Día del Trabajador: el metodismo y las luchas obreras
Desde sus orígenes, el movimiento metodista ha prestado especial atención a las preocupaciones de los trabajadores. La justicia, la dignidad y la igualdad para los trabajadores son una parte integral de su herencia y enseñanzas sociales.
Los metodistas han sido parte del movimiento laboral a lo largo de la historia, comprometidos con la equidad y la justicia en el lugar de trabajo.
Cuando John Wesley, comenzó su ministerio en la rápida industrialización de Inglaterra, no existía un “movimiento obrero” como lo entendemos hoy. Pero Wesley predicó y se preocupó por los mineros del carbón y otros trabajadores oprimidos, se opuso a la esclavitud y abogó por proteger a las personas de condiciones laborales peligrosas.
Después de la muerte de Wesley, sus seguidores continuaron abordando las injusticias que afectan a los trabajadores, como parte de su misión, ayudando a crear los primeros sindicatos británicos basados en la estructura de las sociedades metodistas.
El movimiento obrero inglés tenía una serie de brazos organizativos, estos eran: la parlamentaria, los sindicatos, las cooperativas, las iglesias laborales, el movimiento Clarion de Robert Blatchford y la formación del Partido Laborista. En cada una de estas diversas ramas, el metodismo tuvo distintos grados de influencia. Entre ellos se destacó el movimiento de reforma parlamentaria. Estos eran grupos de presión algunos de los cuales fueron promovidos desde dentro de la Cámara de los Comunes, y también desde fuera por grupos políticos y religiosos. Las principales preocupaciones fueron la Abolición de la esclavitud 1833, la serie de reclamos fabriles entre los cuales la Ley de las diez horas de 1847 fue crucial, como también la campaña por el sufragio universal.
En los Estados Unidos, los metodistas estuvieron entre los primeros partidarios del movimiento obrero. Tanto los miembros laicos como los miembros del clero desempeñaron roles de liderazgo en apoyo a los trabajadores de la construcción, los trabajadores textiles, los trabajadores agrícolas y los obreros industriales y defendieron la aprobación de la Ley de Normas Laborales Justas y la Ley Nacional de Relaciones Laborales.
A principios del siglo XX, la iglesia trabajó para acabar con el trabajo infantil y adoptó el primer Credo Social en 1908. El Credo Social se ocupaba exclusivamente de las prácticas laborales. En la década de 1950, durante el movimiento de derechos civiles de Estados Unidos, los metodistas lucharon por salarios justos y mejores condiciones laborales.
La Iglesia Metodista Unida de los EEUU, a través de sus Principios Sociales, reconoció y apoyó el derecho de los trabajadores a organizarse en sindicatos de su elección y a negociar colectivamente con respecto a las horas, los salarios y las condiciones de empleo. La iglesia llama tanto al empleador como al sindicato a “negociar de buena fe dentro del marco del interés público”.
Desde el Credo Social de 1908 hasta los Principios Sociales de hoy, la creencia en la dignidad humana dada por Dios sustenta el énfasis histórico del Metodismo en la justicia del trabajador. Para los metodistas, la justicia en el lugar de trabajo incluía salarios justos, licencia por enfermedad, licencia por maternidad pagada y condiciones seguras de trabajo. Durante más de 100 años, el metodismo en los EEUU apoyó un salario digno en todas las industrias y los Principios Sociales dejan en claro la afirmación que las personas, no las ganancias, deben estar en el corazón de nuestro sistema económico:
“La iglesia proclama:” A lo largo de las Escrituras, Dios nos manda a tratar a los trabajadores con respeto, dignidad y justicia. La explotación o el pago insuficiente de los trabajadores es incompatible con el mandamiento de Cristo de amar a nuestro prójimo, un amor que se extiende a todas las personas en todos los lugares, incluso el lugar de trabajo.”
