Wesley y la Reforma
Primera entrega
DE LUTERO A WESLEY: UNA DOCTRINA INCLUSIVA DE LA GRACIA
Lutero y Wesley son dos personalidades muy diferentes, de tiempos y lugares diferentes, y con roles diferentes en la historia de la Iglesia Cristiana. No valen las comparaciones. Ambos son, a su modo y en su tiempo, y a través de su influencia en sucesivas generaciones, exponentes de la teología de la gracia. Lutero buscaba, por todos los caminos, la paz con Dios, obsesionado por la condición pecadora del ser humano; Wesley buscaba, por todos los métodos de la espiritualidad heredada, la santidad de vida, interior y exterior. Ambos encontraron la respuesta y la fuente de su pensamiento y acción en la teología de la gracia.
Curiosamente, ambos líderes comienzan su búsqueda espiritual en una Universidad: Lutero en Wittenberg y Wesley en Oxford, y esa búsqueda personal de salvación y de integridad de vida cristiana también tendrá consecuencias eclesiásticas y sociales imprevisibles para sus actores. ¡Quizás no está de más recordar en un momento como éste, que la Universidad puede ser un lugar muy apropiado para nuestra búsqueda espiritual y teológica!
a) La experiencia de la gracia en Wesley
La relación de Wesley con Lutero no es tanto teológica como existencial. Según la tradición metodista, y en base al testimonio de Wesley en su Diario, una fecha clave para Wesley fue el 24 de mayo de 1738. Todos estamos familiarizados con el texto del Journal en esa fecha:
De noche fui de mala gana a (la reunión de) una sociedad en Aldersgate Street, donde uno leía el prefacio de Lutero a la Epístola a los Romanos. A eso de las nueve menos cuarto, mientras describía el cambio que Dios obra en el corazón por la fe en Cristo, sentí arder extrañamente mi corazón. Sentí que confiaba en Cristo, Cristo solo, para la salvación; y se me dio la seguridad de que Él había quitado mis pecados, aun los míos, y me salvó de la ley del pecado y de la muerte”.
Como podemos ver: ¡Lutero estaba presente en Aldersgate Street! El Comentario de Lutero, escrito 200 años antes, es el instrumento para responder a la búsqueda de Juan Wesley. Tanto Lutero, como Wesley, encuentran la respuesta a su búsqueda en las Escrituras. y su confirmación en la experiencia personal.
Wesley aclamó a Lutero como “glorioso campeón del Señor de los Ejércitos…”, pero en realidad, Wesley recibió la herencia de Lutero mediada por el anglicanismo y por los luteranos moravos. Fue a través de los moravos (Peter Bölher en particular) que Wesley se abrió a la búsqueda de la assurance, que culminará en Aldersgate. Pero también algunas de sus reacciones negativas hacia Lutero y su pensamiento son reacciones en el contexto del quietismo moravo y del riesgo siempre latente del antinomianismo, como es el caso de su desencanto con el Comentario de Lutero a la Epístola a los Gálatas. Wesley se escandalizaba de la forma como Lutero desacreditaba a la razón y ponía en el mismo saco a la ley de Dios, el diablo y el infierno.
En el fondo, la diferencia fundamental entre Lutero y Wesley, en cuanto a la gracia, es el concepto de la santificación, de la gracia santificadora. En este punto, Wesley marca las distancias tanto con Lutero como con la Iglesia de Roma, en forma contundente:
“¿Quién ha escrito mejor que Lutero sobre la justificación por la fe sola? ¿Y quién fue más ignorante de la santificación o más confundido en su concepción que él? Por otra parte, cuantos escritores de la Iglesia Romana han escrito con fuerza y con base bíblica sobre la santificación… pero quienes desconocían enteramente la naturaleza de la justificación… Pero ha placido a Dios dar a los metodistas un conocimiento pleno y claro de cada una y la amplia diferencia entre ellas”.
Y, sin embargo, Wesley es inevitablemente heredero y representante de la Reforma. Su identidad es inconfundiblemente protestante, como se puede ver en su “Carta a un Hermano Católico-Romano”, pero sobre todo en sus análisis críticos de los catecismos católico-romanos de su época
Mortimer Arias (tomado de la conferencia “De Lutero a Wesley y de Wesley a nosotros”
Segunda entrega
La doctrina de la gracia en Wesley
Con todo, tenemos que reconocer que Wesley también es un teólogo de la gracia, con un concepto inclusivo y abarcador, y un énfasis en la santificación que devuelve al creyente su responsabilidad ante el Dios de la gracia.
