Cambio climático: un desafío de hoy para el mundo de mañana

03 Dic 2015
en Instituciones educativas
Universidad del Centro Educativo Latinoamericano

NOTA DEL DIRECTOR INVENIO Nº 36
Cambio climático: un desafío de hoy para el mundo de mañana

Mientras escribo estas líneas, se está desarrollando en París (Francia), con la presencia de representantes de más de 150 países, el primer día de la vigésimo primera Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), más conocida como COP21. Esta denominación fue creada en la Cumbre de la Tierra, celebrada en Río de Janeiro (Brasil) en 1992, que fue organizada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y que reunió a más de 170 países preocupados por el visible deterioro ambiental del planeta por acción antrópica, el cambio climático y las devastadoras consecuencias de ambas realidades para los territorios y las poblaciones mundiales, y preocupados también por impulsar el desarrollo sostenible, formular metas de alcance global para proteger el medio ambiente y detener el calentamiento global. La Cumbre de Río tuvo dos consecuencias duraderas: por un lado, se acordó la necesidad de conformar una Convención Marco, que entró en vigor en marzo de 1994 y que ha sido suscrita por 195 países, para que los problemas relacionados con el cambio climático lograran visibilidad mundial, y por otro, se adoptó un programa de acción para el siglo XXI, denominado “Programa 21” (“Agenda 21”, en inglés) que contiene algunas de las recomendaciones relacionadas con la aplicación de los principios de la “Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo”, cuyo eje es el concepto de desarrollo sostenible.

Existe una gran expectativa por la COP21, que se espera que dé como resultado nada menos que un nuevo acuerdo internacional acerca del cambio climático que permita mantener el calentamiento global por debajo de los 2°C en relación con la temperatura de 1850. Los 2°C se consideran el límite de un incremento peligroso, cuyas consecuencias son hoy impredecibles.

En la apertura de la Conferencia, el presidente del país anfitrión, François Hollande, señaló la suma importancia de este encuentro: “Nunca lo que ha estado en juego en una reunión internacional fue tan importante”, dijo, dado que lo que está en juego, precisamente, es “el futuro del planeta y de la vida”. Señaló también que el acuerdo debe ser “universal, diferenciado y vinculante”. “Es necesario definir una trayectoria creíble capaz de contener el calentamiento por debajo de los 2°C, o incluso, si es posible, de 1,5°C. Será necesario establecer una evaluación regular de nuestros avances y un mecanismo de regulación a la altura de nuestros compromisos, cada cinco años” (Diario La Nación, 30/11/15).

Los datos y cifras son realmente elocuentes. La temperatura del planeta se ha incrementado de manera significativa desde 1880 y, de acuerdo con la NASA, la mayor parte de este calentamiento se ha producido desde la década de 1970; los veinte años más calurosos se han producido desde 1981, y diez de ellos han sido en los últimos doce años. Hoy por hoy, según puede leerse en el sitio oficial del gobierno de Francia sobre la COP21 (www.cop21.gouv.fr), si continúa el patrón de emisiones de gases de efecto invernadero, en 2030 el incremento de la temperatura habrá sido de alrededor de 3°C, y de alrededor de 3,5°C hacia fines del siglo.

Este incremento de la temperatura global tiene varias consecuencias negativas. También de acuerdo con la NASA, el nivel global del mar se incrementó unos 17 centímetros en el siglo pasado; sin embargo, la tasa en la última década es casi el doble de la del siglo pasado. También los océanos se han recalentado, y han sufrido, además, un proceso de acidificación debido al incremento de emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera, que es luego absorbido por los océanos; se calcula que la acidez de la superficie oceánica se incrementó un 30% desde la Revolución Industrial. La masa de los casquetes polares se ha reducido de manera notable desde comienzos de este siglo, tanto en extensión como en espesor. También han sufrido las consecuencias del calentamiento los glaciares, con un evidente proceso de retroceso, y las nieves de las altas cumbres, que comienzan a derretirse antes y han disminuido en cantidad. Ya no son algo inhabitual desastres naturales extremos asociados al cambio climático como lluvias excesivas, sequías, olas de calor, etc. Tampoco deben menospreciarse los dramáticos efectos que produce el cambio climático en las condiciones de producción de los alimentos, algo cada vez más acuciante en un mundo poblado ya por más de 7.000 millones de personas y que tiende a incrementar su población.

