Recursos litúrgicos y pastorales – Junio a agosto 2024

31 May 2024
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Recursos litúrgicos y pastorales – Junio a agosto 2024

Mayo a agosto 2023 (Ciclo A)

Tiempo de Pentecostés


Rostros de la Iglesia en Misión

David J. Bosch

“La misión” es un ministerio multifacético respecto al testimonio, el servicio, la justicia, la sanidad, la reconciliación, la liberación, la paz, la evangelización, el compañerismo, el establecimiento de nuevas iglesias, la contextualización y mucho más.

Pero este intento de elaborar una lista de algunas dimensiones de la misión es peligroso porque sugiere la posibilidad de definir lo que es infinito. Siempre estamos tentados a encarcelar la missio Dei en los estrechos confines de nuestras propias predilecciones y, por tanto, somos culpables de parcialidad y reduccionismo.

Debemos estar prevenidos frente a cualquier intento de delimitar demasiado precisamente la misión. Y quizás no podremos lograrlo por medio de teoría, que requiere “observación, informe, interpretación y evaluación crítica”, sino más bien por medio de poiesis, que requiere “creación imaginativa o representación de imágenes evocadoras” (Stackhouse).

Nuestra misión, entonces, debe ser multidimensional para tener credibilidad y ser fiel a sus orígenes y su carácter. Por lo tanto, usemos imágenes y metáforas, evoquemos eventos y cuadros en vez de imponer análisis y criterios lógicos. Por eso sugiero echar un vistazo al nuevo Testamento, mirando seis “eventos salvíficos” principales: la encarnación de Cristo, su muerte en la cruz, su resurrección al tercer día, su ascensión, el derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés y la parusía.

  1. La encarnación. Las iglesias protestantes en general tienen una teología subdesarrollada de la encarnación. En cambio, las iglesias de Oriente, la Católica Romana y la Anglicana siempre han tomado más en serio la encarnación. En años recientes, sin embargo, la teología de la liberación ha pensado la misión cristiana en términos del Cristo encarnado, el Jesús de Nazaret humano que transitaba cansado por los caminos polvorientos de Palestina, donde se compadeció de los marginados. Él es además el que se pone al lado de quienes sufren en las favelas de Brasil y en las villas miseria de la Argentina y de las ciudades destruidas de Gaza y de Ucrania. En este modelo uno no se interesa en un Cristo que se limita ofrecer la salvación eterna, sino en un Cristo que también agoniza y suda y sangra con las víctimas de la opresión.

    Uno critica la iglesia burguesa de Occidente con su tendencia doceta, para la cual la humanidad de Jesús consiste únicamente en una especie de velo que esconde su divinidad. Esta iglesia burguesa rehúsa tomar partido y cree ofrecer un hogar tanto para los opresores como para los oprimidos. Debido a que rehúsa practicar “solidaridad con las víctimas” (Lamb 1982), tal iglesia ha perdido su relevancia. Habiendo desechado las dimensiones sociales y políticas del evangelio, lo ha “desnaturalizado” totalmente.

    La iglesia de Occidente ha sido tentada a leer los Evangelios –utilizando la frase célebre de Kähler– como “historias de la pasión con extensas introducciones”. El reciente énfasis en el significado de la encarnación, al menos desde su Conferencia de Melbourne (1980), nos llama precisamente a fijar nuestra atención en estas “extensas introducciones” y su significado para nuestra misión. Melbourne se concentró en gran parte en “el Jesús terrenal, el judío, el nazareno que vivió como un hombre galileo sencillo, que sufrió y fue ejecutado, muriendo en la cruz”. La “práctica de Jesús” (Echegaray 1984) tiene mucho que decir sobre la naturaleza y el contenido de la misión hoy.

  2. La cruz. La frase de Kähler, citada arriba, revela la preocupación de las iglesias de Occidente –católicas como protestantes­­– por la pasión y crucifixión de Jesús. A la pregunta: ¿Qué es la esencia del evangelio?, la mayoría de los cristianos occidentales probablemente responderían: “Que Cristo murió en la cruz por mis pecados”. Los que lo aceptan como salvador reciben el perdón de pecados. Esto les abre camino para llegar a ser miembros de una nueva comunidad salvada, denominada iglesia. Sin duda este punto de vista tiene su base bíblica.