Albert Outler, en su clásica obra sobre la teología de Wesley, observaba que “Para Wesley, la iniciativa del Espíritu es la esencia dinámica de toda la gracia”, y años más tarde en su monumental edición de los Sermones de Wesley, afirma contundentemente:
“el corazón del evangelio de Wesley fue siempre un sentido muy vivo de la gracia obrando a todo nivel en la creación y en la historia, en las personas y en las comunidades… La ‘sustancia católica’ de la teología de Wesley (que incluye lo protestante y lo católico, lo occidental y lo oriental) es el tema de la participación – la idea de que toda vida es gracia y toda gracia es la mediación de Cristo por el Espíritu Santo”.
Theodore Runyon en su obra más representativa y actualizada de la teología wesleyana, felizmente editada y traducida al portugués por la UNIMESP, A Nova Creacâo: A Teologia de Joâo Wesley Hoje, reafirma esta misma conclusión:
“La clave para todas las doctrinas soteriológicas de Wesley es su comprensión de la gracia de Dios”
La naturaleza de esta gracia es el amor, y no puede ser impuesta por la fuerza sobre nosotros. “No es irresistible como sostienen algunas de las teorías predestinacionistas”, dice Wesley. “El amor de Dios quiere salvar las almas que él ha creado… pero no las obligará a aceptarlo… La gracia, o amor de Dios, de donde viene nuestra salvación, es libre en todos, y libre para todos” La cita favorita de San Agustín para Wesley era: “Él, que nos hizo solito, no nos salvará sin nuestra participación” (Sermón 85, IV, 126).
La gracia, según Wesley, se manifiesta en tres formas: en nuestra creación, en nuestra transformación y en nuestra re-creación, o sea la gracia preveniente, la gracia justificante y la gracia santificante. Esto es lo que se ha denominado “el optimismo de la gracia” en Wesley (que va junto con su “pesimismo sobre la naturaleza”).
Wesley compara la salvación a una casa, la gracia preveniente seria el porche, la justificación la puerta y la santificación los cuartos de la casa donde somos llamados a vivir”.
- La Gracia Preveniente.
Gracia Preveniente significa que “Dios siempre está primero”. Antes que tú nacieses; antes que tú te arrepintieras, antes que tú creyeras, antes que llegara la iglesia, antes que llegara el cristianismo, a tu vida o al mundo. Dios está primero: y nos amó “desde antes de la fundación del mundo”. La gracia de Dios es libre y gratuita y llega a todo ser humano, a cada ser humano, sin distinción. La conciencia es ya en sí un don de la gracia de Dios. No se puede negar la relevancia del concepto wesleyano de la “gracia preveniente” para el diálogo interreligioso y para la participación en la misión común por y con toda la humanidad. Esta convicción de la presencia de Dios en cada vida humana es lo que da a cada persona un valor infinito como objeto del cuidado de Dios. Y, por otra parte, nos abre una puerta al diálogo con todas las personas de otras religiones o de ninguna religión… ¡Dios está allí antes que nosotros lleguemos, antes que nosotros hablemos! - La Gracia Justificadora o Justificante.
