Sostenidos en el amor de Dios

09 Feb 2021
en Episcopado
Sostenidos en el amor de Dios

¿Quién nos podrá separar del amor de Cristo? ¿El sufrimiento, o las dificultades, o la persecución, o el hambre, o la falta de ropa, o el peligro, o la muerte violenta? ¡Nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor!
Carta a los Romanos 8: 35, 39


Desde esta seguridad inconmovible la vida es llamada a permanecer firme y confiada ante todo tipo de pruebas y adversidades. La intencionalidad de Pablo en su escrito es que las y los creyentes se sientan seguros para permanecer firmes en el amor de Dios manifestado en Jesús, hasta en las circunstancias más adversas.

No puedo dejar de tararear un himno que me acompaña desde mi más temprana infancia: “Oh, amor que no me dejaras, descansa mi alma siempre en ti. Es tuya y tú la guardaras, y en lo profundo de tu amor, más rica al fin será.”

La seguridad de este amor está fundamentada en que Cristo realmente ha resucitado, vive ahora en nosotros y su vida palpita en nuestras vidas. Y por ello es que avanzamos con absoluta confianza en todo lo que vivimos en su nombre. ¡Dios es amor, somos amados! Y eso nos define y nos permite soñar y construir juntos un reino de amor, justicia y paz, regalo y misión, utopía y tarea para sus discípulas y discípulos.

Algunos viejos cuentos infantiles empezaban diciendo que “había una vez un reino…” Hay tiempos cuando necesitamos repetirnos una y otra vez, en lo más profundo de nuestro ser, no ya el viejo cuento de la infancia sino esta verdad espiritual, tantas veces experimentada, de que “nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús”, y extendernos hacia nuevos horizontes de vida y esperanza.

En su primera carta Juan afirma, de manera exquisita y profunda, este tema: “Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros.” Hay una anécdota atribuida a Juan María Vianney, más conocido como “el Cura de Ars”. Analfabeto hasta los 17 años, recién inicia a los 26 años su preparación para la vida religiosa. Como no era un hombre muy brillante intelectualmente, fue enviado a un pueblo apartado y poco importante, y allí desarrolló una labor espiritual de impacto: se dice que siempre predicaba el mismo sermón, una y otra vez, y el tema era siempre el mismo: el amor de Dios, el amor de Dios. Que este año que se plantea aún complejo y duro sigamos vivenciando y hablando de este amor de Dios, que nos nutre y fortalece.


“…Cuando la noche se hace densa, su amor es un fuego. Fijaré mi mirada en esa luz encendida en la oscuridad hasta que la aurora rompa  y comience a despuntar el día en mi corazón.” (Hno. Roger de Taizé)


El amor es una luz única, que ilumina un mundo oscuro y que en definitiva nos brinda las fuerzas necesarias para vivir y afrontar los presentes tiempos, en la absoluta certeza del amor de este Dios que está siempre con nosotras, por nosotros, para todos y todas.

La teóloga mexicana Elsa Tamez afirma que el saberse verdaderamente amados por Dios es la clave para poder hospedar el desafío de vivir en este mundo, como resucitadas y resucitados. Y que frente a la gracia, no hay condenación para quienes viven en el Espíritu del Mesías Jesús. Dios no condena: ama. Y su amor es tan grande que nada ni nadie podrá separarnos de él, más allá de voces y realidades, que como cantos de sirena quieren apartarnos de la aventura de nuestra travesía.

Amada hermandad, que en medio de los presentes tiempos recibamos por la fe esta seguridad y esta confianza: que el amor es la clave de la vida, porque Dios es amor.


“Dios no puede sino amar.
Me ama como a su único (a).
Un amor que me excede
hasta el final de mi vida:
razón para maravillarme,
audacia para recomenzar
una y otra vez.”

Hno. Roger

Abrazo fraterno/sororal

Pastor Américo Jara Reyes
Obispo

Compartir