Wesley, revolucionario

15 Jun 2022
en Artículos CMEW
Wesley, revolucionario

Sabemos que formalmente Wesley era monárquico. Desconfiaba del caos producido por las guerras revolucionarias de independencia, tanto en América, como en Francia, porque argumentaba que en definitiva los esclavos seguirían siendo esclavos simplemente que cambiarían de dueño. ¡Por cierto no estaba muy equivocado!

Su familia fue un modelo de ecumenismo práctico. Samuel, su padre, monárquico, de la ortodoxia anglicana, conservador y fiel súbdito de Carlos II, el rey restaurador de la monarquía luego de la experiencia puritana de Oliverio Cromwell. Susana, su madre, puritana, no conformista, de espíritu libre, por eso su tumba se encuentra en el viejo cementerio de Burnhill, para disidentes.

Si bien la influencia de su madre fue determinante en muchos aspectos de su vida, Juan heredó el apego monárquico de su padre. Desconfiaba de los experimentos democráticos, le parecían una puerta abierta para el desorden, por el contrario, la monarquía ofrecía un cobijo unificador que garantizaba el orden y el desarrollo del país.

Wesley era, en sí, un monárquico romántico que agradecía las bondades del rol paternal/maternal del rey o reina (nació bajo el reinado de Ana I y luego de los Jorges) que cuidaban a sus súbditos y favorecían el crecimiento del bien común.

Lo que Wesley no conocía era la faceta externa de esa monarquía, la política exterior de expansión y saqueo a sangre y fuego con la que el Reino intentaba convertirse en Imperio. Cuando se dio cuenta, no le gustó lo que vio.

Efectivamente, en su adultez, pudo descubrir las causas profundas, la maquinaria diabólica que sostenía y mantenía en funcionamiento a la cotidiana monarquía romántica. A partir de este momento, podemos decir que Wesley fue una extraña combinación de monárquico anti imperialista.

El comercio de esclavos, en esa época era fundamental para sostener a cualquier imperio que se precie de tal. La empresa estaba divida en tres partes: la caza de hombres, mujeres y niños en África occidental, la logística de traslado marítimo a las Américas y la venta de esclavos, esclavas, para distintos tipos de trabajos, en las colonias españolas, holandesas, británicas, etc.

Estas etapas del tráfico nuca estuvo en poder de un solo país, siempre fue compartido entre los distintos imperios que competían entre Europa y América. Pero eso cambió.

En el tratado de Utrech de 1713 entre otras muchas cosas, España pierde frente a Gran Bretaña su “asiento de esclavos”, esto es la totalidad del comercio de esclavos quedaba ahora en manos de la Corona británica a través de la South See Company, compañía privada que tributaba a la corona, dedicada al traslado de mercadería, especialmente esclavos, al Nuevo Mundo. Si bien al comienzo el comercio de esclavos no era rentable, en el transcurso del siglo 18 se convirtió en la base económica del imperio.

Juan Wesley no dudó en hacer conocer su férrea critica a este modelo de “crecimiento económico”, en todos los ámbitos que le fuera posible. En su tratado “Reflexiones sobre la esclavitud” niega cualquier intento de justificación legal o natural para la compra y posesión de esclavos:


“Niego que la tenencia de esclavos sea consistente con grado alguno de la justicia moral.”


Basa su pensamiento principalmente en el del juez William Blackstone quien en su gran obra “Comentario sobre las leyes de Inglaterra” editada entre 1765 y 1769 analiza y destruye los argumentos de Justiniano el Grande, emperador romano oriental, quien sentó las bases jurídicas del código civil romano para la justificación legal de la esclavitud a través de los tres orígenes de la misma: por cautividad en la guerra, por venderse a sí mismo y por nacimiento.

Tales argumentos seguían siendo utilizados por los traficantes, dueños de plantaciones e imperios que usufructuaban de su comercio. Wesley suscribe absolutamente la argumentación de Blackstone contra esos supuestos “derechos” y concluye:


“Por lo cual, claramente se deduce que toda esclavitud es irreconciliable tanto con la justicia como con la misericordia.”


Y más adelante agrega:


“No puede ser que, ya sea por guerra o por contrato, cualquier ser humano pueda darse en propiedad a otro, como se puede con las ovejas o los bueyes. Mucho menos es posible, que criatura humana alguna nazca como esclava. La libertad es el derecho de toda criatura humana, tan pronto como respira el aire vital; y ninguna ley humana puede despojarla de tal derecho que proviene de la ley natural.”


En este ensayo de 1774 Juan Wesley tiene una palabra para cada una de las partes involucradas en este vil comercio, especialmente contra los accionistas de la South See Company y sus beneficiarios, el imperio británico:


“Es vuestro dinero el que paga al mercader, y por medio de él al capitán y a los carniceros africanos. Vosotros sois por lo tanto culpables, sí, principalmente culpables de todos estos engaños, despojos y asesinatos. Vosotros sois el resorte que pone todo el resto en movimiento: ellos no moverían un dedo sin vosotros; por lo tanto, la sangre de ellos (…) cae sobre vuestras cabezas.”


Wesley se fue involucrando cada vez más políticamente en torno a la causa abolicionista, no solamente a través de sus escritos, y predicaciones sino apoyando públicamente a los principales líderes antiesclavistas, tales como Granville Sharp, Thomas Clarkson y particularmente William Wilberforce, quienes creían que la abolición podría resolverse a través de su lucha parlamentaria.

Wesley dudaba del éxito por esa vía debido a los poderosos oponentes que tenían. En una de sus últimas cartas, el 24 de febrero de 1791 pocos meses antes de su muerte, Wesley le escribe a Wilberforce:


“A menos que el poder divino le haya escogido para ser como Atanasio contra el mundo, no sé cómo puede usted continuar con su proyecto glorioso de oponerse a esa abominable villanía, la cual es el escándalo de la religión, de Inglaterra, y de la naturaleza humana… A menos que Dios no le haya escogido para ese mismo propósito, será usted vencido por la oposición de los seres humanos y los demonios. Pero si Dios está con usted, ¿quién podrá estar en contra? Continué en el nombre de Dios y en el poder de su fuerza hasta que la esclavitud americana (la más vil que se haya visto bajo el sol) desaparezca ante ese poder.”


Hay que reconocer en Wesley esta contradicción: por un lado, su adhesión romántica a la monarquía como la garantía del orden y el bienestar para todos y, por otro, su implacable y dura crítica cuando esta monarquía mostraba sus garras imperiales recurriendo, si era necesario, a la más abominable villanía `para sustentar sus bases económicas.

Eso para Wesley era “un escándalo para la religión, para Inglaterra y para la raza humana.” En este sentido Wesley no dudaba en socavar las bases económicas del imperio si estas transformaban al ser humano en un objeto de intercambio comercial privado de sus dones más preciados: su dignidad y su libertad. En esto Wesley fue revolucionario.


Rev. Daniel A. Bruno para CMEW


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