Carta Pastoral de agosto

09 Ago 2018
en Episcopado
Carta Pastoral de agosto

«Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.»
Evangelio de Lucas 16:13

 

Muchas son las voces que se levantan para afirmar que el estilo de vida globalizado actualmente vigente ha entrado en crisis. El paradigma que guía a la actual civilización es el paradigma de la acumulación y la conquista, y ha llegado a su fin.

Según la ONG Oxfam Intermon, desde el año 2015 el 1% más rico de la población mundial, posee más riqueza que el resto del planeta. Y también afirma que en la actualidad ocho personas (ocho hombres, en realidad) poseen la misma riqueza que 3.600 millones de personas, es decir media humanidad.

Todo está teñido por un modelo de economía globalizada, de acumulación ilimitada y de conquista agresiva en beneficio de las personas más ricas. Las grandes empresas son implacables, reduciendo los costos de mano de obra en todo el mundo, incrementando así la desigualdad.

El Consejo Mundial de Iglesias, en su documento Juntos por la vida afirma: “Vivimos en un mundo en el que la fe en Mamón, el rey dinero, amenaza la credibilidad del Evangelio. La ideología del mercado difunde la creencia de que el mercado global salvará al mundo mediante un crecimiento ilimitado. Este mito es una amenaza no solo para la vida económica sino también para la vida espiritual de las personas, aunque no sólo la vida de la humanidad sino también de toda la creación…”

Este modelo es caracterizado de modo sencillo y profundo en el libro El Principito. “El hombre de negocios contaba estrellas y el Principito le preguntó:

—¿Y para qué te sirve poseer las estrellas?
—Me sirve para ser rico.
—¿Y para qué te sirve ser rico?
—Para comprar otras estrellas, si alguien las encuentra.”

El gobierno del hombre por el capital, el gobierno del corazón humano por la faz económica, queda perfectamente graficado en el diálogo del Principito. La globalización económica ha reemplazado al Dios de la vida por el dios dinero, generando miseria y sufrimiento al ser humano y a la tierra toda.

Somos desafiados a alejarnos de la injusticia creando espacios de solidaridad, justicia, comunión y ternura. Recuperar la fuerza del corazón, que es el deseo profundo de transitar caminos y horizontes de vida plena como respuesta fiel al llamado de Dios.

Quien es atrapado por este amor supera limitaciones y faltas de camino. Y es habitado por la fuerza tierna del Espíritu comprendiendo la dimensión profética de la justicia y el amor de Dios.

Estamos frente a un siglo en extremo contradictorio, inseguro y crítico. Tiempo en que debemos elegir un nuevo horizonte de vida. Elegir a Dios con dulzura, alegría y esperanza frente al dios del mercado,  es la propuesta del Evangelio de Jesús.

Desde Jesús, tenemos y proponemos una nueva visión del ser humano, del mundo y de Dios. Y la vemos más allá de las olas de esta crisis civilizatoria en la que estamos inmersos y que tiene dimensiones económicas, sociales, ambientales, políticas, de valores, sin precedentes en nuestra historia.

Hay esperanza de otro mundo posible, y estos versos del poema “Atrapados” de Don Federico Pagura nos ayudan a afirmar que se puede romper el encierro poniendo en práctica el anuncio del profeta Miqueas.

¡Ay qué será del mundo, Señor,
en estas horas
y en los tiempos futuros, Señor,
que se avisoran!

¿Abrirá sus oídos
la humanidad presente
para escuchar las notas
de tu amor que no miente,
y que dice en el grito
de antigua profecía:

“Ya te lo ha dicho Dios, una y mil veces,
hombre y mujer, sus hijos, los humanos,
lo que quiere de ustedes, simplemente,
es que hagan justicia a sus hermanos,
que sean fieles a pobres y afligidos
y que al Creador escuchen y obedezcan
con amor no fingido, humildemente”?

Amada hermandad, vamos, que el aliento vivificador del Espíritu nos sostiene para poner fin a la violencia, la indiferencia, el individualismo y a un modelo de acumulación y concentración voraz de los recursos de la humanidad.

El aliento vivificador del Espíritu de Dios nos impulsa para ser caminantes de paz y solidaridad, comunitariamente y compartiendo siempre el pan de la mesa y el pan del amor.

Fraternalmente/sororalmente en Cristo,


Pastor Américo Jara Reyes,
Obispo


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