Cuando la parroquia es el mundo: sus consecuencias
“Considero todo el mundo como mi parroquia, quiero decir que en cualquier parte de él donde estoy, lo juzgo digno, justo y mi deber declarar las buenas nuevas de salvación a todos los que quieran oír.”
Carta, posiblemente, dirigida al Rev. John Clayton a fines de marzo de 1739
El comienzo de la frase citada es ya una de las banderas que sostiene el metodismo. Un dato que debemos tener presente es su contexto. Para ello, tanto los diarios como las cartas de Wesley nos brindan alguna información acerca de lo que ocurría en el movimiento temprano que los hermanos Wesley y Whitefield emprendieron en ese tiempo.
Apenas unos días después de la carta que contiene la frase tan querida y conocida, Wesley toma una decisión tan firme y clara, que hasta registró la hora en que sucedió:
“A las cuatro de la tarde decidí ser más vil y proclamé en los caminos las buenas nuevas de salvación a cerca de 3000 personas, hablando desde una pequeña ladrillera en un terreno fuera de la ciudad.”
2 de abril de 1739
Es inevitable vincular estos dos datos dada la cercanía en el tiempo y la estrecha relación que existe entre mirar al mundo como parroquia (lugar y alcance de la misión) y dar el paso de salir de los templos, con la necesaria toma de distancia que implica de la institucionalidad religiosa.
Entre un episodio y otro (fines de marzo y 2 de abril), Wesley registra en su diario la experiencia de participar de una predicación a campo abierto a la que fuera invitado por su amigo George Whitefield. Sus palabras al respecto son las siguientes:
“Al principio me fue difícil de aceptar esta extraña manera de predicar en los campos, de lo cual él (Whitefield) me dio un ejemplo el domingo. Habiendo sido toda mi vida (hasta hace poco) tan tenaz de cada punto relacionado con la decencia y el orden que hubiera pensado que el salvar almas era casi un pecado si no se hacía en la iglesia.”
29 de marzo de 1739
Con estos ejemplos estamos en condiciones de afirmar que Wesley pasó entre marzo y abril de 1739 unas semanas de grandes decisiones que traerían implicancias para la misión. Cuando se corre el eje desde “la iglesia”, como metáfora de la fe instituida y reglada, hacia “el mundo” lo que se ve y lo que se recibe es diferente.
No transcurrió mucho tiempo de iniciada la experiencia de ser iglesia en los campos, las calles, los galpones y talleres, que comenzaron a suceder fenómenos no habituales en las reuniones. Wesley da cuenta de algunos de estos episodios que a continuación presentaremos.
El día 20 de abril de 1739, Wesley apunta en su diario una explicación de sucesos ocurridos durante una predicación, como defensa ante críticas que se realizan y rumores que corren sobre ciertas manifestaciones en las reuniones.
“Pero, aunque vieron señales y prodigios (porque así debo llamarlos) empero muchos no creerán. En verdad no pueden negar los hechos, pero sí pueden explicarlos. Algunos decían: ‘fueron puramente efectos naturales; la gente se desmayaba sólo por el calor y la estrechez de los ambientes.’ Y otros estaban seguros de que ‘todo fue un engaño: podrían evitarlo si quisieran’.”
En la cita precedente puede observarse los argumentos de quienes critican o relativizan aquellas manifestaciones que sucedían durante las reuniones. Incluso, un tercer argumento es la sospecha de que tales fenómenos sólo sucedían en las reuniones cerradas de las sociedades.
Al día siguiente, 21 de abril de 1739, Wesley apunta en su diario lo ocurrido durante una reunión al aire libre.
“él (Dios) comenzó a extender su brazo, no en un cuarto cerrado, ni en privado, sino al aire libre y ante más de 2.000 testigos. Uno, otro y otro fueron derribados a tierra, temblando exageradamente ante la presencia de su poder. Otros clamaron con un llanto fuerte y amargo, «¿Qué debemos de hacer para ser salvos?» En menos de una hora siete personas, completamente desconocidas para mí hasta ese momento, estaban regocijándose y cantando y con todas sus fuerzas daban gracias a Dios por su salvación.”
Nótese que Wesley narra los temblores, caídas de personas y el llanto. No adjetiva esto, es decir, no pone ninguna carga ni negativa ni positiva en el relato. Lo que claramente deja ver es el resultado del cambio en la vida de las personas que reciben a Dios en sus corazones.
Más adelante en el mismo relato, Wesley mismo deja en claro que estas “señales y prodigios” como él las denominó, no son el centro de la misión de la iglesia, ni tampoco algo que se aliente para que suceda. Lo que sí importa es lo que el Evangelio puede hacer, en las vidas de las personas y cómo esa experiencia se multiplica hacia otros, en amor y servicio.
“Esto es un hecho. Dejemos a quien quiera que juzgue esto como le parezca mejor. Y que tal cambio fue verdadero y se comprueba, no por derramar lágrimas, caer por ataques o por llantos (estos no son los frutos por los que juzgo, como parece que usted supone) sino por el tono de su vida, hasta entonces malvada en muchas formas y a partir de ese momento, santa, justa y buena.”
En los registros de los meses siguientes en el diario de Wesley existen varias menciones a este tipo de prodigios y señales. Se mencionan, derribamientos al piso, temblores, llanto, desmayos múltiples, gritos y corazones compungidos. No vuelven a aparecer este tipo de manifestaciones en el diario personal de Wesley. Las que se registran durante ese año de 1739 están motivadas por las críticas y sospechas recibidas, más bien como un acto de defensa y aclaración de lo sucedido.
Cuando el mundo se convierte en la parroquia de la iglesia, se amplían los horizontes, pueden suceder cosas que no acostumbramos a ver, sin embargo, no debemos perder de vista lo que la fe en Jesucristo puede producir en las vidas de las personas, independientemente de la forma en que esto se produzca.
En segundo término, cuando el mundo es la parroquia, son las necesidades y búsquedas de las personas lo que marca el ritmo de la vida y la misión de la iglesia. No juzgamos, no buscamos que las personas vivan como vivimos nosotros, ni que tengan los gustos y las inclinaciones que tenemos nosotros.
En nuestro presente, tenemos cosas que aprender de la experiencia que vivió Juan Wesley, como de su valor para aceptar cosas nuevas para las que no estaba preparado. Mientras nuestros ojos estén puestos en el Reino de Dios y su justicia, mientras nuestra predicación tenga como centro las Buenas Noticias de Jesucristo, las formas, las manifestaciones o lugares podrán ser diferentes a los que acostumbramos, pero estaremos en la propuesta de Jesús.
Claudio Pose para CMEW