Recursos litúrgicos y pastorales – Marzo a mayo 2024

29 Feb 2024
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Recursos litúrgicos y pastorales – Marzo a mayo 2024

Marzo a mayo 2024 (Ciclo B)

CUARESMA Y PENTECOSTÉS


EL ORDEN DEL CULTO

Tendríamos que abrir aquí un gran paréntesis sobre la historia del culto y sobre los criterios para abordar una liturgia comparada. Como no tenemos tiempo para ello, abordaremos directamente las enseñanzas de esta historia, para examinar después ciertos problemas planteados por el orden del culto.

1 – Las enseñanzas de la historia del culto

No hay Iglesia sin culto. El culto es uno de los dos elementos esenciales de la vida de la Iglesia (el otro es la evangelización del mundo). Por lo tanto, si es posible decir que la Iglesia es misión, también vale decir: la Iglesia es culto. Porque la Iglesia necesariamente posee una doble orientación: hacia Dios en el culto y hacia el mundo en el apostolado.

Las referencias que poseemos sobre el culto en la Iglesia naciente son bastante raras, simplemente porque la reunión cultual es el centro obvio, la condición natural en cuya atmósfera se vive toda la vida cristiana. Esto no tiene necesidad de ser predicado y descrito. Notemos a este propósito que si la Iglesia de Corinto hubiese celebrado correctamente la eucaristía y que si Pablo, por consiguiente, no hubiese tenido que intervenir en su primera carta, los más serios eruditos afirmarían que en tiempos de Pablo la Iglesia no celebraba todavía la eucaristía.

Estas referencias a la historia muestran, a pesar de su imprecisión, que la vida de la Iglesia por el culto y en el culto está ordenada por un ritmo en dos tiempos: testimonio apostólico y comunión del cuerpo y de la sangre de Cristo. Y a pesar de muchos golpes, a pesar de ciertas atrofias o hipertrofias el ritmo de esta vida litúrgica, palabra-eucaristía, ha permanecido hasta la Reforma.

El culto es una vida y esta vida es un ritmo. Otra enseñanza de la historia del culto es que la forma que toma para vivir esta vida, para marchar según este ritmo, puede variar. Variar en el tiempo: el culto del s III se distingue en bastantes puntos del culto del s VII; y variar en el espacio: el culto de las Iglesias de Egipto difiere en ciertos puntos del culto de las Iglesias de la Galia, etc. Pero estas variaciones permiten a una época o una comarca hacer la confesión de sí misma por el culto; y esta confesión es no solo legítima sino necesaria, puesto que el culto no es únicamente la epifanía de Iglesia en sí, sino también la epifanía de tal Iglesia situada en el tiempo y el espacio.

Ciertamente, dos grandes familias litúrgicas se destacan muy pronto para venir a parar, hacia el fin del primer milenio, a la encabezada en oriente por la liturgia de Juan Crisóstomo, que absorbe bastante regularmente las otras tradiciones orientales; y a la encabezada en occidente por la misa romana, nacida de la fusión de algunas tradiciones litúrgicas occidentales. Y si la historia del culto prueba la legitimidad de las diversidades litúrgicas, capaces de atestiguar la autenticidad de las diferentes respuestas “sacrificiales” dadas al evangelio en el espacio y el tiempo, ella enseña también que el culto no está al abrigo de torceduras, de parásitos, de neurosis, de hipertrofias.

El culto, incluso en su aspecto “sacrificial”, puede y debe ser reformable, ya que está sujeto a los embates del maligno. Con la condición, sin embargo, de que esta reforma se haga según las normas y las condiciones de la formulación litúrgica que hemos señalado en este curso y en estas entregas. Lutero se mostró en conjunto muy conservador, aunque más tarde el culto luterano se descompuso considerablemente ante la renovación litúrgica moderna. El culto reformado de expresión germánica no se originó en la misa occidental, sino más bien en la plática, esta especie de reunión homilética dominical, desde finales de la edad media; mientras que el culto reformado de expresión francesa se basó mucho más en el esquema tradicional de la misa, aunque normalmente no se celebra la cena.

