A 500 años de la Reforma: de Martín Lutero a Santiago Maldonado
El 500º aniversario del inicio de la Reforma Protestante viene siendo motivo de diversas conmemoraciones en y desde Argentina[1]. Por un lado, el 16 de junio se realizó en el Congreso Nacional la jornada “Influencia de la Reforma Protestante en los ámbitos de la economía, la economía, el arte y la cultura” [2]; el 15 de septiembre se llevó adelante una jornada de “oración común” en la Catedral de Buenos Aires[3]; los días 28 y 29 de septiembre tuvo lugar el Foro “La actualidad de la Reforma Evangélica”, en la sede del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires[4]; y el 21 de octubre se llevó adelante en la Iglesia Evangélica Metodista de Flores un panel con representantes de las iglesias católica, luterana y metodista para analizar el documento Del conflicto a la comunión[5]. Por otro lado, es de resaltar que las conmemoraciones no se circunscriben a la capital argentina. En este sentido, cabe mencionar, a modo de ejemplo, que el 31 de octubre fue declarado día feriado para protestantes y evangélicos en las provincias de Entre Ríos y Santa Fe[6], y que en Santiago del Estero[7] se llevaron adelante actividades culturales sobre la Reforma. Por su parte, antes de que finalice el año se realizarán otros encuentros alusivos[8].
El hecho de que algunas de las referidas actividades se hayan realizado en ámbitos gubernamentales y que incluso fuesen auspiciadas por las autoridades públicas, remite al respeto y aprecio del Estado por las comunidades herederas de la Reforma. En este sentido va también la presencia del propio presidente de la Nación, Mauricio Macri, en la Celebración Musical realizada el pasado 4 de septiembre en el Teatro Colón[9]. Este acto de alto perfil cultural e institucional tuvo una particularidad, ya que luego de las palabras del primer mandatario se escuchó el grito “¡¿Dónde está Santiago Maldonado?!”[10], en alusión al joven artesano desaparecido en la provincia de Chubut en medio de un operativo represivo de la Gendarmería Nacional, el pasado 1º de agosto. Se trata de un caso que ha conmovido a la sociedad argentina, incluso con la realización de manifestaciones pidiendo por verdad y justicia, en el país y en el exterior.
Como suele suceder, las huellas y los mensajes del pasado son asumidos en el recuerdo que hacen las generaciones posteriores. En este sentido, los actos señalados muestran diferentes formas de evocar el inicio de dicho movimiento reformista. Aquí, de forma complementaria a esas conmemoraciones, nos parece pertinente recuperar una pregunta central que se formulaba Martín Lutero: “¿Cómo puedo tener un Dios misericordioso?”
Se trata de un interrogante que es invocado en el diálogo ecuménico internacional. En efecto, el trascendente documento Del conflicto a la comunión[11] que ya mencionamos, comienza con esa pregunta, señalando luego que el reformador “encontró al Dios de gracia en el evangelio de Jesucristo”, citando a su vez estas palabras de la Disputa de Heidelberg: “La verdadera teología y el conocimiento de Dios se encuentran en Cristo crucificado”[12].
Al final de dicho texto se señalan cinco “imperativos” para la conmemoración ecuménica de la Reforma. Es en el quinto y último “imperativo” donde se hace una alusión al rol de los cristianos ante la situación internacional: “católicos y luteranos deben dar testimonio común de la misericordia de Dios en la proclamación y el servicio al mundo”[13].
Junto con ese documento, entendemos que el profundo interrogante de Lutero tiene fuertes implicancias para la ética social cristiana, puesta a su vez en diálogo con la ética laica de nuestras sociedades democráticas y plurales. Nos parece que eso es un tema importante hacia afuera de las comunidades eclesiales, porque en ciertos ambientes y contextos se aborda la Reforma como movimiento religioso, cultural y político pero en general se desconoce el camino que han recorrido particularmente luteranos y católicos desde el movimiento ecuménico; es decir, en ciertos ambientes extraeclesiales aún se desconoce que ya no se está en el conflicto de 1517. Pero también se trata de una cuestión importante hacia dentro de las confesiones cristianas, porque a veces se asume que en el camino hacia la unidad plena y visible entre las denominaciones religiosas se podría prescindir del “servicio al mundo”, como si el involucro activo en la transformación de las realidades políticas, culturales y económicas no fuese constitutivo de la fe cristiana, siempre en apertura a la interculturalidad.
