Recursos litúrgicos y pastorales – Mayo a agosto 2023

23 May 2023
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Recursos litúrgicos y pastorales – Mayo a agosto 2023

Mayo a agosto 2023 (Ciclo A)

Tiempo de Pentecostés


EL AÑO LITÚRGICO

¿Es legítimo el año litúrgico?

La Iglesia desde la más alta antigüedad ha dado al domingo –o al otro día elegido para la celebración semanal­–, un color particular, una intención memorial específica. Es lo que se llama el año litúrgico o eclesiástico que, sin estar enteramente exento de relaciones con las estaciones del año solar, muestra que la Iglesia es algo distinto a una adulación de los ritmos de este mundo. Por  el contrario, pone en duda este mundo y sus ritmos.

Cuando Juan recuerda que “la pascua de los judíos estaba próxima” (2.13; 11.55), ¿presupone implícitamente que en el momento en que escribe hay una pascua de los cristianos que cae en otro día? Cuando Pablo anuncia a los corintios que quiere permanecer en Éfeso hasta pentecostés (1 Cor 16.8), ¿presupone en ellos el conocimiento del calendario judío o alude a una celebración del pentecostés cristiano? Lo cierto es que Pablo quiere apresurarse por llegar a Jerusalén en pentecostés, adonde va fundamentalmente para encontrar la iglesia? (20.16) Es muy difícil responder con certeza a estas preguntas, porque hay que esperar al siglo segundo para encontrar testimonio indudables de fiestas cristianas anuales.

De todas maneras, no comparto el criterio de K Holl cuando afirma que “las fiestas mayores de los cristianos no eran fiestas anuales, sino fiestas semanales. La pequeña multitud que esperaba impacientemente la parusía del Señor no calculaba en años”. No he encontrado todavía argumentos que me persuadan de que la Iglesia apostólica vivía en una espera inmediata de la parusía: la manera con que se organiza, la paciencia sorprendente con que Pablo prosigue su tarea misionera (cf Gál 1.17s; 2.1; Hch 27.9s, etc), la catequesis que la Iglesia organiza, me hacen pensar que los apóstoles no enseñaban una parusía inminente. Y los testimonios de una cierta instalación de la Iglesia en el tiempo no tiene por qué vincularse siempre a un enfriamiento de la esperanza cristiana, sino más bien a una fidelidad en el orden de la subsistencia.

Por esto, puedo creer que ni la Iglesia de Jerusalén ni las otras Iglesias apostólicas hayan podido dejar pasar la pascua y pentecostés de los judíos sin celebrar en ellas, de una manera particular, su pascua y su pentecostés.

Lo que sí podemos afirmar es que la fiesta de la pascua ha sido el punto de partida del año litúrgico. Muy pronto, la celebración pascual anual se vio encuadrada por seis semanas de preparación, la cuaresma, y por siete semanas de exultación, que concluía en pentecostés, comienzo de una octava semana. Al comienzo, entonces, la Iglesia celebraba, durante una semana de semanas, la victoria de Cristo, su exaltación y la irrupción del siglo venidero por la efusión del Espíritu.

Recordamos que el concilio de Nicea, en 325, fijó la manera de calcular la pascua en el cristianismo. Es el primer domingo después del plenilunio que sigue al equinoccio de primavera. Esta movilidad de la fiesta de la pascua es buena, porque le impide establecerse en algo fijo; y porque así el cosmos puede entrar en la celebración, ya que la luna y el sol tienen que decir su palabra para “indicar las estaciones, los días y los años (Gn 1.14).

Como sea, es útil recordar que la Iglesia esperó casi cuatro siglos antes de celebrar la navidad en un día determinado, por más que la celebración de la navidad sea actualmente entre nosotros la fiesta cristiana por excelencia. Y lo mismo que la pascua tenía su complemento litúrgico en la cuaresma y en la “gran semana”, así también se ha exaltado navidad con un tiempo de preparación (las cuatro semanas de adviento) y un  tiempo de exultación (los días que separan navidad de la epifanía).

