Las manifestaciones del Espíritu Santo
¿Hay lugar en el metodismo para expresiones carismáticas? Seguramente, hay quienes preguntarán primero qué se entiende por “carismático”. En las últimas décadas se registran en muchas expresiones del denominado neopentecostalismo variadas experiencias, en las cuales las manifestaciones corporales y emocionales resultan protagónicas.
Es posible que esas experiencias, en el marco de iglesias que alientan la teología de la prosperidad, con un evangelio existista, individualista y con escaso correlato ético, resulten un componente de un armado espectacular, más que una expresión genuina de la fe cristiana.
Desde hace siglos, la historia de la iglesia da cuenta de que la experiencia del encuentro personal y comunitario con Dios puede producir manifestaciones no habituales en el marco litúrgico (sea cual fuere la dinámica y la estética litúrgica). También sucede en el ámbito de la devoción personal y hogareña.
El pentecostalismo que llegó con el siglo XX, trajo la glosolalía, los dones de sanidades y otras expresiones espirituales en el marco de una teología comprometida con la persona y con su entorno. También el catolicismo romano ha sido tocado por lo carismático hasta tener su propio movimiento dentro de la multiforme experiencia que es la Iglesia Católica Romana.
Volviendo a la pregunta del comienzo de esta nota, compartimos un rastreo no exhaustivo, en las obras de Wesley en castellano. Nos encontramos con tres sermones que tratan acerca de la obra del Espíritu Santo, a saber: Sermón 8 (Las primicias del Espíritu), Sermón 10 (El Testimonio del Espíritu I) y el sermón 11 (El testimonio del Espíritu II). En los dos tomos sobre los diarios personales de Juan Wesley, hallamos al menos nueve referencias a las manifestaciones del Espíritu Santo, especialmente en las reuniones públicas y predicaciones al aire libre.
Las manifestaciones exteriores del Espíritu Santo de las que da cuenta Wesley, en sus propias palabras, son las siguientes: agonía de oración, desmayos, saltos, temblores y desplomarse. (Diarios T. II, pp. 87, 89 y 241-242). También se citan casos de sanidad y posesión diabólica (Diarios T. I pp. 123, 126-128 y 187). También se registran casos de clamores durante la predicación.
En el Sermón 11 “El testimonio del Espíritu II, Wesley desarrolla su punto de partida acerca de la acción del Espíritu sobre la vida de los creyentes. Para ello toma la cita de Rom 8: 16 “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios.” El autor afirma que si se niega esta afirmación bíblica se corre el riesgo de que la fe “degenere en mera formalidad” y así se descuide y se niegue su eficacia. Pero, si se acepta la afirmación paulina sin entenderla, señala Wesley, “nos exponemos a caer en un fanatismo”.
Algo para destacar: para el fundador del movimiento metodista, es que, el Espíritu Santo brinda testimonio a los creyentes en su condición de hijos e hijas de Dios, esto implica una comprensión abarcativa y a la vez precisa del fenómeno. Wesley ofrece a este respecto una explicación.
“Muy especialmente atañe a los metodistas, así llamados, entender claramente, explicar y defender esta doctrina, porque constituye una gran parte del testimonio que Dios les ha dado para presentar a toda la humanidad. Es debido a la bendición peculiar de Dios sobre ellos en el estudio de las Escrituras, confirmada por la experiencia de sus hijos, que esta gran verdad evangélica ha sido recobrada, después de que por muchos años había estado perdida y olvidada.”
Wesley considera que el metodismo rescata esta dimensión de la fe cristiana pues, el aporte original del metodismo está dado en el equilibrio que plantea en una tensión que el cristianismo resolvió de diversos modos en el pasado. Desde cuestiones casi mágicas hasta un exacerbamiento del subjetivismo en la experiencia personal de fe, con muchos matices, la historia de la iglesia brinda un repertorio que llevó a contiendas y divisiones, como también a las más crueles acciones de las inquisiciones tanto católicas como protestantes.
