Entre las tinieblas y la luz – Carta Pastoral

01 Feb 2024
en Episcopado
Entre las tinieblas y la luz – Carta Pastoral

“Y Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?»
El ciego le respondió: «Maestro, quiero recobrar la vista»

Evangelio de Marcos 10:51



Camino de Jericó a Jerusalén, Bartimeo el mendigo ciego, sentado al borde del camino, escucha que Jesús está pasando por ahí y comienza a gritar: “Hijo de David, compadécete de mí”. La gente que está alrededor lo increpa y lo quiere callar, pero él insiste con más fuerza. Finalmente, Jesús lo manda a llamar. Una vez frente al Maestro, el ciego pide ser curado y Jesús se lo concede.

Frente a Jesús, lo llama “Rabbuní”, que significa “mi maestro”. Expresa disposición al seguimiento frente al maestro que lo llamó. De hecho, al final del relato se menciona que “lo seguía por el camino”. El hijo de Timeo es vocacionado al seguimiento del maestro en el camino.

Es importante destacar que esa ceguera, bastante extendida en Oriente, provenía especialmente de la oftalmía purulenta y era considerada como castigo de Dios. Si bien  la ley recomendaba ayudar a los ciegos, éstos se veían con frecuencia obligados a mendigar, viviendo al margen de “los normales”, padeciendo exclusión y estigmatización.  Su curación, rarísima, se consideraba un gran milagro.

En el poema El ciego, Jorge Luis Borges nos transmite –casi físicamente– las sensaciones del ciego.


“Los días y las noches limaron los perfiles
De las letras humanas y los rostros amados;
En vano interrogaron mis ojos agotados
Las vanas bibliotecas y los vanos atriles (…)
El espejo que miro
Es una cosa gris. En el jardín aspiro,
Amigos, una lóbrega rosa de la tiniebla”.


Bartimeo se encuentra clavado al borde del camino. Ciego, carente de poder y mendigando al paso de Jesús. Y desde el borde de la vida misma grita, ¡Hijo de David ten misericordia de mí!

Jesús, entre los gritos huecos del gentío que increpan y hacen callar al ciego, escucha la verdad de la petición que le llega desde el fondo mismo de miseria de la tierra.

Bartimeo no solo ha oído del paso de Jesús, sino que también se ha hecho oír venciendo la oposición de la gente –“los normales”– que lo reprende y lo silencia. La narrativa nos dice que mientras más lo reprendían para silenciarlo, más fuerte gritaba. Y es que hay mucha gente e instituciones que han sido y son definitivamente un obstáculo para que la vida se  encuentre con Jesús.

Aquí podríamos trazar un paralelo con muchas historias actuales. Destaquemos entonces que la  ceguera es bastante extendida, demasiado extendida en nuestro tiempo y entre nuestros pueblos. Y que al mismo tiempo, los nuevos bartimeos que quieren ver y ser vistos y escuchados son ignorados y silenciados.

Activismos y movimientos sociales en todo el continente buscan ser acallados por personas que se sienten incómodas por las diferentes demandas. Mujeres buscando a sus desparecidos/as, comunidades que padecen los embates de la minería legal e ilegal, pueblos originarios desplazados, migrantes que claman por vivir de modo digno, el movimiento de mujeres, los desocupados, jóvenes afuera de la educación y del trabajo. La calle es el lugar donde estas muchas personas y comunidades se esfuerzan por hacerse oír.

A esto la filósofa materialista y posestructuralista Judith Butler lo ha llamado el “derecho a aparecer.” Y claro, al igual que Bartimeo, a quien se le quería impedir expresarse, a muchas personas que viven en la vulnerabilidad, que reclaman mayor atención, ser oídas y que se les tomen en serio sus demandas, también se busca silenciarlas. La necesidad y el derecho resultan incómodos; por eso la actitud más generalizada es desestimar, evadir y en el peor de los casos negar y suprimir la irrupción de las necesidades.

El movimiento que reclama el hijo honorable, tal es el significado de Bartimeo, es ser escuchado. De haberse quedado al margen, donde seguro mucha gente quería verlo siempre marginado, nunca podría haberse encontrado con Jesús.

En una sociedad abiertamente excluyente, donde las poblaciones vulnerables y vulnerabilizadas están gritando por ser oídas, la figura de Jesús es un aliciente. Y contemplarlo nos invita a realizar lo que él hizo: estar en movimiento y detenernos cuando hay necesidad frente a nosotros y nosotras, colocándonos al lado de las víctimas.

La narrativa del evangelio de Marcos nos recuerda nuestro horizonte de seguimiento, nos invita a preguntarnos cómo construimos comunidad al estilo de Jesús y cómo seguimos colaborando en hacer posibles esas comunidades. ¡Que nadie se quede en el borde del camino y que nadie tenga que resignarse a vivir estigmatizado o etiquetado!

Nos recuerda Suely Rolnik, filósofa y psicoanalista, que los períodos de convulsión resultan ser los más complejos de vivir. Pero aquí es cuando la vida grita más alto y es capaz de despertar a quienes todavía nosucumbieron al llamado de existir como zombies.

Por ello es relevante construir comunidades vivas, coherentes, comprometidas, capaces de co-inspirar y de transformar. Ser comunidad y hacer comunidad es algo que aparece como un gran desafío: construir tejido social y hacer de nuestro mundo un lugar en el que quepamos todas y todos. Ver para seguir y seguir para construir comunidad a la manera de Jesús.


“Vi el universo y vi los íntimos designios del universo.”

J. L. Borges

“Lo que sí sé, es que yo era ciego y ahora veo”.

Evangelio de Juan 9:25

Abrazo fraterno sororal

Pastor Américo Jara Reyes,
Obispo



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