Trabajadores humanitarios religiosos hablan los refugiados tras el acuerdo entre la UE y Turquía
21 de Abril 2016
Versión en español publicada el: 26 de Abril 2016
Por Albin Hillert*
Tras el acuerdo sobre los refugiados entre la Unión Europea (EU) y Turquía, que entró en vigor el 20 de marzo de 2016, las islas griegas vuelven a ser un lugar distinto. La situación ha cambiado de forma drástica en el lugar al que en los últimos años ha llegado un elevado número de refugiados, en quienes se ha volcado toda una comunidad de trabajadores y voluntarios humanitarios locales, griegos y extranjeros.
A mediados de abril el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) visitó las islas de Samos y Quíos y se reunió con los trabajadores humanitarios de las Caridades Cristianas Ortodoxas Internacionales (IOCC) y de Apostoli, el brazo humanitario de la Iglesia de Grecia, para informarse sobre la nueva realidad que afrontan y sobre la situación de los refugiados en las islas griegas.
Las iglesias, las primeras en responder
Fotis Vlachos, coordinador del programa de respuesta a los refugiados de IOCC-Apostoli, describe así la situación: “Ahora mismo estamos en un período muy sensible; Grecia acoge a más de 50 000 refugiados y no sabemos qué va a pasar. No sabemos si el acuerdo entre la UE y Turquía se mantendrá, podría ocurrir cualquier cosa en un futuro próximo”.Vlachos explica que las autoridades de la UE han adoptado un enfoque muy estricto, según el cual, básicamente “hasta que no se determine quién es el refugiado para su identificación y registro, no se le puede dejar salir del campo (conocidos como puntos calientes)”. No obstante, de nuestra conversación se deduce claramente que muchos de esos puntos calientes en realidad funcionan indefinidamente como centros de detención.
“Cuando los refugiados empezaron a llegar a las islas griegas”, dice Foteini Koutsotheodorou, responsable de proyecto en Samos, “las iglesias locales y sus fieles fueron los primeros en responder ofreciendo comida, ropa y otras formas de apoyo a los refugiados”.
Alexandros Briasoulis, responsable de proyecto en Quíos, añade, “también en Quíos las iglesias locales proporcionaban asistencia temprana a los refugiados que llegaban a la costa”, “pero la iglesia libra también una lucha diaria para sacar adelante a los griegos que viven en la pobreza debido a las dificultades financieras que atraviesa el país”, añade.
El acuerdo entre la UE y Turquía: un cambio radical de las condiciones
“No obstante, desde que entró en vigor el acuerdo entre la UE y Turquía, casi todos los voluntarios y organizaciones no gubernamentales han abandonado las islas en protesta por el duro trato que se está dando a los refugiados”, dice Koutsotheodorou. “Antes aquí en Samos se veía a los refugiados por las calles y en el puerto. Ahora están todos encerrados en el punto caliente”.
No obstante, destaca que las relaciones entre IOCC-Apostoli y las autoridades son buenas, y que aún pueden acceder a los puntos calientes para ofrecer un poco de ayuda y apoyo a los refugiados; aunque la situación no está exenta de complicaciones.
Sobre los voluntarios que se han quedado, Koutsotheodorou explica que “seguirán teniendo acceso a los centros, pero que deben velar por que su seguridad esté garantizada”.
Vlachos comenta que “cada día es diferente: si uno llega al punto caliente un día en que ha habido tensiones dentro, no te dejan entrar. En cambio, si llegas un día tranquilo, los agentes de policía que dirigen el centro te dejan pasar”.
“En una ocasión en estas últimas semanas, los refugiados se manifestaron tan enérgicamente contra sus condiciones de vida que llegaron a escaparse del campo de Samos”, dice Koutsotheodorou, “pero la cuestión es que una vez fuera, lo que hicieron fue ir a comprar alimentos a las tiendas locales y jugar con sus hijos en espacios abiertos; y cuando anocheció volvieron al centro para descansar y dormir”.
Testimonios desde el punto caliente de Samos
Como personal del CMI no se nos permite entrar en el punto caliente de Samos durante nuestra visita, solo nos dejan sacar fotos desde el exterior a condición de que estas no muestren caras. Nos informan de que la situación es delicada y que pueden surgir revueltas si los refugiados interactúan con personas que parecen ser periodistas, pues muchos de ellos quieren compartir sus historias y mostrar al mundo las dificultades que afrontan en el centro.
Mientras observamos el lugar desde el exterior nos cruzamos con otros voluntarios que se han quedado en la isla para ayudar a los refugiados de diferentes maneras. Jan Henrik Swahn, un voluntario sueco, dice: “Hemos estado preparando y distribuyendo bocadillos gratis a los refugiados durante meses, pero ahora que se ha creado el punto caliente y se ha cerrado todo no sabemos qué hacer”.
“Parece que la UE ha decidido que los refugiados deben estar entre rejas, sin libertad de movimiento. Hasta que no se decida el lugar donde deben ser reubicados, no podrán salir de este campo”, dice Swahn.
La voluntaria irlandesa Jenny Graham nos cuenta una historia similar: “Es una vergüenza tener un campo cerrado de esta manera”, dice, “pero bueno, si los refugiados están dentro de estos campos, ahí es donde tengo que estar yo”, afirma.
IOCC-Apostoli: desafíos actuales y futuros
“Uno de los retos que afrontamos ahora”, dice Vlachos, “es convencer a los refugiados de que su mejor opción es solicitar asilo aquí en Grecia. Eso les permitirá empezar una nueva vida lo antes posible”.
“Al mismo tiempo, la experiencia sugiere que incluso después de que hayan solicitado asilo probablemente estarán atrapados en estos campos entre 1 y 3 meses más antes de poder ser reubicados”, añade.
“Uno de los problemas de que las estancias en los puntos calientes sean demasiado largas”, dice Vlachos, “es que estos centros no han sido concebidos para dar alojamiento a largo plazo, sino básicamente para sobrevivir unos días mientras se tramita el proceso de registro”. “Cuando la estancia en un campo se prolonga durante varias semanas, incluso meses, la comida resulta insuficiente y la falta de información se convierte en una fuente de frustración”, explica.
En Quíos la situación ha evolucionado más, según cuenta Alexandros Briasoulis. Ahora mismo aquí hay un campo cerrado, el campo de Vial, y un campo de refugiados abierto, el campo de Souda, donde los refugiados tienen libertad de movimiento. Cuando se abrió el centro de Vial estaba tan saturado que la policía local tuvo que abrir las puertas, era simplemente imposible mantener a todos los refugiados en un solo lugar.
Por otra parte, “en Quíos, además, la comunidad local insiste en que no haya ningún centro cerrado en la isla”, dice Briasoulis; “muchas familias locales de Quíos llegaron como refugiados desde Turquía hace solo dos o tres generaciones, por lo que aquí el movimiento en apoyo a los derechos de los refugiados es muy fuerte”, añade.
“El problema ahora es que nadie sabe qué va a pasar”, dice Briasoulis; “los refugiados obtienen muy poca información y los trabajadores humanitarios tienen poca información que dar”.
Sin embargo, Vlachos dice: “vemos claro que el enfoque a largo plazo y la presencia del IOCC y Apostoli en las islas están dando frutos, y que parte de la ayuda que podemos ofrecer está llegando a los refugiados. La cuestión ahora gira en torno a las necesidades de los refugiados y la manera en que se están modificando en función de la evolución del proceso político”.
“Al final el problema no estará aquí en las islas griegas y sus campos de refugiados, sino en lo que pasará después, cuando los refugiados hayan sido reubicados y tengamos que acogerlos en la sociedad”, concluye.