Carta Pastoral de julio

06 Jul 2018
en Episcopado
Carta Pastoral de julio

«“Contra toda esperanza, Abraham creyó y esperó, y de este modo llegó a ser padre de muchas naciones, tal como se le había dicho: «¡Así de numerosa será tu descendencia!»… Ante la promesa de Dios no vaciló como un incrédulo, sino que se reafirmó en su fe y dio gloria a Dios, plenamente convencido de que Dios tenía poder para cumplir lo que había prometido. 
Carta a los Romanos 4: 18, 20-21.

Nuestra sociedad experimenta los efectos del pecado en sus diversas manifestaciones: estructuras sociales que promueven la explotación del ser humano y de la naturaleza, y hasta promueven la injusticia, la corrupción, la exclusión y segregación. Experimentamos señales de muerte palpables y visibles en la pobreza, la violencia, el desempleo, la carencia de servicios de salud dignos y adecuados, por mencionar algunas…

En este contexto nuestra comprensión wesleyana de la fe ha de ser un faro en medio de la oscuridad. Una teología de la esperanza, que echa sus raíces en una práctica responsable, nos saca de la pasividad y nos conduce a querer modificar desde una profunda ética evangélica las estructuras de maldad y opresión. Y ello en la certeza de que las tinieblas no prevalecerán contra el Reino de Dios. En un mundo con tantos signos de muerte, dolor y desesperanza estamos llamados a rehabilitar la esperanza.

Tomo prestadas las palabras del sacerdote Fernando Cardenal, que con tanta claridad define el desafío que tenemos por delante: “Hay verdaderamente una dialéctica maldita, dirigida a que el pueblo ya no espere nada, a que esté sin esperanza. De ahí la importancia de que nosotros hablemos de la esperanza, de la utopía de los sueños; porque si no hay esperanza, ¿para qué luchar?”

Habilitar una pastoral de esperanza en estos tiempos resulta urgente a fin de garantizar el sentido de futuro, que permita afirmar que otro mundo es posible, reafirmando la capacidad de resistir, soñar y recrear el tiempo presente. Sin esta esperanza contra toda esperanza no es posible la vida profundamente humana, justa, fraternal, sororal y plena.

La siguiente cita de Juan Wesley nos anima a no bajar los brazos frente a tantas fuerzas de maldad en la certeza de que la promesa de Dios no fallará:

¡Oh Dios! ¿Hasta cuándo? ¿Faltará tu promesa?
No temas, manada pequeña. Contra esperanza
cree en la esperanza.
Es el buen placer de tu Padre, a pesar de todo,
renovar la faz de la tierra.
Ciertamente todas estas cosas llegarán a su fin,
y los habitantes de la tierra aprenderán la justicia.


¿Qué hace posible que anide la esperanza en nosotros?

Tenemos esperanza porque vemos la manera en que los acontecimientos creadores y redentores han tenido lugar en el pasado. Al igual que los profetas, miramos el pasado leyendo esos eventos creadores y liberadores, para descubrir las claves que adquiere la acción de Dios en el presente. El hacer memoria nos ayuda a “discernir los signos de los tiempos” y a pesar de que por momentos todo parezca oscuro y tenebroso, hemos de creer, confiar y trabajar por el Señor.

“A nosotros no se nos ha muerto la esperanza”, y por ello la iglesia levanta su voz profética que denuncia el pecado, la injusticia y la opresión. Por ello acompaña y anima toda acción solidaria, todo gesto de amor, toda palabra de verdad, participando activamente de la construcción de un mundo más justo inspirado s en los valores éticos del Reino de Dios. Y siempre seguiremos dispuestos como comunidades a dar razón de la esperanza que nos anima.

Amada hermandad: ¡Vamos por los desiertos siendo jardineros y plantadores de esperanza!


Fraternalmente/sororalmente en Cristo,


Pastor Américo Jara Reyes,
Obispo

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