Tenemos miles de derechos litúrgicos: tenemos derecho a reemplazar el confiteor por un sistema de penitencia y de absolución comunitarias; a  colocar la oración del Señor en distintos lugares; a preferir el símbolo de los apóstoles al de Nicea; a renunciar a toda oración formulada de antemano o incluso para renunciar del todo al momento y el contenido de las oraciones en el culto; a revestir los oficiantes a nuestro antojo o a renunciar a toda vestidura litúrgica; a renunciar al año eclesiástico para intentar dar a cada culto al aspecto de una recapitulación pleromática de la historia de la salvación… Pero no tenemos derecho a considerar la eucaristía como un elemento no constitutivo sino facultativo del culto.

En nuestra Iglesia reformada hay que procurar ante todo la curación de nuestra vida litúrgica por la restauración de su ritmo primitivo y normal, palabra y sacramento, y todo lo demás se nos dará por añadidura.

2 – El orden del culto

Toda la historia del culto cristiano, ya se trate del culto tradicionalmente católico o del más revivalista, muestra que no se puede prescindir de un orden del culto. De otra manera, no se acabaría en la libertad, sino en el desorden (1 Cor 14.40). Pero la historia muestra que existen un buen número de órdenes de culto. Algunos están sin duda más adaptados que otros al acontecimiento litúrgico; algunos son más inteligentes que otros, algunos son más fervientes que otros. Pero los unos y los otros son legítimos, en la medida en que respeten los elementos y los oficiantes del culto. A propósito de este orden del culto, recomendamos los puntos siguientes:

Es absolutamente necesario que el culto esté abierto a Dios para que Dios intervenga en él de una manera salvífica; y que no encuentre su justificación en sí mismo, es decir que es absolutamente necesario que sea epiclético: invocación del nombre de Dios pidiéndole que envíe el Espíritu Santo.

Cada vez que el culto cristiano se celebra, se hace una proclamación de la muerte del Señor, en espera de su retorno (1 Cor 11.26). Esto repercute de varias maneras sobre el orden de culto:

  • En primer lugar, que el pasado del que el culto es memorial, no es el de la arqueología cristiana, sino el de la muerte de Cristo.
  • En segundo lugar, el futuro que el culto espera y prefigura, no es la consolidación institucional de la ideología reinante, sino el retorno de Cristo.
  • Por último, que esta proclamación sea comprensible, evidente, desembarazada de volutas, de sobrecargas y de excrecencias barrocas. Es quizá una exigencia de la inserción necesaria del culto en el mundo actual. Hay que desconfiar de lo que “complica” el orden de culto.

Algunos problemas planteados por el medio-tiempo “galileo” del culto

Recordemos que el nudo o el corazón de esta primera parte del culto es el acontecimiento salvífico de la proclamación, anagnóstica y profética sobre todo, de la palabra de Dios. en esta parte se sitúa la lectura de la Escritura y la predicación. Abordo algunos problemas:

El primero concierne a la necesidad de un momento de humillación. Recordemos que durante el primer milenio la confesión de los pecados no tenía su puesto regular en el culto mismo, sino antes de él. Se venía al culto limpio por el perdón, lo que daba a éste un estilo verdaderamente “eucarístico”. A partir de comienzos del s XI entra, en la forma del confiteor, una confesión o más bien una intercesión mutua para que el perdón de Dios cubra el pecado reconocido y confesado. Finalmente, Calvino y su tradición litúrgica reemplazaron el confiteor por el misterio mismo del arrepentimiento con absolución declarativa dada a toda la comunidad, y no necesariamente en todos los cultos.

En cambio, los ruegos, las comunicaciones, los anuncios quedarán mejor al final del primer momento del culto, después de la predicación, en el momento en que se invita también a la celebración eucarística, evitando el riesgo de que sean dispersantes, como el precio de entrada de la próxima kermesse, lo que se podrá solucionar mejor con carteles bien visibles en la entrada.

