Vení, caminemos a la luz del Señor
En el principio ya existía la Palabra.
La Palabra estaba con Dios, y Dios mismo era la Palabra.
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad.
La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.
Evangelio de Juan 1:1, 4-5
Dentro del calendario celebrativo de las iglesias cristianas está presente el Adviento, que da inicio cuatro domingos antes de la Navidad. Durante este tiempo nos preparamos para la llegada del Hijo de Dios, Jesús, que sigue viniendo a nuestras vidas.
Vivir el Adviento significa preparar la Navidad cada día dejándonos transformar por este Dios que decidió hacerse pequeña criatura. Es rememorar la aventura de María y José en su larga caminata sin encontrar un lugar para esta jovencita que llevaba el sueño de Dios en su vientre.
Ante el tiempo que irrumpe, nos preparamos para que nuestros corazones, manos y vidas, nos encuentren con una apertura totalmente generosa, para recibir al Dios de la vida amorosa, plena y abundante. Somos llamados y llamadas a prepararnos para que la ternura y la misericordia del niño Dios se hagan presencia viva en nuestros corazones, a prepararnos y transformarnos profundamente y que la Esperanza resurja con gran potencia en nuestras vidas como realidad nueva y novedosa.
Hay que estar expectantes al Dios que en este Adviento quiere dar a luz algo nuevo en nuestras vidas, en nuestras historias, en nuestras sociedades. Puede parecer que ya no tenemos edad para lo nuevo, como le ocurriera a Isabel, la mamá de Juan, el que iba a ser el Bautista. ¡Alabemos a Dios que siempre sacude nuestras miradas cortas y nuestras lógicas conformistas!
Hemos de ser testigos de la luz en medio la más profunda de las noches. Tomo prestadas las palabras de E. Hillesum, que tan bien describen lo que trato de decir:
“Hay en mí un pozo profundo. Y en ese pozo está Dios. A veces consigo llegar a él, pero lo más frecuente es que las piedras y escombros obstruyan el pozo y Dios quede sepultado. Entonces es necesario volver a sacarlo a la luz.”
Que el niño y la niña que todavía llevamos dentro nos permitan disfrutar del asombro por todo brote de vida nueva, del asombro por la maravilla de nuestras comunidades que siguen dando testimonio del evangelio con palabras claras y acciones transparentes. Que el Dios de nuestras niñas y niños nos haga asombrar ante el milagro de amor y gratuidad de sus vidas, y que disfrutemos de la irrupción del cielo nuevo y la tierra nueva de sus sueños y esperanzas.
Lloramos acompañando el llanto de quienes sufren entre nosotros, nos indignamos por los proyectos de pobreza y exclusión que oscurecen nuestros horizontes, seguimos anunciando la resurrección del Crucificado, anunciando que la vida puede más que la muerte, y que la justicia y la paz vencerán sobre las corrupciones y las guerras. Sostenidas y sostenidos por la gracia del Señor, vivamos el adviento –el tiempo que viene– como esperanza que posibilita los reencuentros y nos permite retomar los caminos que conducen a la vida plena.
“Viene un viento muy lento
del mar, dónde irá…
Trae un perfume húmedo
de otra ciudad…
El aliento del viento parece
que crece, y calienta… amanece.”
Amanecer, A. Zitarrosa
Adviento, tiempo oportuno para tomarnos de la promesa de un nuevo tiempo que Dios hace posible para nuestro mundo. Adviento, porque el alumbramiento de una nueva humanidad y de un mundo más sano y sustentable requiere que estemos atentos y atentas. Adviento, tiempo para velar y cuidar nuestras relaciones y prácticas en la gran casa común que todavía nos contiene.
“Adviento es un tiempo muy bueno para aprender a esperar a Dios, para aprender a buscar a Dios, para aprender a descubrir a Dios.
El maíz y el arroz están naciendo, hermosos. Ha llegado el Adviento. Luego llegará la Navidad. Dios está llegando siempre. Abramos los ojos de la fe, abramos los brazos de la esperanza, abramos el corazón del amor”.
Don Pedro Casaldáliga
Señor, te damos la bienvenida desde nuestras oscuridades y desde nuestras debilidades.
Señor, recibimos tu luz para que ilumines nuestros pasos de día y de noche.
Señor, que sea agradable ante ti nuestra palabra y nuestro testimonio.
¡Abrazos fraternos y sororales!
Pastor Américo Jara Reyes
Obispo