fleck, el protagonista, le llueven la pobreza, la enfermedad, una familia disfuncional y un oficio noble pero precario. A Arthur le llueve además una sociedad inmisericorde, indolente, cruel y violenta. Ciudad Gótica es absolutamente hostil, una sociedad enferma donde no se salvan ni las infancias ni los adultos. Arthur creció –todo lo que pudo crecer– con marcas emocionales de rechazo, de abandono, de maltrato, de injusticia… La “salida” que propone este Guasón es la violencia contra la violencia…
En contextos de adversidad, la iglesia está llamada, al igual que las primeras comunidades, a ser portadora de salud integral: “y les dio poder y autoridad para expulsar toda clase de demonios y para curar enfermedades. Los envió a anunciar el reino de Dios y a sanar a los enfermos”. Lucas 9.1-2. Es importante afirmar que toda sanación depende absolutamente del poder de Dios. J Moltmann sintetiza de manea espléndida esta idea: «las sanaciones… no son milagros sobrenaturales en un mundo natural. Son lo único verdaderamente ´natural´ en un mundo que es innatural, satanizado y herido”. Son una clara señal intangible de que Dios está haciendo que recupere el rostro de amor y gracia.
Tomo el pensamiento de Earl A. Loomis en “La Peregrinación del yo”, que nos ayuda a encuadrar y profundizar el tema de la salud y la salvación.
«Para ser comunidad plena, la comunidad no es simplemente una cuestión de nacimiento y confirmación de la identidad. Es también una cuestión de sanidad. La primitiva comunidad cristiana experimentaba y comunicaba una clase especial de sanidad. Especial porque era completa: física, moral, espiritual y psicológica.
“En la comunidad cristiana el individuo es visto como un ser entero. La comunidad sufre con él cuando sufre en un aspecto que llamaremos cuerpo, o en un aspecto qua llamaremos mente, o en un aspecto que llamaremos espíritu. Sea cual fuere su origen, las heridas del individuo son de la comunidad, y se produce la curación que es perdón y aceptación a pesar de todo.
“El mensaje de la iglesia primitiva no era que el hombre pudiera ser asombrosamente bueno, sino que podía ser tan amado a pesar de su falta de bondad, y que mientras más pudiera dejarse amar, más aumentarían sus posibilidades para el bien».
La iglesia es comunidad sanadora al predicar y vivir el evangelio de Cristo en amor, servicio, consuelo, justicia, misericordia, compasión, corrección y enseñanza. Necesitamos la luz y la fuerza del Espíritu que confirme el compromiso eclesial por los caminos de este mundo herido que va perdiendo humanidad y significado
El mensaje de la iglesia primitiva no era que el hombre y la mujer pudieran ser asombrosamente buenos, sino que podía ser tan amados y amadas a pesar de su falta de bondad, y que mientras más pudieran dejarse amar, más aumentarían sus posibilidades para el bien.
“Hoy me propongo fundar un partido de sueños
Talleres donde reparar alas de colibríes
Se admiten tarados, enfermos, gordos sin amor
Tullidos, enanos, vampiros y días sin sol.
Ala de colibrí
Liviana y pura
Ala de colibrí
para la cura”
S. Rodríguez
Abrazo fraterno/sororal.
Pastor Américo Jara Reyes
Obispo