Repasando los textos en que Wesley trata estos asuntos, podemos extraer algunos otros criterios de discernimiento de las manifestaciones del Espíritu Santo en el metodismo. Pero esta labor queda entrecomillada por una aclaración general que realiza Wesley:
“Yo no pretendo explicar la manera en que el testimonio divino se manifiesta en el corazón (…) no puedo comprenderla.” (Sermón 10, p. 197).
“Exigir una descripción más detallada de estas señales y del criterio que utilizamos para conocer la voz de Dios, es pedir lo que no se puede obtener.” (Sermón 10 p. 205).
Realizadas estas aclaraciones por el mismo Wesley, compartimos ahora tres criterios que surgen de los textos estudiados.
Frutos y manifestaciones
Los frutos del Espíritu están por encima de las manifestaciones, éstas son una señal de lo que Dios está obrando en la persona y que ha de constatarse en los frutos que se evidencien en su testimonio de vida. Una cita del autor lo explica más claramente:
“Que nadie presuma nunca de descansar en un supuesto testimonio del Espíritu separado de sus frutos.” (Sermón 11, p. 225).
La dimensión ética de las manifestaciones
El Espíritu Santo nos llevará siempre a amar más a Dios y al prójimo. Otra vez, una cita de Wesley que aclara el asunto:
“Puedes percibir si amas, te gozas y te deleitas en Dios. En la misma manera, puedes cerciorarte si amas a tu prójimo como a ti mismo.” (Sermón 10 p. 193).
La certeza del discernimiento
¿Cómo saber si algo que experimentamos es verdaderamente del Espíritu Santo? Dejemos que Wesley mismo lo explique:
“Cómo saber si mis sentidos espirituales me guían a juzgar rectamente? (…) No es el adversario de Dios y de la humanidad el que te capacita para amar a tu prójimo o vestirte de humildad, benignidad, paciencia, templanza y toda la armadura de Dios. (…) Con la misma seguridad que la santidad es de Dios y el pecado es la obra del diablo, así también el testimonio que tienes en tu corazón no es de Satanás, sino de Dios.” (Sermón 10 pp. 206 y 207).
La extensión de las obras mencionadas en esta nota nos impide abarcar la totalidad de asuntos abordados por Wesley y poder hacerlo en la profundidad que el maestro de Oxford lo hizo. Sin embargo, podemos extraer algunas enseñanzas para el presente de nuestras comunidades de fe.
A todas las personas que niegan esta dimensión de la acción del Espíritu y sus manifestaciones en los y las creyentes y en las congregaciones, se los invita a revisar las posiciones inflexibles. El carácter del movimiento metodista ha de incluir incluso aquello que no podemos explicar, pero que, si trae frutos del Espíritu a la persona y le ayuda a amar más a su prójimo, no debemos ocultar o desalentar esas manifestaciones en la iglesia.
Los que hacen de las manifestaciones exteriores la experiencia misma del encuentro con Jesucristo, tornando el culto a Dios como un conjunto de experiencias estereotipadas en las cuales la Palabra del Señor y el amor fraternal son desplazados, se les invita a revisar sus prácticas.
A quienes acentúan el individualismo y el subjetivismo de las experiencias espirituales, se los estimula a revisar sus posturas. Porque dejan fuera la dimensión ética de los frutos del Espíritu Santo en el cuerpo de Cristo, el amor a las personas sufrientes y a la creación, como tampoco queda claro el lugar de la iglesia como comunidad del Reino y cuerpo de Cristo. El amor al prójimo es un imperativo ético en las Escrituras y en el pensamiento wesleyano, al cual no se ha de renunciar en nombre de ninguna experiencia del Espíritu Santo, ya que el Espíritu no testimonia contra lo que ya han expresado el Padre y el Hijo, según las Escrituras.
¡Bienvenidas las manifestaciones del Espíritu que edifican a la iglesia y que nos conducen a amar a Dios y al prójimo! ¡Fuera todos los engaños movidos por pasiones incontroladas que llevan a una fe individualista, hedonista y sin amor por las demás personas!
Claudio Pose para CMEW