Algunos problemas planteados por el medio-tiempo “jerosolimitano” del culto

El núcleo de este segundo momento del culto es la celebración eucarística con su carácter de memorial del sacrificio único de Jesucristo, con su carácter nupcial de comunión, de mutua autoconsagración del Señor a la Iglesia (Ef 5.25) y de la Iglesia al Señor (Rom 12.1; 1 Cor 6.13), con su carácter de exuberancia escatológica que le da la presencia real del resucitado.

Este debe ser el momento de la confesión de fe litúrgica de la Iglesia, de su intercesión y de su “audacia” para decir “Padre nuestro…” Y como la Iglesia entera está recogida en el culto de tal congregación, es el tiempo “conexional”: el momento y el lugar donde la comunidad litúrgica toma conciencia de que es solamente la aparición, la epifanía en un lugar y un tiempo dados de algo mucho más vasto, la familia toda de la iglesia, la santa Iglesia católica. Y por eso se justifica aquí el “memento”, la oración por los vivos y los difuntos que se eleva a Dios durante la plegaria eucarística, y la proclamación de la solidaridad con ángeles y potestades en su culto celeste.

Veamos ahora dos problemas más técnicos que teológicos: el de las ofrendas y el de la manera de comulgar.

Le agrada al apóstol usar la terminología sacrificial para referirse a las ofrendas (cf 2 Cor 4.8-9;Fil 4.18, etc.). Esta ofrenda forma parte del culto ordinario de la Iglesia cristiana, ya que es la eucaristía, la acción de gracias, la que debe regular la política de ingresos y gastos de la Iglesia. Lo más digno y lo más simple es que los ancianos o los diáconos hagan pasar bolsitas por los diferentes sectores de la Iglesia para después llevarlas a quien dirige la liturgia, que las consagra con una oración. No es indispensable ponerlas sobre la mesa santa. La colecta puede hacerse perfectamente durante algún cántico.

En cuanto a la eucaristía, se presupone, primeramente, que no se celebra sin que haya invitación de la comunión y a la comunión efectiva, renunciando a servicios eucarísticos que no fuesen al mismo tiempo servicios de comunión. Se presupone que prácticamente comulgan todos los oficiantes-participantes e igualmente se presupone que se comulga bajo las dos especies de pan y de vino, y en este orden, tomados separadamente el uno del otro, mejor que por la intinción del pan en el vino. Por último, se presupone que la liturgia comprenderá las palabras de la institución, la fracción del pan, la acción de gracias sobre la copa…

Es más conforme a la tradición litúrgica que los fieles no se desplacen, sino aguarden en sus sitios y que vengan los diáconos a traerles las especies. Pero nada impide el desplazamiento de los fieles para ir a comulgar y avanzar por el pasillo central, siendo cada participante servido alternativamente por el ministro que distribuye el pan y el que distribuye la copa.… O mejor, formarán alrededor de la mesa un semicírculo, con la ventaja de que no obliga, por la prisa o la presión de quienes siguen, a una comida apresurada, y no aísla al comulgante, sino le recuerda, lo que puede ser pastoralmente importante, que si él comulga con su Señor, es en cuanto miembro de un pueblo, es decir, que él o ella comulgan también con sus hermanos.

Podrá decirse a cada comulgante o a grupos de comulgantes, una palabra de distribución, como la bella fórmula de la liturgia de Calvino: “Tomen, coman el cuerpo de Jesús que ha sido liberado de la muerte por ustedes; este es el cáliz del Nuevo Pacto de la sangre de Jesús, que ha sido derramada por ustedes”. O se puede usar una palabra de confesión de fe eucarística, sin temor de decir siempre la misma o de alternar regularmente con tres fórmulas, como mucho.

La apertura y el cierre del culto

¿En qué momento comienza el culto? ¿Con los primeros saludos de quienes empiezan a llegar? ¿En el momento en que la asamblea reunida invoca la presencia del Señor, como si no estuviese todavía allí? ¿O en el momento en que quien preside la liturgia, en el nombre del Señor, saluda a la asamblea que se estaba esperando? ¿En qué momento termina el culto? ¿En el del “envío” y la bendición final? ¿O en el café compartido en un salón adyacente al final del encuentro?

