Creo en la resurrección del cuerpo – Carta Pastoral de Semana Santa
“Si nuestra esperanza en Cristo solamente vale para esta vida,
somos los más desdichados de todos. Pero lo cierto es que Cristo ha resucitado.
Él es el primer fruto de la cosecha: ha sido el primero en resucitar.
Así como por causa de un hombre vino la muerte,
también por causa de un hombre viene la resurrección de los muertos.”
Primera carta a los Corintios, 15:19-25
La fuerza de la Resurrección marca a la Iglesia naciente desde su origen. La fe en Jesús empieza como fe en la Resurrección. Para la comunidad de creyentes de entonces, como para la de hoy, la Resurrección es el dato culminante de su fe en Cristo. Por la Resurrección se confirman todas las promesas del Antiguo Testamento y se confirman las ansias y búsquedas de todas las generaciones.
Dios ha sido fiel a su amor y se ha dado sin límites, con sobreabundancia. Por la Resurrección se confirma la divinidad del Mesías: verdadero Dios y verdadero hombre. La Resurrección nos enseña que Dios es amor y que nos regala plenitud de vida.
Mi hermano y hermana, podemos afirmar con el apóstol Pablo, «Si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe».
Porque confiamos vivamente en la resurrección de Jesús, vivimos una nueva vida llena de esperanza, de fortaleza y de amor. Cuando resucitamos con Cristo no vivimos más en el pecado y participamos con Cristo en el misterio de la Cruz y la salvación de la humanidad. Somos llamados y llamadas a dejar totalmente la vieja manera de vivir, a resucitar con Cristo para buscar las cosas de arriba y no permanecer, ni ser cómplices, ni dejarnos someter por las estructuras pecaminosas y opresoras.
Hoy somos nuevas creaciones en Cristo, y por ello experimentamos la promesa de una vida más allá de la muerte. Sí, la promesa de nuevos comienzos en nuestra vida presente.
“Al anochecer nos visita el llanto, por la mañana el júbilo”, ha dicho el salmista (Sal 30, 6). Y un sufí agrega: “Viendo las huellas dejadas por la brisa mido lo que será el Huracán de la alegría”.
Y así vamos caminando hacia el último punto, el anuncio: comunicar dónde está la vida, la buena noticia de que el Señor vive, que ha resucitado. Si esta realidad no se encarna, no se puede vivir el llamado de Dios en toda su dimensión. Hay una convocatoria en estas Pascuas de Resurrección a ser anticipos de esta nueva calidad de vida –en lo personal y como comunidades–en la que el poder de la Resurrección abre puertas, ventanas y techos de par en par.
Junto a la tumba vacía comprendemos que hay dolores que son de parto y que el grano de trigo cuando cae en tierra y muere, da mucho fruto. El sufrimiento y la muerte no tienen la última palabra.
Guardemos en el corazón estas palabras para así transitar la “noche” en la confianza de quien espera la llegada del misericordioso y compasivo, el que enjugará las lágrimas de todos los rostros.
“Jesucristo resucitó, Jesucristo vive, Jesucristo está presente: nadie, nada, ninguna situación, ninguna vergüenza, ninguna duda, ninguna interpretación, ninguna tergiversación del milagro pascual hará callar este mensaje. Este anuncio debe ser dicho en voz alta, afirmado,asegurado, proclamado, aceptado, creído, confesado, compartido, orado y cantado”
R. Krüger
Abrazo fraterno/sororal!
Pastor Américo Jara Reyes
Obispo