Las preguntas de la Gran Parroquia – Justicia social

27 Sep 2019
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Las preguntas de la Gran Parroquia – Justicia social


 

JUSTICIA SOCIAL
ESTIGMATIZACIÓN DE LOS POBRES (APOROFOBIA)

Néstor O. Míguez

Los invitamos a leer este apartado del texto del autor. Al final de este encontrarán algunas preguntas para reflexionar con su grupo.

Para hablar de pobres y empobrecidos hay que hablar de ricos y enriquecidos, dos caras de la misma moneda. Aún en el caso del crecimiento de riqueza gracias al trabajo tenaz y honesto de alguna persona, normalmente hay una apropiación desigual de esa riqueza entre el dueño y el asalariado, o entre los que llegan con ventajas a ese reparto y los que por distintas razones llegan atrasados, aún en el caso de que pongan todo su esfuerzo en el trabajo.

Por cierto, que la balanza se inclina en forma perversa cuando el trabajador es injustamente retribuido, por ejemplo, en el caso de la esclavitud, en el de los peones rurales de algunas zonas, o en el caso de los trabajadores migrantes que justamente son “baratos” porque no perciben el mismo salario que los trabajadores legalizados. El rico tiene recursos para enriquecerse siempre más; el pobre casi nunca puede romper el círculo vicioso de la pobreza, difícilmente puede ahorrar…


Pobreza y riqueza


Crecimos con el mito de que “la lucha de clases” era una expresión del odio de los pobres resentidos hacia los que estaban en mejor posición social. Pero todas las experiencias sociales muestran que existe un fenómeno mucho más importante y fuerte en la sociedad: es el odio, el desprecio, la discriminación y el prejuicio hacia los pobres desde los sectores más enriquecidos de la sociedad. Y ello se marca especialmente en procesos de discriminación racial, como en el caso de la supervivencia de los pueblos indígenas.

Es cierto que en situaciones de violencia social se dan casos de miedo y enojo desde los más pobres hacia los más ricos, a veces en sentido vengativo. Es cierto que los delincuentes pobres suelen expresar una bronca violenta hacia los ricos, pero esa violencia llega a todos los sectores sociales, y muchas veces vuelve hacia los mismos pobres. Y también es cierto que los delincuentes ricos, escondidos con los eufemismos de malversación de fondos, evasiones impositivas, lavado de dinero o especulación financiera, ejercen sobre toda la sociedad una violencia totalmente disimulada.

Pero lo que resalta en muchos procesos sociales es el desprecio y el prejuicio de los ricos hacia los pobres, casi como un rasgo característico de las clases más acomodadas. En los sectores medios, los que aspiran fuertemente a ser más ricos desvalorizan a los que han quedado atrás de ellos en esta carrera y, especialmente en procesos de polarización social como los que vivimos, donde se ahonda “la brecha” entre los que no tienen nada y los que tienen todo. Y este enojo, este malestar hasta furioso contra los pobres sí que puede ser una bandera de lucha de muchos ricos y sus seguidores, incluso programática.

Excepcionalmente se dan casos de ricos dadivosos sin altanería, pero son pocos los casos de ricos que asuman la defensa de la dignidad de los pobres. Entre la limosna despreciativa y la convivencia respetuosa hay una zona amplia de matices. En algunos países de América Latina se marca con mucha fuerza el desdén y la burla hacia empleadas domésticas y trabajadores manuales.

En los textos bíblicos hay muchos casos de valoración y admiración de los ricos, y también de respeto por su esfuerzo en el trabajo, cuando es el caso, considerando su riqueza como una bendición de Dios. Podemos ver los casos de Job, de José en el Génesis y los llamados al trabajo y al ahorro en los Proverbios. Por cierto, no se trata en estos casos de riqueza desproporcionada, ni surgida de la usura como en el capitalismo superconcentrado de hoy.
Lo cierto es que cuando en la Biblia se enfrentan los procesos de espera y de búsqueda de justicia, cuando se comparan las condiciones de vida, los ricos sacan la peor parte en esa comparación.


