Clamor por la justicia, un deseo vehemente
“Anhelo de tierra sin males,
Edén de las plumas y flores,
de paz y justicia hermanado
un mundo sin odio y dolores”.
De Jesucristo, esperanza del mundo, E. Reinhardt / J. Gattinoni
La justicia, clamor permanente en un mundo marcado por la agresión terrorista, el abuso de las infancias, la violencia, el asesinato de mujeres, la muerte de muchos inmigrantes en mares cercanos, el hambre y necesidad de millones de personas, las catástrofes y terremotos, la persecución y asesinatos de cristianos, numerosos conflictos armados, una guerra abierta…
Podemos hacer una lista casi interminable sobre una realidad que nos conmueve, nos desborda, nos escandaliza u horroriza, de la cual no nos escapamos como nación. Y por más que nuestra democracia cumpla 40 años en este 2023, sigue erigiéndose como materia pendiente la construcción de la paz y el bien desde la justicia.
Les comparto la mirada de dos grandes profetas bíblicos que nos ayudan a reflexionar.
“Que fluya la justicia como un río, y que el derecho mane como un impetuoso arroyo.”
Amós 5:24
“Yo, el Señor, he dicho: ‘Practiquen la justicia y el derecho. Libren de sus opresores a los oprimidos. No engañen ni roben al extranjero, ni al huérfano ni a la viuda. No derramen sangre inocente en este lugar’”.
Jeremías 22:3
Ambos profetas responden a circunstancias nacionales que se han vuelto intolerables para los más vulnerables. No están recibiendo su parte justa de la riqueza de la nación, ni son tratados imparcialmente en los tribunales de justicia. Estos profetas son igualmente claros en el sentido de que cuando prevalece tal injusticia contra los vulnerables, debe haber un torrente de Mishpat y Tzedekah para acabar con el fracaso social.
Los profetas del Antiguo Testamento claman por un Dios justo y honrado que exige justicia y honradez en su pueblo. La palabra hebrea para justicia, mišpat, tiene en su raíz los conceptos de justicia y equidad para todos, particularmente los desfavorecidos. Entonces, cuando los jueces ejercen justicia, no aceptan sobornos ni tratan a los ricos mejor que a los pobres. La palabra hebrea para justicia, tzadeqah, significa vivir en una relación honesta, tratar a todos con justicia, generosidad y equidad. Es liberar al oprimido, reivindicar al huérfano, a la viuda, al inmigrante, al pobre contra sus opresores.
Resulta iluminador descubrir que el Dios de la Biblia, el que se ha revelado, no aparece como un ser etéreo y abstracto, sino como interpelación al «mišpat«, como un implacable imperativo de amor al prójimo necesitado, en su actuar y en su interpelar. La apelación a lo “absolutamente otro”, lo totalmente distinto, configura un anhelo, más todavía, un hambre frente a la injusticia de este mundo, configura la esperanza de que puede haber un bien más allá del mal presente: un mundo sin odio y dolores.
La teóloga y biblista mexicana-costarricense Elsa Tamez nos ayuda con profundidad y claridad a descubrir que la Justicia de Dios –más allá de las grandes problemáticas macro-estructurales que nos suelen abrumar e inmovilizar– pueden y deben resolverse desde lo micro:
“en el diario vivir, en la construcción de comunidades, grupos y células que aceptan el desafío de vivir como resucitados en una nueva humanidad; practicando la justicia, el perdón, el cuidado mutuo…”
Que nuestra conversión a la fe de Jesús se vea en la práctica de esta justicia de Dios de cuidado mutuo, que contradice la justicia de los grandes poderes de hoy; esta justicia de Dios que se cimienta en la muerte y resurrección de Cristo, que hace posible una nueva y transformada forma de vida, en oposición al viejo orden de pecado, violencia, opresión, dominación y muerte.
El teólogo Jürgen Moltmann afirma que:
“cuanto más creen –los creyentes– en la justicia de Dios, más profundamente sufren los cristianos la injusticia que observan. Si no hubiera Dios, tal vez uno podría resignarse a la violencia y a la injusticia, que obedecerían al acontecer normal de la realidad. Pero, si hay un Dios, y si este Dios es el Dios justo, entonces no podemos conformarnos, ni podremos jamás acostumbrarnos a la injusticia, sino que nos opondremos a ella y la combatiremos con todas nuestras fuerzas. Si hay Dios, entonces hay una justicia y un juicio a los que nadie puede sustraerse”.
Que nuestra visión holística del reino de Dios y su justicia –que tiene sus raíces en las honestas relaciones con Dios– nos haga desembocar en el mar abierto del amor de Dios, donde nuestras comunidades locales se levanten como arcas de vida, acogedoras y justas, aspirando a un cambio espiritual y cultural de las personas y los pueblos que hunda sus raíces en la Mishpat y Tzedekah del Dios de nuestro Señor Jesucristo.
“Porque hallarme a mí es hallar la vida
y ganarse la buena voluntad del Señor;
pero apartarse de mí es poner la vida en peligro;
¡odiarme es amar la muerte!”.
Proverbios 8: 35 36
Abrazo fraterno/sororal.
Pastor Américo Jara Reyes
Obispo