Podemos valorar las distintas tradiciones litúrgicas en estos puntos. En algunos de nuestras iglesias el culto comienza y termina con un preludio y la salida procesional del director de la liturgia y del predicador o predicadora, como también valoramos que la primera y última acción comunitaria fuesen cantos de alabanza. Lo cual contribuiría a facilitar una mejor comprensión y a hacer amar esta alegría del cielo en la tierra que es el culto del pueblo creyente, congregado en el nombre y para la gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

En esta entrega terminamos de presentar el libro del pastor reformado
Jean Jacques von Allmen, El culto Cristiano, su esencia y su celebración,
Sígueme, Salamanca,1968, pp 301-335. Resumen y adaptación de GBH.

En el archivo encontrará

  • Orientaciones para la predicación
  • Orientaciones para la acción pastoral
  • Orientaciones para la liturgia del culto comunitario


Esta es una nueva entrega de Recursos Litúrgicos y Pastorales, para los tiempos de Cuaresma y Pentecostés (Ciclo B).

Reedición ampliada de trienios anteriores con nuevos materiales bíblicos, pastorales y litúrgicos

  • para hermanos y hermanas que asumen el ministerio de la Palabra,
  • realizando trabajos pastorales en amplio sentido y con distintos grupos
  • y a personas encargadas y colaboradoras en la liturgia del culto comunitario.

Cotejamos el “Leccionario Común Revisado” (LCR), en ediciones de varias iglesias hermanas. Nos permitimos abreviar algunos textos para la lectura pública, y algunas veces extendemos los textos bíblicos comentados, proponiendo también algunas alternativas, generalmente dentro del LCR.

Este material circula en forma gratuita y solamente en ámbitos pastorales, dando crédito a todos los autores y autoras, hasta donde les conocemos, valorando mucho su disponibilidad.

Agradecemos todos los materiales que hemos usado –ya disponibles en varias redes–, como aportes para estos “recursos”. Y especialmente agradecemos los materiales litúrgicos enviados por la pastora Cristina Dinoto, y las fotos de la pastora Hanni Gut.

Las indicaciones de las fuentes musicales son:

  • CA – Cancionero Abierto, ISEDET.
  • CFCanto y Fe de América Latina, Igl. Evangélica del Río de la Plata.
  • CN – Himnario Cántico Nuevo, Methopress.
  • HB – Himnario Bautista. Casa Bautista de Publicaciones.
  • MV – Mil Voces para Celebrar, himnario de las comunidades metodistas hispanas, USA.
  • Red Crearte, https://redcrearte.org.ar/
  • Red de Liturgia del CLAI: reddeliturgia.org
  • Red Selah: www.webselah.com

Y anotamos las versiones de la Biblia mayormente usadas:

  • RV60 o RV95 o RVC – Reina-Valera o Reina-Valera Contemporánea
  • DHH – Dios habla hoy, desde la tercera edición o Biblia de Estudio.
  • NBE – Nueva Biblia Española, Edición Latinoamericana – Ediciones Cristiandad
  • NBI – Nueva Versión Internacional – Edit. Vida, USA
  • BJ – Biblia de Jerusalén – Desclée de Brouwer, Bélgica-España
  • Libro del Pueblo de Dios – Verbo Divino, Argentina

Fraternalmente, Laura D’Angiola y Guido Bello, desde la congregación metodista de Temperley, Buenos Aires Sur.



En estos “Recursos” procuramos usar un lenguaje inclusivo, optando por palabras abarcativas e incluyentes. Casi siempre preferimos alternar el femenino y el masculino, en vez del “los/as”, los “otres” o l@s: inclusión con agilidad y belleza en el lenguaje. Usamos “los seres humanos” o “la gente”, en vez de “los hombres”, etc. Pero siéntanse todos y todas en libertad: no queremos hacer de esta inclusividad una herramienta de exclusión ni de condena…

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