Hecha esta breve introducción:


¿Coinciden con el planteo del autor?

Seguramente algunos conocen situaciones como las señaladas: experiencias de trabajo de personas migrantes, o de peones rurales, o de personas que viven en la pobreza… La experiencia conocida, ¿convalida las afirmaciones del autor?

Si hay discrepancias, sería bueno tomar nota de los argumentos a favor y en contra, como registro que permita revisarlos al finalizar el trabajo con el texto.
¿Escucharon hablar de la “aporofobia”? Vean la definición que encontramos en Wikipedia:

“La aporofobia (del griego άπορος (á-poros), sin recursos, indigente, pobre; y φόβος, (fobos), miedo) se refiere al miedo y rechazo hacia la pobreza y hacia las personas pobres. Es la animosidad, hostilidad y aversión, respecto de las zonas o barrios carenciados y respecto de las personas pobres, o sea, frente a aquellas personas que se encuentran desamparadas y con muy pocos recursos.

El concepto de aporofobia fue acuñado en los años 90 por la filósofa Adela Cortina, catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia, para diferenciar esta actitud de la xenofobia, que solo se refiere al rechazo al extranjero y del racismo, que es la discriminación por grupos étnicos. La diferencia entre aporofobia y xenofobia o racismo es que socialmente no se discrimina ni margina a personas inmigrantes o a miembros de otras etnias cuando estas personas tienen patrimonio, recursos económicos y/o relevancia social y mediática”.

¿Qué reflexiones les suscita este término y el hecho de que se haya acuñado como tal tan recientemente?


Veamos ahora qué nos dice la Palabra de Dios sobre estos temas…


Los ricos en el Egipto de la esclavitud

8 Más tarde hubo un nuevo rey en Egipto, que no había conocido a José, y que le dijo a su pueblo: 9 «Miren, el pueblo israelita es más numeroso y más poderoso que nosotros; 10 así que debemos tramar algo para impedir que sigan aumentando, porque puede ser que, en caso de guerra, se pongan de parte de nuestros enemigos para pelear contra nosotros y se vayan de este país.»

11 Por eso los egipcios pusieron capataces encargados de someter a los israelitas a trabajos muy duros. Les hicieron construir las ciudades de Pitón y Ramsés, que el faraón, rey de Egipto, usaba para almacenar provisiones. 12 Pero mientras más los maltrataban, más aumentaban. Así que los egipcios les tenían mucho miedo.

13 Los egipcios esclavizaron cruelmente a los israelitas. 14 Les amargaron la vida sometiéndolos al rudo trabajo de preparar lodo y hacer adobes, y de atender a todos los trabajos del campo. En todo esto los israelitas eran tratados con crueldad. 15 Además, el rey de Egipto habló con Sifrá y Puá, que eran parteras de las hebreas, y les dijo:

16 —Cuando atiendan a las hebreas en sus partos, fíjense en el sexo del recién nacido. Si es niña, déjenla vivir, pero si es niño, ¡mátenlo!

17 Sin embargo, las parteras tuvieron temor de Dios y no hicieron lo que el rey de Egipto les había ordenado, sino que dejaron vivir a los niños.18 Entonces el rey de Egipto las mandó llamar y les dijo:
—¿Por qué han dejado vivir a los niños?

19 —Porque las mujeres hebreas no son como las egipcias —contestaron ellas—. Al contrario, son muy robustas y dan a luz antes de que nosotras lleguemos a atenderlas.

