Sin visión el pueblo perece
“Que se alegre el desierto, tierra seca; que se llene de alegría, que florezca, que produzca flores como el lirio, que se llene de gozo y alegría… Todos verán la gloria del Señor, la majestad de nuestro Dios. Fortalezcan a los débiles, den valor a los cansados, digan a los tímidos: «¡Ánimo, no tengan miedo! ¡Aquí está su Dios para salvarlos!”
Isaías 35. 1-4 (DHH)
El desierto de Atacama, uno de los lugares más secos del planeta, hace poco se llenó sorprendentemente de flores. ¿Cómo se produce este desierto florido? Las lluvias provocadas por la Corriente del Niño gestan el florecimiento de más de 200 especies de plantas con colores increíbles y maravillosos. En este desierto de Atacama, uno de los lugares más áridos del planeta, el espectáculo se provoca con una abundancia florida de mantos violetas, amarillos y blancos.
Para que ocurra la floración masiva en el desierto, tiene que producirse una conjunción de temperaturas y precipitaciones adecuadas, que hagan posible la germinación de las semillas.
Isaías es el profeta de la gran utopía, el primero de los testigos de un Dios Santo ofreciendo la luz de su esperanza a un pueblo oprimido, miedoso, lleno de lamentos. Profeta de la reconciliación cósmica, de la renovación histórica, de la transformación social, profeta con ojos de vidente que traspasan la realidad inmediata, capaz de intuir una transformación de lo árido y desértico en jardín rebosante y fecundo. Sí, como el desierto de Atacama que recién recordamos.
Las vidas pobres y vacías cobran fuerza y vigor ante la presencia del Espíritu de vida, fuerza y belleza, que viene para transformar y revitalizar. Es por ello que Isaías convoca sin vacilar a que «fortalezcan las manos cansadas y afirmen las rodillas endebles» (Is 35.3).
Al leer la visión del profeta nos animamos para vivir, recuperar fuerzas y echar fuera los miedos, sabiendo que la presencia de Dios se hace evidente provocando la salvación. En medio del desierto de las dificultades, la vida es convocada a la alegría.
Hermano amado, hermana amada, si pudieses contar o cantar tus sueños de amor, ¿qué imágenes ofrecerías a tus compañeros y compañeras? Pienso en aquellas memorias y esperanzas que provocan la risa y la alegría y, al hacerse realidad, harían del mundo un lugar de belleza, bendición y realización.
Si, como en aquellos cuentos de la niñez donde se nos desafía a expresar un solo deseo, el más intenso, aquel del que depende toda tu vida, ¿qué pedirías?, ¿lo podrías evocar?
¡Te alegrarás, me alegraré, se alegrarán, nos alegraremos! Este es el anuncio del profeta mientras el pueblo paga la pena del destierro, y no encuentra el momento en que acabe aquel mal. Su palabra parecería una luz que entra por los resquicios de la casa cuando adentro todavía está oscuro.
“Los seres humanos fuimos hechos para disfrutar de la música, de un hermoso atardecer, de las olas que se curvan en el mar. Fuimos hechos para maravillarnos ante una rosa cubierta de rocío… Fuimos creados para lo transcendente, para lo sublime, para lo bello, para lo verdadero… Y tenemos la tarea de hacer que este mundo sea un mejor anfitrión para estas cosas bellas.”
Rev. Desmond Tutu
Afirmamos con Colosenses 1.27, que Él es nuestra esperanza. Cristo nos trae la alegría mesiánica para iluminar nuestra vida. No se trata de mesías despóticos y crueles. Se trata de Jesucristo Salvador, que viene a nosotros y nos llena de su alegría. ¡Él es la gozosa noticia del Padre de la vida eterna y verdadera! ¡Es la inmensa alegría de cuando un ciego recobra la vista, cuando un cojo comienza a caminar, cuando un sordo puede escuchar, cuando un mudo se pone a hablar! Podemos afirmar con W. Benjamin que “es por causa de los desesperanzados que se nos ha dado la esperanza”.
Que nuestra contribución sea ofrecer con generosidad la esperanza de vida buena, como comunidades de fe, manteniendo viva la memoria subversiva del crucificado que anunciamos como el que vive para siempre.
¡Abrazo fraterno/sororal!
Pastor Américo Jara Reyes
Obispo