Iglesia, comunidad del amor – Carta Pastoral de agosto
“Entonces María se presentó con un frasco de perfume muy caro, casi medio litro de nardo puro y ungió con él los pies de Jesús; después los secó con sus cabellos. La casa se llenó con la fragancia del perfume.”
Evangelio de Juan 12,1-3
Betania, aldea acogedora apenas a 3 kms. de Jerusalén. Betania, a infinita distancia de los poderes políticos, económicos y religiosos de Jerusalén.
En Betania, hogar de Lázaro, Marta y María, acontece este hecho signado por la generosidad magnánima de una mujer que vierte perfume y unge a Jesús. Es una expresión de profundo amor, que los espectadores difícilmente podrán ignorar o encontrar ordinario.
En Betania hay una casa donde se vive en amistad, un hogar abierto, lugar de encuentro de hermanos y hermanas, en donde Jesús y discípulas y discípulos gustan descansar y recrear sus vidas. En Betania se sienten en casa, todo tiene sabor a nueva familia y amistad de siempre: acogida, escucha, diálogo, servicio mutuo.
Jesús llega a Betania, a la casa del encuentro, espacio para ser y estar con sus amigos y amigas. Entra en la intimidad de la casa, y todos abren sus corazones y se muestran como son y como están. Jesús revela todo su ser en la acogida de Marta que confiesa su fe, evocando la resurrección de Lázaro, y María lo manifiesta derramando un perfume de amor que inunda todo. Jesús está en ese espacio de amistad sin prisas, sin agenda, compartiendo la vida, dándose a sí mismo y aceptando los signos de hospitalidad, de reposo y de cariño.
La iglesia-comunidad del Amor es donde recircula el Amor. El apóstol Pablo dice de modo profundo y bello que “el Amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rm 5,5). Una Comunidad de Amor es entonces una comunidad espiritual: está animada y sostenida por el soplo del Espíritu. No es una comunidad sentimental de gente sin identidad, fotocopiados los unos a los otros. El Espíritu de Dios es el soplo de amor que nos mantiene unidas y unidos con calidad relacional, de acogida y de vinculación afectiva.
El pastor y profeta de la esperanza Martin Luther King reclama el poder del amor en tanto es un poder de fraternidad, libertad y justicia:
«…poder sin amor es peligroso y abusivo, el amor sin poder es sentimental y anémico. El mejor poder es el amor que implica la petición de justicia, y la mejor justicia es el poder que corrige todo lo que pone obstáculos al amor.»
Resulta importante recordarnos, que una Comunidad de Amor no es autorreferencial, nunca es una comunidad para sí misma. Más bien, toda ella se refiere al Reino y a la Misión que implica el seguimiento de Jesús. Un aprendizaje relevante es reaprender el amor para ser verdaderamente comunidades de Betania al estilo de Marta y María: casas generosas en la fe y magnánimas al derramar el perfume de su amor.
“Dios es Amor, y quien permanece en el Amor, permanece en Dios, y Dios en Él”
1 Juan 4,16
El amor, en definitiva, permite multitud de epifanías. Este amor mueve nuestras vidas, el cielo y todas las estrellas. Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que de él son la tierra y su plenitud, el mundo y sus habitantes.
Que nos sintamos desafiados a vivirnos como casa de comunión amorosa, porque en el Espíritu de Jesús somos mujeres y hombres capaces de relacionarnos, acompañarnos, acogernos y contenernos. Convertidos en “nueva creación”, estamos hechos para la comunión, para generar encuentros más allá de la simpatía o antipatía. Convertidos en mucho más que en viento que sopla por donde quiere, sino en Espíritu que nos transforma, nos vincula y nos familiariza, haciendo que se establezcan entre nosotros lazos más fuertes que los de la carne y la sangre.
Te invito a que hagamos esta breve oración de Thomas Merton:
Llénanos, pues, de amor y que el amor nos una
cuando emprendamos nuestros diversos caminos,
unidos en este único Espíritu
que te hace presente en el mundo
y que te permite testimoniar la realidad última que es el amor.
El amor ha vencido. El amor es victorioso.
Amén.
Abrazo fraterno/sororal.
Pastor Américo Jara Reyes
Obispo