20-21 De esta manera el pueblo israelita seguía creciendo en número, y cada vez se hacía más poderoso. Además, como las parteras tuvieron temor de Dios, él las favoreció y les concedió una familia numerosa. 22 El faraón, por su parte, ordenó a todo su pueblo: «Echen al río a todos los niños hebreos que nazcan, pero a las niñas déjenlas vivir.» (Éxodo 1:8-22)


En los salmos, se opone a humildes que confían en el Señor, frente a impíos, ricos y altaneros. Por ejemplo:

Salmo 72:

1 Concede, oh Dios, al rey, tu propia justicia y rectitud, 2 para que con rectitud y justicia gobierne a tu pueblo y a tus pobres.
3 Ofrezcan las montañas y los cerros paz y rectitud al pueblo.
4 ¡Que haga justicia el rey a los pobres! ¡Que salve a los hijos de los necesitados y aplaste a los explotadores!”

O como dice el Salmo 73:

“ (1b) ¡Qué bueno es Dios con Israel, con los de limpio corazón! 2 Un poco más, y yo hubiera caído;
mis pies casi resbalaron.
3 Pues tuve envidia al ver cómo prosperan los orgullosos y malvados.
4 A ellos no les preocupa la muerte, pues están llenos de salud;
5 no han sufrido las penas humanas ni han estado en apuros como los demás.
6 Por eso el orgullo es su collar y la violencia su vestido;
7 están tan gordos que los ojos se les saltan, y son demasiadas sus malas intenciones.
8 Con burla, orgullo y descaro, amenazan hacer maldad y violencia;
9 atacan al cielo con sus labios y recorren la tierra con su lengua.
10 Por eso la gente los alaba y no encuentra ninguna falta en ellos.
11 Preguntan: «¿Acaso Dios va a saberlo? ¿Acaso se dará cuenta el Altísimo?»
12 ¡Miren a estos malvados! Con toda tranquilidad aumentan sus riquezas.”
En los profetas, aparece en reiteradas veces el oprimido, el huérfano y la viuda, y por oposición, ricos y altaneros, incluyendo a gobernantes corruptos e injustos. Por ejemplo:

En Isaías 3.14-15:

“14 El Señor llamará a juicio, y dirá a los ancianos y a los jefes del pueblo: «Ustedes han estado destruyendo mi viñedo; han robado a los pobres, y lo que roban lo guardan en sus casas.
15 ¿Con qué derecho oprimen a mi pueblo y pisotean la cara a los pobres?» Lo afirma el Señor todopoderoso.”

O en Amós 8:4-7:

“4 Oigan esto, ustedes que oprimen a los humildes y arruinan a los pobres del país;
5 ustedes que dicen: «¿Cuándo pasará la fiesta de la luna nueva, para que podamos vender el trigo? ¿Cuándo pasará el sábado, para que vendamos el grano a precios altos y usando medidas con trampa y pesas falsas?
6 ¡Arruinaremos a los pobres hasta que ellos mismos se nos vendan como esclavos para pagar sus deudas, aunque sólo deban un par de sandalias! ¡Venderemos hasta el desecho del trigo!»
7 El Señor ha jurado por la gloria de Jacob: «Nunca olvidaré lo que han hecho.»

Y en el Nuevo Testamento, tenemos los “relatos de la infancia” de Jesús, donde vemos a José y su familia perseguidos por el poder después de la matanza de Herodes, exiliados y vueltos a Israel. P ero temiendo el poder del nuevo gobernante, se reubican en Galilea (Mateo 2.1-23). T Leemos también el cántico profético de alabanza de María, en Lucas 1.46-55, de donde citamos los vs 50-53:

“50 Dios tiene siempre misericordia de quienes lo reverencian.
51 Actuó con todo su poder: deshizo los planes de los orgullosos,
52 derribó a los reyes de sus tronos y puso en alto a los humildes.
53 Llenó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.”

