Sal y luz – Carta Pastoral de abril
“Ustedes son la sal de este mundo… Ustedes son la luz de este mundo”
Evangelio de Mateo 5:13-16
¿Quién puede ser testigo sincero y de verdad en una época marcada por la desconfianza en las palabras, en los discursos y en los relatos?
Jesús les dice a sus discípulos y discípulas y a los testigos cristianos de todos los tiempos que han de ser sal para saborizar y luz para iluminar (Mateo 5:14-16).
Sabemos muy bien que la sal, para salar, primero se deshace, se disuelve, deja de ser lo que era. Y la lámpara o la vela que producen luz, tanto el aceite como la cera, se consumen. Podemos inferir que nuestra existencia tan solo tiene sentido en tanto y en cuanto se gaste o se consuma en beneficio de los demás.
En esta línea, Francisco de Asís va a afirmar lo siguiente: “alguien que primero dé testimonio y luego le dé sentido (si es preciso) con una palabra auténtica y coherente”.
¡Ser sal de la tierra! Esto conlleva una fuerte autoconciencia de misión de la Iglesia, un compromiso de salvar la tierra, como buena sal, que da sabor y conserva los alimentos. Los creyentes hemos de ser portadores de un sabor y salvación que se ofrecen con generosidad a todo el mundo. Somos llamados a no perder la fuerza, somos llamadas a permanecer como signos de sentido para la tierra toda.
Ser luz del cosmos. Una parábola sobre la iglesia en segunda persona: ustedes son la luz. Es probable que la luz sea la más poderosa señal o símbolo del cosmos. Jesús concibe su discipulado como una luz encendida sobre lo alto, para que todos y todas vean y puedan caminar con claridad, sin temor a perderse.
Ser sal y luz hoy
Aquí está el gran desafío para todo testigo en el presente siglo. Se trata de “ser” lo que decimos que somos y no solo decirlo. Y “estar” donde Jesús nos quiere. En este ser y estar no pasaremos por alto la advertencia del profeta Isaías sobre la obra de los que confunden, y propagan oscuridad y amargura: «¡Ay, de los que llaman al mal bien, y al bien mal; que dan oscuridad por luz, y luz por oscuridad; que dan amargo por dulce, y dulce por amargo!».
Aceptemos, pues, esta identidad que Jesús nos da, y brillemos, iluminemos con buenas obras para el prójimo, dando buenos sabores a este mundo, a todas las vidas que nos rodean, especialmente a quienes necesitan sabores de honestidad y esperanza. Y que esta acción sea con la audacia y creatividad que surge de dejarse tocar por el fuego del Espíritu. En tiempos de intemperie y de banalización del mal somos convocados y convocadas a ser sal y luz en un sistema perverso que se encuentra en guerra contra la vida.
Me despido con este pensamiento del prolífico teólogo danés del siglo XIX, Søren Kierkegaard, sobre una vivencia cristiana auténtica o una vivencia acomodaticia:
“No montarse un cristianismo cómodo y tranquilo sobre la base de que a alguien le crucificaron en un monte hace dos mil años por ser auténtico”.
Abrazo fraterno/sororal
Pastor Américo Jara Reyes
Obispo