Al fin del medievo, el aparato del año litúrgico había llegado a ser tan pesado y amenazaba del tal manera distraer de la verdadera fe, que la Reforma lo aligeró considerablemente. Lutero quiso mantener todas las fiestas que pudieran relacionarse directamente con la historia de la salvación (navidad, pascua, ascensión, pentecostés, epifanía). En 1523 suprimió el corpus, la fiesta de la eucaristía, las fiestas del nacimiento de la virgen y las de la asunción…

El año litúrgico es legítimo en la medida en que ayuda a celebrar la historia de la salvación realizada en Cristo Jesús. Entonces es legítimo celebrar el nacimiento de Jesús, su pasión, su resurrección, su ascensión y el envío del Espíritu Santo, con todo lo que gravita inmediatamente alrededor de estas fiestas: la anunciación, la epifanía, el domingo de ramos. Es legítimo también que la Iglesia se prepare para estas fiestas y que se goce en ellas, y que los dos puntos culminantes del año litúrgico, pascua y navidad, estén precedidos y seguidos de semanas que permitan vivirlos bien. Y este mismo criterio nos permite excluir ciertas fiestas introducidas abusivamente en el año litúrgico, por nuestro orgullo y nuestro aburrimiento.

Por otra parte, podemos valorar la utilidad del año litúrgico en la medida en que comprendemos que se trata de una conveniencia de disciplina eclesiástica y no de una obligación de la que depende la salvación eterna. El año litúrgico proporciona año tras año una repetición de la historia de la salvación; da a las autoridades de la iglesia la seguridad de que en todas las parroquias se proclama el fundamento de la salvación y de lo que justifica la existencia de la Iglesia; obliga a los pastores y pastoras a procurar constantemente alimento en el evangelio para la fe y la vida de sus rebaños; ofrece a los fieles la oportunidad de gustar la plenitud del misterio de la salvación y al mundo la ocasión de reflexionar ante los grandes llamamientos del amor de Dios.


La santificación del tiempo

Santificar el tiempo es reconocer que su punto de orientación, lo mismo que su punto culminante es el misterio de la muerte y de la resurrección de Cristo. Las treinta horas que separan el mediodía del viernes santo de la mañana de la pascua son el polo misterioso, oculto y real de todo el tiempo. De toda la historia: no solamente de la historia santa, sino también de la historia profana e incluso de la historia que rebasa la historia y que no se puede más que adivinar: la de la creación y la del fin del mundo. De suerte que toda la historia, la historia de Israel y la historia de la Iglesia, la historia de las naciones, la prehistoria y la escatología, para que nos abran su secreto debe ser interpretada cristológicamente.

Por su parte, el tiempo del culto sirve a esta santificación del tiempo por dos razones. Primero, porque el culto, celebrado en el tiempo, reivindica el culto para Cristo, estableciendo sobre él la pretensión señorial de Cristo. Y segundo, porque el culto, celebrándose en el tiempo, consagra el tiempo para Cristo y lo somete también a la pretensión señorial de Cristo.

Y lo que hace del culto un “día del Señor” es que se celebra la fe en Jesucristo y que se celebra en él la Palabra y la eucaristía. Una eucaristía basta para toda la semana. Lo que hace del día del culto un “día del Señor” es que se proclama la palabra del evangelio, que la cena se celebra en medio del pueblo de Dios, congregado para encontrar al Señor, recibirlo y entregarse a él.


Jean Jacques von Allmen, El Culto Cristiano, su esencia y su celebración (Sígueme, Salamanca, 1968, pp. 238-251).

EL TIEMPO Y LA LITURGIA

El Pueblo de Dios –desde el Antiguo Testamento– ordenó su vida de fe  de acuerdo al tiempo de la naturaleza, tal como lo narra el relato de la creación en el libro del Génesis. La jornada de luz y la noche son un día. La serie de días se completa en un ciclo semanal (de domingo a sábado), similar situación ocurre en los casos del ciclo mensual y anual. En cada ciclo de tiempo, desde el diario hasta el anual, la liturgia y las prácticas espirituales se corresponden con el mismo ciclo de tiempo.

