Criterios educativos en la tradición metodista
En estas semanas el pueblo metodista ha recibido algunas críticas infundadas, quizás fruto de la falta de conocimiento e información. Respondemos con paciencia y con amor, apelando a la justicia y la verdad de un recorrido de casi 200 años, lamentando la intolerancia en esta querida tierra argentina.
La Iglesia Metodista comienza su presencia en la Argentina en 1836, cuando recién lo permiten los primeros gobiernos que enarbolan el auténtico ideario liberal –el de las libertades democráticas, como lo habían levantado San Martín y Bolívar en el escenario latinoamericano–, en contraposición a los idearios conservadores opuestos al desarrollo de las nacientes nuevas repúblicas. Ellos habilitan tímidamente a la existencia de iglesias protestantes, primero solo para inmigrantes hablantes en otras lenguas y recién décadas más tarde para una predicación evangélica en castellano.
Los metodistas inician entonces su actividad impulsando una educación abierta y amplia, que muy tempranamente se hizo mixta (toda una novedad para la época), incluyendo educación física y artística para todos/as; junto con una concepción de “educación manual” la cual no se limitaba tan solo al “bordado y tejido” para “niñas”. Asimismo, se buscaba generar instancias de inclusión a través de las diversas dinámicas de aprendizaje, que les permitieran intervenir más tarde en las coyunturas políticas y sociales que afectaban con sufrimiento la realidad del mundo donde les tocaba vivir. Esto, en un contexto nacional donde se desarrollaba un incipiente proceso institucional de “formación docente”, el cual posteriormente derivaría -con la mano de Sarmiento- en la creación de la primera Escuela Normal Superior de Argentina, con sede en Paraná, dirigida no sin resistencias claro está, por otros/as también protestantes: George A. Stearns (primer director de la Escuela) y su esposa, Julia Adelaide Hope.
Las primeras escuelas y colegios metodistas tienen una impronta de servicio por fidelidad al Evangelio. Reconociéndose con una denominación posterior, como “confesantes” y no “confesionales”. Confiesan y viven la fe en Jesucristo pero no pretenden inculcar una práctica religiosa denominacional. Confesantes, en cuanto confiesan una fe evangélica como su raíz ética y como proyecto de vida, pero no catequísticas, en cuanto abiertas a familias y a docentes de cualquier credo religioso o político, exigiendo a todos y a todas el mismo respeto por las identidades y orientaciones de los demás. La Iglesia Metodista nunca pidió certificado de bautismo a ningún alumno o alumna en ninguno de sus colegios, y la inmensa mayoría de sus docentes, son católicos/as, judíos o no creyentes.
Los primeros esfuerzos de los/as líderes de la cultura y la educación metodista se dirigieron a los sectores populares, en las experiencias de William Morris en La Boca, o en el caso del educador y filántropo también inglés Roberto L. Clegg en Bahía Blanca, promotor de la Biblioteca Municipal y asimismo, promotor del básquetbol y fundador de la primera federación de básquetbol bahiense. Una mención especial merece Juana Manso, escritora, traductora, periodista, maestra y precursora del feminismo en la Argentina. Apoyó a Sarmiento para que alcanzase la presidencia y luego diseñó, con él y otros intelectuales de la llamada generación del 80, el sistema educativo que posteriormente se plasmaría en todo el país: la educación primaria común, laica, gratuita, pública, popular y obligatoria.
También atendieron a otros sectores sociales, promoviendo experiencias educativas abiertas, críticas y solidarias en sectores medios y altos, primeramente con el Colegio Norteamericano en Rosario (1875) y posteriormente con el Colegio Ward (1913) en Villa Sarmiento (Partido de Morón, Buenos Aires). Con el tiempo, el primer colegio pasó a llamarse con su actual nombre: Centro Educativo Latinoamericano (CEL). Dos maestras norteamericanas fundaron dicho colegio con el objetivo trazado por el pastor Thomas Wood de “educar a niñas y mujeres para una vida plena, intelectual y espiritual.” Varias décadas después, ya en pleno siglo XX, la Iglesia Metodista en Argentina inició otra escuela importante en un barrio popular de la ciudad de Rosario, la Comunidad Educativa La Paz, integrada actualmente al proyecto educativo del CEL.
Junto a otras iglesias, promovieron obras misioneras no confesionales en comunidades indígenas Qom y mapuches, así como servicios de salud pioneros en esos y otros territorios, que cuando llegaron a su autonomía programática fueron cedidos al Estado, como en el caso del Hospital Dr. Cicchetti, en Castelli, Chaco. 0 que fueron cedidos, sin costo alguno, a la Agrupación Mapuche Ancatruz, con todas sus instalaciones, edificios, molinos de viento y máquinas de esquilar ovejas y chivos.