En las epístolas pastorales, leemos la advertencia contra la riqueza, como en 1ª Timoteo 6.7-10:

“7 Porque nada trajimos a este mundo, y nada podremos llevarnos;
8 si tenemos qué comer y con qué vestirnos, ya nos podemos dar por satisfechos.
9 En cambio, los que quieren hacerse ricos caen en la tentación como en una trampa, y se ven asaltados por muchos deseos insensatos y perjudiciales, que hunden a los hombres en la ruina y la condenación.
10 Porque el amor al dinero es raíz de toda clase de males; y hay quienes, por codicia, se han desviado de la fe y se han causado terribles sufrimientos.”
Y la exhortación a los creyentes que tienen riquezas, en el mismo capítulo:
“17 A los que tienen riquezas de esta vida, mándales que no sean orgullosos ni pongan su esperanza en sus riquezas, porque las riquezas no son seguras. Antes bien, que pongan su esperanza en Dios, el cual nos da todas las cosas con abundancia y para nuestro provecho.
18 Mándales que hagan el bien, que se hagan ricos en buenas obras y que estén dispuestos a dar y compartir lo que tienen.
19 Así tendrán riquezas que les proporcionarán una base firme para el futuro, y alcanzarán la vida verdadera.”

O el duro mensaje contra las discriminaciones desde la riqueza y específicamente sobre los ricos, en la carta de Santiago 2:

“1 Ustedes, hermanos míos, que creen en nuestro glorioso Señor Jesucristo, no deben hacer discriminaciones entre una persona y otra.
2-3 Supongamos que ustedes están reunidos, y llega un rico con anillos de oro y ropa lujosa, y lo atienden bien y le dicen: «Siéntate aquí, en un buen lugar», y al mismo tiempo llega un pobre vestido con ropa vieja, y a éste le dicen: «Tú quédate allá de pie, o siéntate en el suelo»;
4 entonces están haciendo discriminaciones y juzgando con mala intención.”
“5 Queridos hermanos míos, oigan esto: Dios ha escogido a los que en este mundo son pobres, para que sean ricos en fe y para que reciban como herencia el reino que él ha prometido a los que lo aman; 6 ustedes, en cambio, los humillan. ¿Acaso no son los ricos quienes los explotan a ustedes, y quienes a rastras los llevan ante las autoridades? 7 ¿No son ellos quienes hablan mal del precioso nombre que fue invocado sobre ustedes?”

 

¿Encuentran diferencias entre lo que Dios nos dice a través del Antiguo Testamento y los ejemplos del Nuevo Testamento? ¿Coincide? ¿Agrega?

¿Qué sentimientos les provocan estos mandatos bíblicos?

Avancemos con la lectura del texto de Guido Bello. En este apartado encontrarán nuevas citas bíblicas hilvanando el pensamiento del autor.

¿Qué les pasa por la mente y el corazón de los que odian y estigmatizan a los pobres?


Para ponerlo en metáforas, parábolas o relatos bíblicos:


El desprecio y la estigmatización del pobre de Nazaret

Jesús no hizo una opción por los pobres, sino que optó por ser pobre, él mismo, desde la pobreza de sus padres, como integrantes de las comunidades de los “pobres de Yavé”, los anawin en la expresión aramea, los que esperaban la restauración de Israel o la liberación de Jerusalén (Lc 1.25,38). Jesús se hace maestro caminante sin lugar “donde recostar su cabeza” (Mt 8.20), el que “siendo rico se hizo pobre por causa de ustedes, para que por su pobreza ustedes se hicieran ricos” (2 Cor 8.9).

Pues bien, este pobre nunca rechazó a nadie por ser rico, sino que amó a publicanos mal enriquecidos como Leví o Zaqueo (Mt 9.9-13; Lc 19.1-10) y siente amor por el joven rico que se le acerca, aunque advierte “¡Qué difícil es para los ricos entrar en el reino de Dios!” (Lc 18.18-25). Pero este pobre fue ultrajado por los ricos gobernantes del imperio romano (Jn 18.38 – 19.6), fue estigmatizado por los ricos sacerdotes que habían hecho del templo de Jerusalén una cueva de ladrones (Jn 8.19-24), fue censurado por los ricos fariseos que quisieran acallarlo (Lc 19.37-40).

