El Metodismo después de Wesley: Los mártires de Tolpuddle
Cuando se piensa en hechos emblemáticos de la lucha de los trabajadores por condiciones laborales aceptables y salarios justos, los recuerdos se dirigen a Chicago en 1886. Sin embargo, cincuenta años antes, un episodio acontecido en Gran Bretaña marca un hito en la lucha de los trabajadores. Como ocurrió en Chicago, también son metodistas quienes integraron las filas de los reivindicadores.
En la nota anterior hicimos mención al clima de época que quedó signado por la Revolución Industrial y la Revolución Francesa que trasladó sus vientos de cambio a gran parte de Europa. También resaltamos algunas de las maneras en que ese contexto afectó al metodismo ya sin la presencia y dirección con mano firme de Juan Wesley.
Continuamos en esta nota el tema iniciado la semana anterior: la segunda generación de metodistas. En este caso vamos a situarnos en la cuarta década del siglo XIX, exactamente en 1833, aunque como seguidamente explicaremos, hay que remontarse a la década anterior para comprender lo sucedido en Tolpuddle, distrito de Dorset.
En 1824 fue derogada la ley (Combination Act) que prohibía totalmente la conformación de sindicatos y organizaciones obreras. Sin embargo, para evitar las huelgas y manifestaciones ante las condiciones laborales y salariales, fue reintroducida en 1825, aunque con modificaciones. Las razones que producen esa inequidad no sufren cambios, por lo que la respuesta de los trabajadores sigue siendo el descontento y la organización para enfrentar unas condiciones sociales y económicas insostenibles.
Mientras tanto, la Iglesia Metodista, en sus tres variantes vigentes (ver nota anterior), es desbordada por los miembros de las comunidades, en su mayoría trabajadores del campo y la ciudad. La ambigua posición del metodismo ante la monarquía y la Iglesia Anglicana, hace que las capas bajas de la sociedad que integran el mosaico wesleyano, busquen ‘aplicar’ la fuerza organizativa, el compromiso comunitario y la solidaridad que aprendieron en las clases y los cultos, en los conflictos que amenazan sus trabajos y salarios.
Así llegamos a 1832, en Tolpuddle, seis obreros fundan la Sociedad Mutua de Obreros Agrícolas. Cinco de ellos eran metodistas, tres de los cuales eran predicadores laicos en sus congregaciones. El único que no era metodista, en poco tiempo lo sería. Más abajo, hablaremos de ello.
Esta organización se crea por la continua baja de los salarios de los obreros del campo. La Sociedad Mutua estableces un límite: no se puede ganar menos de diez chelines semanales. En 1833 se esperaba un acuerdo en materia salarial, cosa que no sucedió nunca. Por el contrario, la oferta fue de siete chelines, a lo que la Sociedad Mutua se opuso y la contraoferta fue agraviante: se bajó de siete a seis chelines el ofrecimiento de los terratenientes.
La organización dirigida por metodistas recibía cada vez más adeptos, considerándose el único espacio no sólo de lucha, sino de respuestas solidarias ante las muchas familias que se quedaban sin trabajo o que sus magros salarios no permitían condiciones mínimas de vida. La Sociedad Mutua proveía de ayudas a partir de los aportes solidarios de sus miembros. Todo esto había sido muy bien aprendido en la iglesia, el sistema conexional solidario se contagiaba a las organizaciones de trabajadores y de esa manera, se daba respuestas a la gran injusticia social reinante.
¿Cómo detener a la Sociedad Mutua de Obreros Agrícolas? Esta pregunta desvelaba a los intereses económicos y políticos que veían con pésimos ojos el mal ejemplo de los obreros organizados. Se buscaron resquicios legales que permitieran poner fin al asunto. Lo encontraron en una ley de 1797 que prohibía los juramentos secretos en organizaciones. Para demostrar esto se valieron de infiltrados que ingresaban a la Sociedad Mutua, para luego transmitir nombres y detalles de organización. Para ingresar a la entidad campesina se accedía al lugar de reunión con los ojos vendados y allí, se juraba sobre una Biblia la lealtad a la causa y a la organización. Luego se retiraban las vendas y entonces, todos los rostros de los integrantes eran visibles al nuevo miembro.
De este modo fueron denunciados y detenidos los dirigentes y fundadores de la Sociedad Mutua de Obreros Agrícolas. George y James Loveless, Thomas Stanfield (estos tres predicadores laicos), John Stanfield y James Hammett. Éste último fue detenido por error, ya que buscaban a su hermano John, pero James, decidió mantener en silencio el equívoco, ya que su hermano y su cuñada esperaban un hijo. El último de los detenidos era James Brine, sin convicciones religiosas hasta ese momento.
El arresto y juicio de los seis acusados se realizó en tiempo récord. La sentencia fue la prisión y deportación a Australia, esto implicaba la más rigurosa pena establecida para un reo. Sin embargo, la exagerada sentencia, junto a la simpatía que despertaba la Sociedad Mutua entre los trabajadores, produjo una reacción.
Se puso en acción un movimiento en varias ciudades expresando el repudio a la sentencia y solicitando la conmutación de la pena. Marchas y petitorios se realizaron una y otra vez. Finalmente, en 1836 fueron liberados, con excepción de James Hammett, que recibió el perdón en 1837.
Volvieron seis metodistas, ya que el incrédulo James Brine durante el tiempo de duro confinamiento en Australia abrazó la fe por el testimonio inclaudicable de sus cinco compañeros de prisión. George Loveless, logró filtrar desde la cárcel una carta que llegó a Inglaterra, contenía las estrofas de una canción que se convertiría en el himno de los movimientos obreros y campesinos británicos: ‘El himno de la libertad’. Gonzalo Báez Camargo, no dudó en denominarlo el emblema de ‘La Internacional Obrera Evangélica’. Transcribimos la letra del himno que da cuenta de las convicciones cristianas y sociales que movían a Loveless, como así también el acento no violento de la lucha.
Dios es nuestro guía! Del campo, del mar, del arado, del yunque y del telar,
Venimos a salvar los derechos de nuestro país
Y a proclamar la ruina de la facción tiránica.
Elevamos el lema ¡Libertad!
¡Seremos, seremos, seremos libres!
¡Dios es nuestro guía! No empuñamos espada,
No encendemos los fuegos de la batalla.
Por la razón, la unión, la justicia, la ley,
Reclamamos la herencia de nuestros mayores.
Elevamos el lema ¡Libertad!
¡Seremos, seremos, seremos libres!
Claudio Pose para CMEW