Es pertinente observar aquí que en la declaración luterano – católica que se firmó el 31/10/2016, en el marco de la visita del Papa Francisco a Lund (Suecia), las iglesias se comprometieron a trabajar en una amplia agenda de derechos a escala global. Así, se pidió por la defensa de los derechos humanos y la dignidad “especialmente (…) de los pobres”; y también el trabajo por la “justicia”. En esa declaración se expresó además el reclamo por el cese de “la violencia y el radicalismo”, la acogida generosa y la defensa de “los derechos de los refugiados y de los que buscan asilo”. También, se sostuvo que el “servicio conjunto en este mundo (…) debe extenderse a la creación de Dios, que sufre explotación y los efectos de la codicia insaciable”, pidiendo por la justicia intergeneracional para garantizar el “derecho de las generaciones futuras a gozar de lo creado por Dios con todo su potencial y belleza”. Por último se pidió por “un cambio de corazón y mente que conduzca a una actitud amorosa y responsable en el cuidado de la creación”.
En este contexto, entendemos que el grito-pregunta por Santiago Maldonado en medio de una de las conmemoraciones de la Reforma, algo nos dice sobre ese “servicio al mundo” que se espera, ante todo, de los propios cristianos. Sería una tergiversación interpretar nuestros dichos como una reivindicación de la falta de respeto a la investidura presidencial, lo cual en sí siempre es repudiable. Del gesto mencionado, realizado de forma pacífica, nos parece importante retener la irrupción de la denuncia profética que, en su carácter público política, asume la interpelación al poder ante situaciones de injusticia y vulneración de derechos, sobre todo cuando desde ciertos ámbitos se promueve, por lo menos, que tales reclamos pasen al olvido. En tal sentido, la trascendencia de un gesto como el que referimos nos estaría diciendo algo importante: existiría poco compromiso con las huellas y mensajes del pasado si los recuerdos no se hicieran desde nuestra atenta escucha de los signos del tiempo presente.
Junto con evidenciar la trascendencia de los actos que se viene realizando en Argentina y el mundo en la conmemoración de la Reforma, los señalamientos recuperados aquí tal vez nos ayuden a redescubrir la relevancia de la pregunta de Lutero y su importancia fundamental para la ética social cristiana, en un necesario diálogo con la ética laica de nuestras sociedades postseculares. De manera que en el ámbito público pueda haber convergencia de fines (por caso, la búsqueda de memoria, verdad y justicia; la lucha por la dignidad humana) aunque los fundamentos de las acciones de cada uno sean diferentes. Así, las sociedades democráticas se ven beneficiadas cuando los cristianos de distintas denominaciones viven en lo concreto el encuentro con el “Dios misericordioso” que buscaba el reformador (y que la cantata BWV 147 de Bach expresa bellamente), porque allí está la fuente de la misericordia en tanto virtud no intimista, sino de transformación social.
Que en Del conflicto a la comunión se aluda al “servicio al mundo” no como algo optativo, que las iglesias pueden hacer o no, sino como uno de los “imperativos” para la conmemoración de la Reforma, demanda a los cristianos de Argentina y de todo el mundo tomar muy en serio esas interpelaciones. Que ellos, inspirados en la “experiencia espiritual” de Lutero sobre el “evangelio de la justicia de Dios, que es a la vez su misericordia”[14], puedan llegar a decir como él escribiera en 1545 al abrírsele una nueva comprensión del obrar divino: “Ahora me sentí totalmente renacido. Las puertas se habían abierto, y yo había entrado en el paraíso”[15].
Por Aníbal Torres
Este artículo se publicó originalmente en Observatorio sobre Religión y Asuntos Públicos en América Latina
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