Continuando con la metáfora de Wesley sobre el proceso de salvación como la casa de la fé, avanzamos del porche de la gracia preveniente hasta la puerta de la justificación o del nuevo nacimiento. El Dr. Runyon resume así el sentido de la justificación:“La justificación es el modo como Dios –usando un término de la informática- realinea la humanidad, restaurándonos al relacionamiento para el cual fuimos creados. Para Wesley ese realineamiento es posible gracias al perdón y al amor de Dios manifestado por medio de Cristo, interrumpiendo el círculo vicioso de la alienación y el alejamiento que nosotros(as) mismos imponemos y estableciendo un nuevo relacionamiento basado en la misericordia de Dios…La justificación da inicio al proceso de retauración de la imagen de Dios en nosotros(as)…para un propósito: no sólo recibir de Dios, sino repartir lo que recibimos con las otras personas…Por tanto, la justificación es parte de un proceso mayor conocido por la combinación de justificación-regeneración-santificación, todas ellas elementos esenciales en la comprensión de Wesley sobre la salvación”Hoy, católicos y protestantes históricos, reconocen que la “justificación por la fé”, es la doctrina de la Iglesia. Este fue el mensaje que Wesley comenzó a predicar al día siguiente de la experiencia del “corazón ardiente” en Aldersgate , y que se potenciará al predicarlo al aire libre, a las multitudes de Bristol, el centro de la Revolución Industrial en la Gran Bretaña. La llamada “conversión” de Wesley en Aldersgate es una “apropiación” de la justificación por la fe, una experiencia de la gracia justificante, como “seguridad de la salvación”, evocada por los moravos. Este don radical del amor liberador fue lo que Wesley recibió de la tradición luterana, a través de las sociedades moravas, y que luego reencontraría en las Homilías de la Iglesia Anglicana. De hecho, esta doctrina era parte de la herencia de la Reforma, adoptada por el anglicanismo y se resumía en el décimo primer Artículo de Religión:“Somos reconsiderados justos delante de Dios solamente por el mérito de nuestro Señor y Salvador Jesucristo por la fe y no por nuestros propios méritos y obras. Por tanto, es doctrina muy saludable y llena de consolación la de que somos justificados solamente por la fe” .
Aún hay más; esto no es todo en relación a la Gracia de Dios. - La Gracia Santificante
Para Wesley, la justificación es el comienzo, pero no el final de la salvación:“Si algunas doctrinas, dentro del ámbito del cristianismo, pueden llamarse propiamente fundamentales, indudablemente lo son estas dos: la doctrina de la justificación y la del nuevo nacimiento: la primera en relación con la gran obra que Dios hace por nosotros, al perdonar nuestros pecados; la segunda con la gran obra que Dios hace en nosotros, al renovar nuestra naturaleza caída. Y este nuevo nacimiento o regeneración inaugura el proceso de santificación .Este proceso de perfeccionamiento en la imagen de Dios, se expande a todas las áreas de la existencia humana “Yo creo –concluye Wesley- que la santificación es la vida de Dios en el alma del ser humano… una participación en la naturaleza divina (2 Pedro 1:4); tener la mente de Cristo (Filp. 2:5); o la renovación de nuestro corazón según la imagen del que nos creó”(Col. 3:10)Aquí la salvación no es un punto de llegada o un status definitivo sino un proceso, un movimiento hacia una meta. En este sentido es una modificación importante de la soteriología de la Reforma. Para Lutero el corazón de la salvación es el cambio de estatus del pecador el cual es recibido y tratado como justo, por una justicia imputada (simul iustus et pecator). En el concepto wesleyano de “la gran salvación”, Dios tiene mucho más para nosotros… No sólo justifica sino que abre posibilidades no imaginadas de crecimiento en la gracia: crearnos de nuevo, transformarnos, restaurarnos a la salud y a nuestro desempeño como imagen de Dios. Se trata, ni más ni menos, que de un proyecto de vida de nunca acabar. Esta concepción de la gracia santificante, sin duda, tiene particular relevancia para los herederos de Juan Wesley, reconocidos o no, en nuestro continente, donde la “familia wesleyana” -en su sentido lato por procedencia histórica- es considerablemente la mayor frente a las familias protestantes históricas.
Mortimer Arias (tomado de la conferencia “De Lutero a Wesley y de Wesley a nosotros”)
Tercera entrega
El metodismo y la Reforma Protestante, un sinuoso camino (primera entrega)
¿Podría concebirse el metodismo sin la Reforma del Siglo XVI? Evidentemente no. El metodismo nace de la Iglesia Anglicana hacia mediados del Siglo XVIII y esta a su vez, ha pertenecido, desde el reinado de Isabel I en 1558, claramente al bloque protestante que rompió con la hegemonía católica en el norte de Europa. En este sentido, se puede afirmar que el metodismo -mediatizado por la Iglesia Anglicana- es HEREDERO HISTÓRICO de la Reforma y de sus principales reivindicaciones, a saber: la centralidad de la Biblia como Palabra revelada; la centralidad de Cristo como único mediador; el reconocimiento de sólo dos sacramentos: Bautismo y Eucaristía practicados por Jesucristo y dados a la iglesia como medios de gracia; la iglesia como comunidad de hombres y mujeres redimidos, como evento redentor más que institución de poder. En este último punto, los Wesley han llevado los principios eclesiológicos críticos de la Reforma al seno de la Iglesia Anglicana de su tiempo. Este ha sido, tal vez, el factor más claro de distanciamiento institucional con la iglesia de Inglaterra. Por todo ello podemos afirmar que, en términos generales, el metodismo es una consecuencia histórica de la Reforma.