Durante el día, el creyente decía dos veces su confesión de fe (Shemá) y oraba tres veces durante la jornada: por la mañana, por la tarde y por la noche (Tefilláh). En el día de reposo (sábado, último día del ciclo semanal) se reunían en la sinagoga para estudiar las Escrituras y orar comunitariamente. También existían fiestas anuales. Así fue también en tiempos de Jesús y los primeros cristianos. El ciclo semanal fue cambiado hacia el domingo, día de la resurrección de Cristo y también se comenzaron a celebrar fiestas a lo largo del año: recordación de la muerte y resurrección del Señor, Pentecostés y otras.


Manual de Culto, Claudio Pose y Juan Gattinoni, Centro Metodista de Estudios Wesleyanos, Buenos Aires, 2022


En el archivo encontrará

  • Orientaciones para la predicación
  • Orientaciones para la acción pastoral
  • Orientaciones para la liturgia del culto comunitario


Esta es una nueva entrega de Recursos Litúrgicos y Pastorales, siguiendo los tiempos de Pentecostés, mayo a agosto 2023 (Ciclo A). Reedición ampliada de 2020 con nuevos materiales bíblicos, pastorales y litúrgicos.

  • para hermanos y hermanas que asumen el ministerio de la Palabra,
  • realizando trabajos pastorales en amplio sentido y con distintos grupos
  • y a personas encargadas y colaboradoras en la liturgia del culto comunitario.

Cotejamos el “Leccionario Común Revisado” (LCR), en ediciones de varias iglesias hermanas. Nos permitimos abreviar algunos textos para la lectura pública, y algunas veces extendemos los textos bíblicos comentados, proponiendo también otras alternativas, generalmente dentro del LCR.

Este material circula en forma gratuita y solamente en ámbitos pastorales, dando crédito a todos los autores y autoras, hasta donde les conocemos, valorando mucho su disponibilidad.

Agradecemos todos los materiales que hemos usado –ya disponibles en varias redes–, como aportes para estos “recursos”.  Y especialmente agradecemos los materiales litúrgicos enviados por la pastora Cristina Dinoto, y las fotos de la pastora Hanni Gut.

Las indicaciones de las fuentes musicales son:

  • CA – Cancionero Abierto, ISEDET.
  • CFCanto y Fe de América Latina, Igl. Evangélica del Río de la Plata.
  • CN – Himnario Cántico Nuevo, Methopress.
  • MV – Mil Voces para Celebrar, himnario de las comunidades metodistas hispanas, USA.
  • Red Crearte, https://redcrearte.org.ar/
  • Red de Liturgia del CLAI: reddeliturgia.org
  • Red Selah: www.webselah.com

Y anotamos las versiones de la Biblia mayormente usadas:

  • RV60 o RV95 o RVC – Reina-Valera o Reina-Valera Contemporánea
  • DHH – Dios habla hoy, desde la tercera edición o Biblia de Estudio.
  • NBI – Nueva Versión Internacional – Edit. Vida, USA
  • BJ – Biblia de Jerusalén – Desclée de Brouwer, Bélgica-España
  • Libro del Pueblo de Dios – Verbo Divino, Argentina

Fraternalmente, Laura D’Angiola y Guido Bello, desde la congregación metodista de Temperley, Buenos Aires Sur.



En estos “Recursos” procuramos usar un lenguaje inclusivo, optando por palabras abarcativas e incluyentes. Casi siempre preferimos alternar el femenino y el masculino, en vez del “los/as”, los “otres” o l@s: inclusión con agilidad y belleza en el lenguaje. Usamos “los seres humanos” o “la gente”, en vez de “los hombres”, etc. Pero siéntanse todos y todas en libertad: no queremos hacer de esta inclusividad una herramienta de exclusión ni de condena…

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