Comienzo del movimiento de masas metodista – Segunda parte

29 Abr 2021
en Artículos CMEW
Comienzo del movimiento de masas metodista – Segunda parte

Predicación al aire libre desde los márgenes:

Punto de partida para el engranaje del crecimiento del movimiento de masas metodista


De manera característica, Wesley comenzó a organizarse de inmediato. Formó varias sociedades y bandas y el 9 de mayo adquirió un terreno donde construyó su “New Room” como lugar central de encuentro. Cuando Whitefield regresó a Estados Unidos en agosto, Wesley quedó totalmente a cargo del creciente trabajo. Dividió su tiempo entre Bristol y Londres, concentrándose en la predicación al aire libre, organizando bandas y hablando por la noche a un número creciente de sociedades.

Esta articulación entre la predicación masiva al aire libre, la enseñanza, adoración y fraternidad en las sociedades, y el acompañamiento personal en las clases y bandas, ha sido sin duda la estrategia clave para la expansión del movimiento metodista. Con esta practica Wesley complementaba aspectos de una pastoral que, en otros casos transitaban caminos paralelos sin posibilidad de un encuentro sinérgico.

Las predicaciones masivas al aire libre provocaban muchas conversiones, movilizaban emocionalmente y disponían al trabajo, pero no brindaban seguimiento, acompañamiento, capacitación, etc. O sea, no armaban comunidad.

Las sociedades, por su parte, encuentros semanales de aproximadamente cuarenta personas, brindaban todo eso, pero sin el impulso de nuevos miembros, con nuevas experiencias, de diferentes estratos sociales, que obligaban a expandir sus horizontes, estas corrían el riego de ser pulcras sociedades religiosas, como las tantas que existían en Inglaterra en aquel tiempo, pero que pronto se convertían en clubes bíblicos, sin horizonte de misión.

Los pequeños grupos de 10 a 12 personas, como las clases y bandas, eran excelentes espacios de contención, acompañamiento pastoral y discipulado, pero aislados, corrían el riesgo de convertirse en grupos de auto ayuda ensimismados entre sí.

La clave fue articular una corriente sinérgica entre estos tres espacios, mediante la cual, una misma persona, en el transcurso de una semana podía experimentar los beneficios de cada momento: ser impactado por la carga emocional que producen los encuentros masivos, encontrar un espacio de reflexión, estudio y adoración en las Sociedades y recibir acompañamiento personal y seguimiento pastoral en las clases y bandas.

A esta excelente estrategia de complementación se sumaron dos elementos más en la red: la sacramentalidad y el trabajo de los laicos y laicas.

Durante los primeros años del movimiento, el metodismo continuaba participando de los sacramentos en los templos anglicanos. Wesley había ordenado que las reuniones de Sociedades fueran los jueves, para dejar los domingos libres, para poder concurrir a los templos para participar de la Comunión y bautizar a sus niños con los ritos anglicanos.

Si bien esta práctica no duró demasiado tiempo debido a que las relaciones del metodismo con los obispos anglicanos se fueron tensando progresivamente, fue muy importante para fortalecer en los miembros del movimiento un sentido de pertenencia histórica y doctrinal, que nunca se cortó, evitando de esta manera una autopercepción de secta ahistórica.

El otro punto clave que se suma a esta red de contención y crecimiento, fue el rol de los líderes laicos y laicas que movilizaron la tarea pastoral desde el comienzo.

Wesley pronto descubrió que algunos de sus ayudantes tenían dones para exhortar y predicar, y los puso a trabajar. En los comienzos, pastores ordenados solo había seis, en el movimiento, el resto fue movilizado por hombres y mujeres con carisma y capacidades para los distintos trabajos, como líderes de bandas, de clase, predicadores en Sociedades, etc.

De esta manera, las cinco ruedas de este engranaje fueron determinantes para el éxito del crecimiento del movimiento de masas que fue el metodismo: la articulación entre lo multitudinario, con lo comunitario y lo personal. Por otro lado, en dos extremos que parecen opuestos: la relación sacramental con el anglicanismo, por un lado, y la apertura del laicado a las tareas pastorales por otra.

En 1744, Wesley inició una serie de conferencias anuales con sus predicadores ordenados, en las que se discutieron cuestiones de doctrina, disciplina y estrategia. Las actas de la primera conferencia muestran que Wesley, con este funcionamiento de cinco puntas, desarrolló rápidamente un plan para promover el movimiento fuera de las grandes ciudades, no quedarse en las Sociedades ya establecidas, sino, mediante nuevas “campañas” al aire libre, comenzar nuevamente el círculo virtuoso del crecimiento:

La “mejor manera de difundir el evangelio”, concluyó Wesley, era “ir un poco más lejos de Londres, Bristol, St. Ives, Newcastle o cualquier otra Sociedad. Entonces, un poco de levadura se esparciría con más efecto y menos ruido, y la ayuda siempre estaría a mano”. (Acta del 28 de junio de 1744)

Esta combinación fue clave, para ubicar al movimiento metodista desde los márgenes de la sociedad inglesa, y que de esa manera fuera creciendo desde las zonas más desfavorecidas logrando impactar en la vida de las personas, en los distintos aspectos de sus necesidades.


Daniel Bruno para CMEW


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