¿Hicieron adoctrinamiento en alguno de esos casos? William Morris fue un ejemplo de apertura ecuménica y de servicio desinteresado, con sus escuelas y hogares. Roberto Clegg, un señorial ingeniero del ferrocarril inglés, murió en la más absoluta pobreza en un hotel que le permitió poner una casilla precaria en la terraza del edificio, habiendo servido a jóvenes deportistas del centro de Bahía Blanca y gastando todo su dinero en folletos educativos y caramelos para los chicos que lo seguían en los barrios populares de la ciudad.
¿Hicieron adoctrinamiento o fueron sectarios en esas escuelas y colegios donde nunca se exigió ninguna confesión de fe ni de ideología política ni a maestros ni a estudiantes? ¿Hicieron algún adoctrinamiento a alguna de las comunidades aborígenes en Neuquén o en el Chaco, donde nunca se hizo un culto metodista y donde se respetaron las creencias indígenas o la fe evangélica de misioneros pentecostales que existían antes de sus aportes en salud, educación bilingüe y en emprendimientos económicos autosustentables?
¿Hicieron adoctrinamiento político cuando atendieron a sectores urbanos y campesinos, indígenas, blancos, originarios e inmigrantes, cuando trabajaron con sectores populares y con sectores de clases pudientes? ¿Hicieron adoctrinamiento con el Obispo Carlos Gattinoni cuando participó en la CONADEP –la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas–, junto a figuras señeras de nuestra cultura y de nuestra vida democrática, como Ernesto Sábato, que finalmente publicaron en su momento el memorable documento “Nunca Más”?¿Hicieron algún adoctrinamiento con el pastor y teólogo José Míguez Bonino cuando participó en la Convención Constituyente de 1994, que enriqueció nuestra convivencia democrática, más allá de las limitaciones de esa Reforma de la Constitución?
¿Se puede acusar a la Iglesia Metodista de no haber sido más audaz en su defensa de los Derechos Humanos durante y después de la última dictadura militar, aunque no tuvo los recursos de otras iglesias o credos religiosos? ¿Se la puede acusar de no haber podido llegar a todas las provincias y a todas las ciudades del país, porque es una pequeña comunidad cristiana y porque no tiene ni quiere tener subsidios del Estado para sostener su culto? Pobres pero dignos/as y honestos/as frente a toda la ciudadanía. Nunca adoctrinadores/as deshonestos/as, siempre abiertos/as, críticos/as y solidarios/as hemos querido ser.
La Iglesia Metodista tiene pastores y pastoras, con obispos elegidos democráticamente por una mayoría de delegados/as laicos/as en sus Asambleas Generales, máxima autoridad que se reúne cada dos años. Ha tenido incluso una pastora en el Episcopado, en la primera década del milenio. Servidores/as, nunca jerárquicos/as y jamás autoritarios/as. Tiene Juntas Directivas para sus colegios y escuelas elegidas democráticamente en las asambleas correspondientes para cumplir sus cargos en períodos rotativos, respetando los criterios y las carreras de los/as docentes, que pueden dar fe de que nadie ha sido excluido/a por su credo o por su posicionamiento político.
La libertad de conciencia no se negocia en los espacios metodistas. “Pensar y dejar pensar” es un lema querido del fundador de este movimiento, Juan Wesley, en la Inglaterra de comienzos del siglo XVIII. Como protestantes, las comunidades metodistas respetan el principio del espíritu crítico: nadie les impone su interpretación de las Escrituras, solo en comunidad buscan la verdad para cada momento histórico. Y valoran la solidaridad, que es otro nombre del amor en dinámica comunitaria.
Damos gracias a Dios por los cientos de miles de egresados/as de nuestras escuelas, colegios y ámbitos universitarios, que dan fe de una educación libre pero comprometida con la libertad, crítica, siempre solidaria, personalizada y fuertemente comunitaria. A esos testimonios acudimos en esta semana de la mayor entrega de amor y fidelidad al proyecto de vida en Jesucristo, afirmando con William C. Morris:
«Pasaré por este mundo una sola vez.
Si hay alguna palabra bondadosa que yo pueda pronunciar
alguna noble acción que yo pueda efectuar diga yo esa palabra,
haga yo esa acción AHORA, pues no pasaré mas por aquí…»
Pastor Américo Jara Reyes
Obispo
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