Iglesia, comunidad del Espíritu
«La paz sea con ustedes. Así como el Padre me envió, también yo los envío a ustedes.» Y habiendo dicho esto, sopló y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo».
Evangelio de Juan 20:21-22
La Ruah de Jesús propicia la transformación absoluta de los seguidores de Jesús. De sentirse un grupo en bancarrota anímica, a punto de abdicar de sus anhelos y esperanzas, se convierten en la valerosa comunidad que proclama gracia y redención en el nombre del Crucificado/Resucitado. ¡Es el Espíritu de Jesús que anima a la iglesia a proclamar con alegría y perseverancia el Evangelio del Reino!
¿Estamos vivos como comunidad del Espíritu? Sí, en la medida que defendemos la esperanza, cuando proclamamos que la Esperanza está viva, que la Esperanza reverdece en cada acto de amor, de ternura y de justicia, en cada gesto generoso, en cada acción por la paz y la convivencia amorosa. Por siglos han querido aniquilar la esperanza, pero somos los mensajeros del Crucificado/Resucitado y nada ni nadie podrán quitarnos el impulso hacia “el cielo nuevo y la tierra nueva”.
Nosotros tenemos la gran oportunidad de compartir esa fuerza del Espíritu, porque somos una comunidad insuflada, que se viene formando desde la diversidad de culturas que existen en nuestra Iglesia. Dios nos ha regalado esta multitud de procedencias y orígenes para ser un solo cuerpo con un solo espíritu y una sola fe. Es decir, venimos desde distintos caminos, pero nos encontramos juntos y juntas. O como lo dice la sabiduría popular: “Llegamos en diferentes botes, pero estamos en el mismo barco”.
Esta es la Iglesia que el Espíritu de Jesús inauguró por el soplo de su misma potencia, por la acción permanente del Espíritu Santo que llena y sostiene nuestra vida como creyentes. Así es como podemos comprender los nuevos signos de la presencia de nuestro Guía y Consolador, así es como somos llenos de vitalidad para hacer posible la Esperanza de una Iglesia, con el horizonte del nuevo cielo y la nueva tierra, hacia una nueva sociedad y una nueva creación.
La comunidad de fe es –para el apóstol Pablo– el lugar donde se manifiesta el Espíritu a través de la sobreabundancia de los dones espirituales, es decir, la diversidad de carismas. Y la presencia continua del Soplo de vida es la fuerza espiritual que nos motiva a cumplir con nuestra misión. Una misión que se extiende a todas las latitudes, a todos los seres humanos y que procura alcanzar la Vida Plena y buena, para todas y todos quienes oyen y obran en fidelidad al Reino, como la nueva comunidad y el nuevo pueblo de Dios.
Te propongo que nos preguntemos:
¿Cómo transforma el Espíritu nuestros temores de la vida en alegría? ¿Cómo cobra visibilidad en nuestras comunidades el soplo de vida, que es capaz de hacer florecer el desierto? ¿Cuáles son los desafíos de apertura, aceptación, perdón e inclusión de las personas a quienes el Espíritu Santo nos convoca en este tiempo?
“Porque el metodismo es eso: una doctrina, un espíritu, una disciplina. La doctrina del “sencillo y antiguo cristianismo”; el espíritu de amor, tolerancia y apertura; la disciplina bíblica de una vida dedicada incondicionalmente al servicio de Jesucristo y la humanidad”
Mortimer Arias
El Espíritu Santo se encarga de manifestar a la comunidad de discípulos y discípulas el alcance del mensaje de Jesús, lo que de manera solitaria seriamos incapaces de comprender. La guía del Espíritu por el camino de la verdad implica algo más que el conocimiento profundo de la enseñanza de Jesús: el soplo del Espíritu nos da una fuerza de vida y nos impulsa a un nuevo estilo de vida y nos pone en el camino a transitar siguiendo la enseñanza de Jesús.
Vivir como comunidad del Espíritu, es vivenciar esa fuerza de vida que nos humaniza: “así es todo aquel que nace del Espíritu” (Juan 3.8). Así es como la vida se renueva y se llena de energía, haciéndonos sentir, pensar, actuar y hablar desde Dios y desde su proyecto: el reino se ha acercado, el Reino de Dios está entre nosotros.
Vivir en conformidad con el Espíritu es descubrir en nosotros al Dios que da nueva vida a nuestros cuerpos y voluntades, sentimientos y pensamientos. El Espíritu Santo sopla para que Cristo sea formado y conformado en cada vida que es alcanzada por él. La fuerza del Espíritu de Dios posibilita siempre nuevas oportunidades de ser testigos de su poder transformador en nuestras vidas y en toda la creación.
Abrazo fraterno/sororal.
Pastor Américo Jara Reyes
Obispo