Sin embargo, desde el punto de vista de su énfasis teológico existen diferencias que no permiten una rápida homologación entre ambas tradiciones. La directa pertenencia al anglicanismo -tanto teológico como de origen- ha incrementado esta dificultad, teniendo en cuenta que la “vía media” anglicana, que el metodismo hizo propia, es un factor de equilibrio en tensión que aglutina a un sinnúmero de tradiciones y énfasis cristianos.
Ciertamente, el acercamiento a los reformadores por parte de Wesley es ambiguo. Por un lado, Calvino y Lutero son rescatados como “… los grandes hombres de la Reforma”. En su tratado “A UN PROTESTANTE” remarca los grandes logros del movimiento reformador “la lucha contra los errores tales como los siete sacramentos, la transubstanciación, la comunión en una sola sustancia, el purgatorio que lleva a orar por los muertos, la veneración de reliquias y las indulgencias, o perdón que otorga el Papa y se paga con dinero”. Y cierra afirmando: “bien hicieron los que nos precedieron en la fe en protestar contra todo esto, particularmente contra estos tres: anular el valor de la fe cristiana al sostener que el ser humano puede ganar el cielo mediante sus méritos; sustituir el amor a Dios por la idolatría y el amor al prójimo por la persecución”. En el mismo sentido, fue el comentario a la Epístola a los Romanos de Lutero, el texto que llevó a Wesley al famoso evento-relato del corazón ardiente de la calle Aldersgate, que sin duda marcó un fuerte impacto en el desarrollo de su vida espiritual y teológica.
Sin embargo, por otro lado, algunos temas conflictivos lo alejaron de los calvinistas y luteranos de su tiempo y por extensión de sus maestros Calvino y Lutero. Sabemos que en el fragor de la disputa contra la Iglesia Romana que otorgaba a las obras de mérito un carácter salvífico (las indulgencias, la contemplación de las reliquias etcétera) los reformadores, para balancear, elaboraron una antropología pesimista, es decir, un concepto del ser humano muy negativo. Enfatizaron la soberanía de Dios en detrimento de la voluntad humana. Calvino habla del “hombre corrupto”, el cual mediante la “corrupción original, está completamente indispuesto, incapacitado, y hecho opuesto a todo bien, y enteramente inclinado hacia toda maldad”. Lutero, a su vez, se refiere al “servo arbitrio” (voluntad esclava), según la cual “Tras la caída, el hombre perdió la libertad, está obligado a servir al pecado, y no puede querer un ápice de lo bueno”.
Este énfasis, con el tiempo, se fue polarizando dando lugar a doctrinas como la de la predestinación -en el caso del calvinismo- y el del “quietismo”, en el caso de los moravos luteranos, con quienes Wesley tuvo un romance corto de un año y medio y luego rompió irreconciliablemente.
Daniel Bruno para CMEW
Cuarta entrega
El metodismo y la Reforma Protestante, un sinuoso camino (segunda entrega)
La doctrina de la predestinación, por ejemplo, sostenida por el calvinismo ortodoxo, abrió una brecha de fuerte disputa dentro de la Iglesia Anglicana. Afirmaba que, dado que el ser humano está tan corrompido por el pecado, es incapaz de decidir, por lo tanto, Dios es quien debe elegir por él quiénes deben ser salvos y quiénes no. Wesley rechaza esta doctrina y se enrola en las filas contrarias al calvinismo ortodoxo. Rescata el pensamiento de Jacobo Arminio, destacado crítico de la doctrina de la predestinación calvinista y defensor de la libertad humana para decidir la aceptación o el rechazo de la gracia ofrecida por Dios.