Esta crítica situación requiere acciones concretas, inmediatas, globales y a largo plazo. No se trata tan sólo de acordar e implementar acciones como la reducción en la emisión de gases de efecto invernadero o el uso de energías renovables en lugar de la quema de combustibles fósiles, sino de la formulación de verdaderas políticas coordinadas, articuladas y sistemáticas a las que deben comprometerse todos los países del mundo, dado que las consecuencias del cambio climático global no reconocen fronteras.

Obviamente, el problema no es sencillo porque hay numerosos y heterogéneos factores involucrados. Uno de los más evidentes es el factor económico, que plantea numerosos interrogantes: ¿están dispuestos los países desarrollados a implementar acuerdos internacionales para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (la experiencia del Protocolo de Kyoto, al respecto, no es muy alentadora)? ¿Por qué debería impedirse a los países emergentes que quemen combustibles fósiles mientras haya pobreza en ellos (algo para lo que los países desarrollados han tenido permiso irrestricto en más de dos siglos)? ¿Quién paga, sobre todo en los países más pobres, el desarrollo y la producción de combustibles surgidos de fuentes renovables como el aire, el sol, el viento o el mar, que suponen cuantiosas sumas de dinero no sólo para la instalación de parques eólicos, solares, etc. sino también para la distribución de esa energía limpia? ¿Cómo podría financiarse el desplazamiento forzado de miles de personas que viven en zonas que, con un calentamiento global de 2°C, quedarían anegadas (sobre todo si este desplazamiento se produce en países pobres), o bien en zonas en las que la sequía ha impactado de manera dramática sobre sus fuentes de abastecimiento de agua (pensemos en la figura cada vez más relevante del refugiado ambiental)? Interrogantes inquietantes como éstos merecen ser debatidos por especialistas y expertos de todo el mundo, y probablemente se planteen en la COP21.

América Latina es una región en la que el cambio climático preocupa de manera especial. Las prolongadas sequías en Brasil, que condujeron, por ejemplo, a la escasez y racionalización de agua en una ciudad gigantesca como San Pablo, las inundaciones por excesivas lluvias en Argentina, que devastaron una significativa cantidad de regiones no sólo rurales sino también urbanas, y las sequías recientes en Chile, Perú y Venezuela son algunos de los episodios asociados al cambio climático. Sin embargo, la región se encuentra ante un desafío, sobre todo en los países cuyas economías dependen de la extracción de crudo y de energías sucias, como Venezuela.

En el marco de esta preocupación regional por el cambio climático, y como preparación para la COP21, la Red Argentina de Municipios frente al Cambio Climático (RAMCC) y la Embajada de Francia en Argentina organizaron un Debate Ciudadano Planetario sobre Clima y Energía, que se llevó a cabo en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires a comienzos del mes de junio de 2015 y al cual asistí invitado por la Municipalidad de Rosario. Participaron alrededor de un centenar de personas, dialogando, compartiendo experiencias y cuestiones técnicas, trabajando en común para presentar una propuesta conjunta a la COP21. Los debates, sumamente atractivos, fueron enviados a la Junta Danesa de Debate Público, y los resultados de Argentina como país, junto a los otros 79 países que participaron con debates, fueron presentados en la Cumbre Preparatoria de Negociaciones para la COP21, que se desarrolló en la ciudad de Bonn (Alemania) también durante el mes de junio pasado. El eje fue la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, en especial el dióxido de carbono, y la paulatina y gradual sustitución de fuentes de energía sucia y no renovable por fuentes de energía limpia y renovable.

Participar del Debate Ciudadano fue una experiencia muy enriquecedora para todos quienes estuvimos presentes, aportando nuestro grano de arena, desde nuestro pequeño lugar, a esta construcción colectiva que ahora está en manos de los grandes líderes mundiales. Todos esperamos que en la COP21 los países lleguen a acuerdos para lograr que hacia el año 2100 la temperatura no se haya incrementado más de 2°C. La decisión, en última instancia, es, naturalmente, política. La pregunta es: ¿estaremos a la altura de asumir la responsabilidad nada menos que de la vida presente y futura sobre el planeta Tierra?.

Ignacio Daniel Coria
30 de noviembre de 2015

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