Recordemos que este pobre se identifica, en su juicio a todos los pueblos, con los hambrientos y sedientos, se hace uno con los desnudos, con los enfermos y con los presos, sin preguntarse por qué están presos, por qué están hambrientos o desnudos. Simplemente se identifica con los pobres, con los que están sufriendo, y basta eso para su compartir el pan, el agua y la ropa elemental o para visitarlos. “Todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicieron” (Mt 25.40).

El menosprecio y la estigmatización de los pobres en la comunidad de Corinto

Es importante tener en cuenta que las famosas palabras de la institución de la Mesa del Señor en 1 Corintios 11 (vs 23-26) no están dichas en el aire, sino en el contexto de una seria reprensión del apóstol Pablo porque “la cena que ustedes toman en sus reuniones ya no es realmente la Cena del Señor” (v 20). ¿Qué está pasando? Como las reuniones se hacían en la propiedad de algún hermano rico que tenía casa, “en horario vespertino (…) y la gente común y los esclavos, con sus jornadas de trabajo largas y pesadas, llegan más tarde que los hermanos de rango social más alto. Y estos, que son del mismo status que el anfitrión, se adelantan a disfrutar su abundante comida y bebida” (Foulkes, Comentario Bíblico Latinoamericano), hasta con algunos embriagados, y cuando llegan los demás ya no queda nada para ellos. Además del hambre, los pobres sufren una seria deshonra causada por sus hermanos… ¡en una cena supuestamente comunitaria! Discutiendo este problema es que Pablo recuerda aquella “tradición” dejada por el Señor: la tradición del amor que se da por entero, hasta la muerte, por los que no son nada a los ojos del mundo. Eso “no es realmente la cena del Señor”, eso es “un menosprecio de la iglesia de Dios” y una estigmatización de los pobres, “los que no tienen nada” (vs 20-22).

El desprecio y la estigmatización de los pobres de Samaria

El buen samaritano de la parábola de Jesús (Lc 10.25-37) no es solo el increíble prójimo del hombre asaltado, sino que es el último en el escalafón social en esos tiempos. Pobre pero precavido –llevaba aceite, vino y hasta vendas–, tuvo que dejarle al posadero solamente dos días de salario, dos denarios, para que le cuidara al anónimo huésped y pagarle el resto a su regreso. Y quedan recortados en el paisaje de ese camino peligroso los dos ricos, indiferentes e insensibles: el sacerdote y el escriba…

La famosa samaritana del Evangelio de Juan (cap. 4) es en realidad una anónima mujer pobre –cargando un pesado cántaro lleno de agua todos los días–, discriminada por los mismos discípulos, que se sorprenden de encontrar a su maestro conversando con esta mujer y encima samaritana, aunque ella misma va a demostrar un rico discernimiento sobre la fe que le ofrece Jesús y va a demostrar además un liderazgo sorprendente sobre esa comunidad tan patriarcal (v 27-30, 39-42).

Y de hecho, al mismo Jesús, estigmatizándolo, los enriquecidos dirigentes de la comunidad judía de Jerusalén le dicen: “¿No decimos bien nosotros, que tú eres samaritano y que tienes demonio?” (Jn 8.48).

El odio y la estigmatización de los pobres en el Apocalipsis

Finalmente, podemos leer el texto del Apocalipsis como el mensaje esperanzador dirigido a comunidades pobres, excluidas, perseguidas y crucificadas como el pobre de Nazaret. Este reaparece como el Cordero que lleva todavía las señales de la muerte, pero resucitado y anunciando cielos nuevos y tierra nueva, nueva Jerusalén y un nuevo Edén.

Podemos ver Apocalipsis 2:

2:8-11, el mensaje a la iglesia de Esmirna. D e entre siete, una de las pocas realmente fieles, a la que se le dice: “Yo conozco tus sufrimientos y tu pobreza”. O ver en el cap 7, que la multitud de los que alaban a Dios en esa visión son “los que han pasado por la gran tribulación” de la persecución del Imperio. En los caps 21 y 22, sobre la nueva Jerusalén y el nuevo Edén.