Por otro lado, su acercamiento y pronta desilusión con los hermanos moravos se debió a una sobre exageración que estos imprimían a la doctrina luterana de la Sola Fe. Veamos el comentario de Wesley y los motivos que lo desilusionaron tanto de los Moravos como del mismo Lutero:
“Me dirigí a Londres y leí, otra vez en el camino, el celebrado libro de Martín Lutero: “COMENTARIO SOBRE LA EPÍSTOLA A LOS GÁLATAS”. Yo me avergoncé completamente. ¿Cómo he apreciado este libro, sólo porque lo escuché tan elogiado por los demás o, como mucho, porque había leído algunas excelentes frases de vez en cuando citadas por él? Pero, ¿qué diré ahora que juzgué por mí mismo?
Ahora que veo con mis propios ojos. Por ejemplo, sólo uno o dos puntos: ¿Cómo puede condenar a la Razón, como un enemigo irreconciliable con el Evangelio de Cristo? Porque ¿Qué es la Razón sino el poder para aprender, juzgar y argumentar? Nuevamente, de qué manera blasfema se refiere Lutero a las buenas obras y a la ley de Dios, constantemente compara la Ley con el pecado y la muerte, el infierno o el diablo, y enseña que Cristo nos libera de todos ellos de igual manera. Por cierto, en la Escritura no encontramos que Cristo condena la santidad, ni el cielo, por lo tanto, tampoco condena las buenas obras… Aquí me di cuenta del gran error de los Moravos, ellos siguen a Lutero, para bien o para mal, de allí su: ‘No obras, no ley no mandamientos…’ Pero… ¿Quién eres tú para hablar mal y juzgar la ley de Dios?”
La separación entre Gracia y Ley fue el centro de esta disputa. Mientras que para Lutero la Ley era lo opuesto al Evangelio, Wesley la rescata -no ya como la dispensadora de salvación, como hacían los judíos- sino la ley en tanto mandamiento del amor. En este sentido, Wesley agrega a la doctrina de la justificación luterana la idea de santificación de las vidas a través de obras de amor. Por lo tanto, para Wesley, si bien el ser humano es justificado por la fe, es también santificado por las obras, no de méritos, sino obras de amor como frutos de la fe. Ambas deben marchar juntas y ambas construyen el concepto de salvación.
De esta manera, la libertad del ser humano para aceptar o rechazar la gracia divina y para transformar la fe en obras de amor fue central en el pensamiento wesleyano, a tal punto, que Erasmo, contendiente de Lutero en torno al tema del libre albedrío, fue materia central de estudio en la escuela que fundó Wesley en Kingswood para los hijos de sus predicadores.
Como vemos, el metodismo le debe a la Reforma el marco general de sus principios, considerados por Wesley como centrales, cuya ausencia haría peligrar al verdadero cristianismo. Pero teológicamente existen diferencias surgidas en contextos históricos de disputas particulares que alejaron al metodismo del núcleo teológico central de la Reforma oficial.
Hacia principios del Siglo XX, en su paso por los Estados Unidos de Norteamérica, hubo serios intentos por parte de teólogos metodistas de borrar esas diferencias y limar las aristas “poco protestantes” que poseía el metodismo originario en aras de encajar sin conflicto en la academia teológica, que estaba dominada por el protestantismo “oficial”. Estos teólogos sufrían del complejo de que el metodismo era considerado una mera teología práctica, hecha “a caballo”. Ellos querían mimetizarse con los grandes.
Sin embargo, ya entrada la segunda mitad del Siglo XX, los estudios metodistas fueron desempolvando seriamente y ya sin complejo las aristas originarias, las disputas, los encuentros y desencuentros del pensamiento wesleyano con los grandes maestros de la Reforma. Este redescubrimiento, lejos de afectar el espíritu ecuménico, lo engrandece. Porque no es buscando la homogeneidad que se honra la unidad, sino respetando las diferencias, dejemos hablar a Wesley para cerrar:
“Nosotros deseamos sinceramente que no se nos destaque de los cristianos verdaderos, sea cual fuere su denominación. «¿Es recto tu corazón, así como el mío es recto con el tuyo?» No hago más preguntas. «Si lo es, dame tu mano.» No destruyamos la obra de Dios por opiniones o palabras. ¿Amas tú a Dios y le sirves? Es suficiente. Te doy la mano derecha de la fraternidad. … Porque, aunque la diferencia de opiniones o de culto no permita una unión exterior completa, ¿tendrá por fuerza que oponerse a una unión en los afectos? Si bien no podemos pensar del mismo modo, ¿qué impide que nos amemos? ¿No podemos amarnos sinceramente, aunque no seamos de una misma opinión? Indudablemente sí podemos, y en este amor pueden unirse todos los hijos de Dios a pesar de esas diferencias secundarias, las que pueden permanecer sin evitar que nos estimulemos mutuamente al amor y a las buenas obras.”