La Iglesia Metodista Argentina durante su historia se guió por el Credo Social de la Iglesia Metodista Episcopal de 1908, hasta que, en el proceso de autonomía de 1969 adoptó sus propios Principios Sociales, que encabezan la Constitución de la IEMA.
Copiamos El Credo Social de 1908 y la Afirmación de los Principios Sociales de 1969:
“La Iglesia Metodista Episcopal aboga:
Por igualdad de derechos y completa justicia para todos los hombres en todas las etapas de sus vidas.
Por los principios de conciliación y mediación en los disensos fabriles.
Por la protección de los obreros de las maquinarias peligrosas, enfermedades, accidentes y muertes laborales.
Por la abolición del trabajo infantil.
Por una regulación en las condiciones de trabajo de las mujeres que pueda resguardar la salud moral y física de la comunidad.
Por la prohibición de las “camas calientes”
Por la reducción gradual y razonable de horas de trabajo, con trabajo para todos; y por un nivel de ocio acorde a las necesidades de la vida humana.
Por un día de descanso cada siete de trabajo
Por un salario digno en todas las industrias.
Por el máximo salario que cada industria pueda afrontar, y por la distribución de sus ganancias lo más equitativamente posible.
Por el reconocimiento de la “Regla de Oro” y la mente de Cristo como la ley suprema de la sociedad y por el remedio seguro para todos los males sociales.
A los obreros de América y a aquellos que están trabajando para quitar las pesadas cargas de los pobres y reducir la rudeza y elevar la dignidad del trabajo, este Concilio les envía los saludos de una hermandad humana y nuestra promesa de simpatía y apoyo en una causa que pertenece a todos los que seguimos a Cristo.” (1908)
Afirmación de Principios Sociales (1969)
AFIRMAMOS que la historia y la sociedad son escenario de la acción de Dios en la instauración de su Reino, como lo proclaman las Escrituras.
AFIRMAMOS que esta acción de Dios está dirigida hacia el hombre, en quien El creó posibilidades de libertad, creatividad y amor, que fueron plenamente realizadas en Jesucristo.
AFIRMAMOS que el hombre está llamado a realizar la voluntad de Dios, y nosotros, como cristianos, con esta comprensión, debemos comprometemos en la búsqueda activa de un orden económico-social que no limite, sino que estimule las posibilidades humanas para el bien.
AFIRMAMOS que el sentido de nuestra vida está dado en el servicio y la liberación de nuestro prójimo, con quien Jesucristo se identifica.
AFIRMAMOS que el hombre se encuentra alienado en todo sistema económico-social que lo transforme en instrumento del mismo, impidiendo la formación de una comunidad en la que los recursos naturales y los productos del esfuerzo humano sean aprovechados íntegra y equitativamente, en la que todo hombre tenga acceso a las condiciones que posibilitan una vida verdaderamente humana, sea partícipe de la cultura y de la educación, y tenga la posibilidad de expresarse creativamente.
AFIRMAMOS que es nuestro deber trabajar por alcanzar tal comunidad, y vivir de acuerdo a lo que vemos en Jesús, en quien el Reino de amor, verdad, libertad, justicia y paz, se hace presente entre los hombres.
AFIRMAMOS por lo tanto, que debemos ejercer una crítica activa, oponiéndonos constructivamente a todo sistema que esté basado en el egoísmo, la hipocresía, la represión, la injusticia y la violencia institucionalizada.
AFIRMAMOS que es nuestra responsabilidad buscar permanentemente una renovación total que modifique el estado de cosas existente, fruto del pecado, a la luz de lo que entendemos debe ser la vida humana, cual fuera expresada en Cristo, y no limitamos a actos de beneficencia, y mucho menos sancionar con nuestra bendición aquellas formas de supuesta caridad que degradan la personalidad humana, ni conformamos con mejoras que no conducen al propósito de Dios respecto del destino humano. Guardar silencio frente a la necesidad, a la injusticia y a la explotación del hombre es traicionar a Cristo.
Daniel Bruno para CMEW