Nuevamente el texto bíblico nos confronta con la mirada de Dios, tan distinta a la nuestra, sobre los pobres. ¿Qué nuevos elementos les aportan estos textos? ¿Suman alguna nueva comprensión del mensaje que Dios nos quiere transmitir?

El autor nos señala que estos relatos bíblicos muestran la condena de Dios a la estigmatización de los pobres.

¿Qué entienden ustedes por “estigmatizar”?

¿De qué maneras estigmatizamos a una persona? ¿Cómo estigmatizamos hoy en día a los pobres?


Para in concluyendo


En todo el mundo se concentra más la riqueza en menos manos. En todo el mundo crece más la pobreza; cada vez hay más pobres, especialmente en el llamado tercer mundo: África, América Latina, grandes regiones de Asia. El problema es la riqueza injusta, la riqueza que no produce vida sino que se reproduce en dinero y más dinero. “Del Señor es el mundo y todo lo que en él hay, con todo lo que en él vive”, dice el Salmo 24. “Mío es el mundo y todo lo que en él hay, mío es todo lo que en él vive” parece ser la consigna de los más ricos o enriquecidos.

Y peor todavía, como filosofía y como propuesta de vida, la estigmatización de los pobres, especialmente de las mujeres pobres y de los jóvenes pobres. Ellos y ellas han pasado a ser los delincuentes, los que merecen estar en la cárcel o mejor, con un balazo en la cabeza. “A nosotros nos cazan como pájaros”, me contaba hace unos 20 años un “menino da rúa”, un chico de la calle de la inmensa ciudad de San Pablo. Ni quiero imaginar cómo lo están pasando en el Brasil de hoy los “chicos y chicas de la calle”.

El Salmo 1 comienza diciendo, en palabras de la versión de Reina-Valera,

Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores (burladores) se ha sentado”.

La nueva cultura del d ios Dinero es la cultura de la burla sobre los más pobres. Eso es lo que llamamos la estigmatización de los pobres, o más elegante todavía, dicho en griego, la “aporofobia”. Nada más alejado del evangelio del pobre de Nazaret, el que un día se presentó a sí mismo en una sinagoga de la pobre Galilea diciendo:

“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar la buena noticia a los pobres, me ha enviado a anunciar libertad a los presos y dar vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a anunciar el año favorable del Señor.” (Lc 4.16-21)

¿Cómo entienden esta afirmación del autor del texto?

“El problema es la riqueza injusta, la riqueza que no produce vida, sino que se reproduce en dinero y más dinero. “

¿Cómo lo relacionan con los tiempos que vivimos?

Después de leer el documento con tanta abundancia de textos bíblicos,

¿qué conclusiones sacan para la vida personal?

¿Cuál les parece que debería ser nuestra actitud como ciudadanos y ciudadanas en relación con estos temas?

¿Cómo nos afecta en tanto comunidad de fe? ¿Tendrá algo que ver con nuestro testimonio, con nuestra hospitalidad, con nuestros trabajos de diaconía? ¿De qué manera?

Estas reflexiones, ¿nos llevan a cambiar algo?

¡Que Dios nos dé sensibilidad, amplitud, sabiduría para saber ver en el pobre, en el huérfano, en la viuda a Aquel que no tenía donde recostar su cabeza!
¿Qué motivos de oración personal te surgen? No es necesario compartirlos…
¿Qué motivos de oración propondrían a la luz de lo trabajado para sus comunidades de fe?

Guido Bello Henríquez, chileno, 1944, maestro en letras y ciencias de la educación, licenciado en teología, casado con cuatro hijos, once nietos, dos bisnietos, exiliado en la Argentina en 1973, pastor en la iglesia metodista desde 1976.

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