Daniel Bruno para CMEW
Quinta Entrega
Wesley y el Calvinismo
Para terminar este mes dedicado a Wesley la Reforma, veremos la relación de Wesley con el Calvinismo, al cual se acerca a través de las ideas de Jacobo Arminio, el cual se opone frontalmente con la doctrina calvinista de la predestinación. El Calvinismo ortodoxo afirma:
- Depravación total. El ser humano está totalmente corrompido por el pecado y no puede decidir ni hacer nada que no esté manchado por el pecado (inhabilidad humana)
- Elección incondicional. Como el ser humano no puede decidir nada. Dios elige a quienes serán salvos y quienes serán condenados.
- Expiación limitada. Cristo murió por los elegidos.
- Gracia irresistible. Cuando Dios elige, el elegido no puede rechazar la Gracia
- Perseverancia de los santos. Los elegidos no pueden perder el beneficio de la gracia. (una vez salvos, siempre salvos)
Estos puntos fueron presentados en contraposición a los “Cinco Proposiciones de los Censurantes” presentadas por los seguidores de Jacobo Arminio, calvinista holandés, al Sínodo de Dort que decían:
- Incapacidad Natural—El pecado ha afectado el ser humano a tal grado que aparte de la gracia divina, es incapaz de obrar el bien.
- Elección Condicional—En vez de elegir arbitrariamente quiénes serán salvos y quiénes serán condenados, Dios permite que el hombre participe en su propia elección. La condición de la elección es la fe: la respuesta positiva a la gracia que Dios ofrece.
- Expiación Universal—Cristo murió por todos, no sólo por los electos.
- Gracia Preventiva—La gracia opera a favor de cada persona, aun antes de que se dé cuenta de su necesidad. El ser humano puede resistir o rechazar esa gracia.
Perseverancia Condicional—Dios provee gracia suficiente para vencer cualquier tentación, pero por resistencia o negligencia, el hombre puede perder el beneficio de la gracia.
Las bases teológicas que sienta Arminio a través de estos puntos son fundamentales para el desarrollo del pensamiento wesleyano. Arminio presenta un Dios que ama a todos los seres humanos, y que ofrece libremente su gracia salvadora, sin la cual ninguno podría ser salvo. Al mismo tiempo, la gracia de Dios concede a cada uno la capacidad de responder positiva o negativamente, aceptando o rechazando la gracia ofrecida.
Juan Wesley, edificando sobre la base que Arminio dejó, resalta la responsabilidad del ser humano de aceptar y actuar en respuesta a la gracia de Dios
Para Wesley la santificación se considera dentro del tema más amplio de la salvación. Su ordo salutis (orden de la salvación) coloca la justificación antes de la santificación, puesto que la justificación es un cambio relativo (o sea, de relación) y la santificación es un cambio real. La justificación es realizada por Dios en un instante, cuando el pecador, en respuesta a la gracia divina, confiesa su pecado, se arrepiente y por fe recibe la salvación, con sus concomitantes de la adopción, regeneración, y justificación. Los intérpretes de Wesley han usado el término santificación inicial para referirse a esta experiencia, que es el comienzo de la santificación de la persona.
El “optimismo radical” de Wesley cree firmemente que Dios puede y quiere transformar el corazón y la vida del creyente que se entrega completamente a Él. La única barrera al poder de Dios para restaurar al ser humano a la imagen y semejanza de Cristo es la resistencia del mismo ser humano. La gracia de Dios ofrece todas las oportunidades y los medios, y sólo hace falta que el hombre extienda la mano para recibir esa gracia. Habiendo recibido la gracia, en relación íntima y obediencia continua a Él, la vida del ser humano será transformada.