    Sin embargo, la muerte de Jesús en la cruz no debe aislarse de su vida. Las “extensas introducciones” a los Evangelios son en sí historias de la pasión. La kenosis de Jesús, su autovaciarse, empezó con su nacimiento. Debido a su identificación con quienes vivían en la periferia y su negación a atenerse a las rutinas de la época, lo crucificaron. Pero hay más: la cruz de Cristo constituye el sello de distinción de la fe cristiana. Sin la cruz, el cristianismo sería una religión de gracia barata. Las cicatrices del Señor resucitado no solo comprueban la identidad de Jesús: constituyen, además, un modelo que todos los que han sido comisionados por él están llamados a emular: “Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes” (Jn 20.21). Es una misión donde uno se despoja a sí mismo, sirve humildemente, y aquí radica la validez permanente de la idea de Bonhoeffer de “la Iglesia para los demás”.

    La cruz también significa reconciliación entre individuos y grupos separados. La reconciliación, por supuesto, no es una mera transacción sentimental de grupos en conflicto. Exige el fin de la opresión y la injusticia y un compromiso con una nueva vida de mutualidad, justicia y paz. Así, la cruz es también una categoría crítica: nos dice que la misión no puede realizarse cuando nos consideramos poderosos y confiados, sino solo cuando somos débiles y sin saber qué hacer. Nada de lo que hacemos está exento del juicio de la cruz.

  3. La resurrección. En las iglesias orientales la resurrección de Cristo es el evento salvífico de Dios por excelencia. La muerte de Jesús en la cruz no tiene sentido sin la resurrección. La cruz y la resurrección no están en equilibrio: la resurrección tiene ascendencia y victoria sobre la cruz. El resumen más común del mensaje misionero de las iglesias primitivas se daba en términos de testificar acerca de la resurrección de Cristo. Era un mensaje de gozo, esperanza y victoria, las primicias del triunfo último de Dios sobre el enemigo. Y los creyentes ya tienen parte en  este gozo y victoria.

    Misionológicamente esto significa, primero, que el tema central de nuestro mensaje misionero es que Cristo ha resucitado y que, segundo, como consecuencia de ello, la Iglesia está llamada a vivir la resurrección en la vida aquí y ahora y ser señal de contradicción frente a las fuerzas de la muerte y la destrucción; está llamada a desenmascarar los ídolos modernos y los falsos absolutos. (Memorandum de la Conferencia de Melbourne, 1982: 463).

  4. La ascensión. La tradición calvinista, podría afirmarse, tiene su enfoque en la ascensión. Para Juan Calvino, los cristianos habitan entre la ascensión y la parusía; desde esta posición buscan comprender su misión. La ascensión es, sobre todo, el símbolo de la entronización del Cristo crucificado y resucitado, quien ahora reina como Rey. Y a partir de la perspectiva del reinado presente de Cristo, miramos hacia atrás a la cruz y la tumba vacía, y hacia adelante a la consumación de todas las cosas. La fe cristiana está marcada por la escatología inaugurada. Esto es cierto no solo de la Iglesia sino también de la sociedad y de la historia como el escenario de la actividad de Dios. Por ende, abandonar la sociedad civil para edificar pequeñas islas cristianas es suscribirse a un entendimiento incompleto y disyuntivo del obrar de Dios.

    En este mundo de injusticia somos llamados a ser la comunidad de quienes están comprometidos con los valores del reinado de Dios, preocupados por las víctimas de la sociedad y proclamando el juicio de Dios sobre quienes insisten en adorar a los dioses del poder y el amor propio. La gloria de la ascensión sigue vinculada estrechamente con la agonía de la cruz, compartiendo “la imagen impactante del cordero sacrificado, matado pero aun así viviente, compartiendo el trono… con el mismo Dios vivo” (Melbourne IV.3).

  5. Pentecostés. Los movimientos pentecostales y carismáticos tienden a ver el evento de Pentecostés como la obra de Dios por excelencia. Algunos incluso dirían que, después de una era de historia eclesiástica en la cual el énfasis recayó en Dios el Padre, seguido por la era del Hijo, hemos entrado ahora, especialmente desde los comienzos del siglo 20, en la era del Espíritu. En esta nueva dispensación buscamos ahora la riqueza total del cielo y el éxtasis sin fin. Uno se encuentra ahí con círculos que cuentan de eventos milagrosos y la maravilla de una cadena continua de experiencias incomparables.

    Cuando los discípulos le preguntaron al Cristo resucitado qué sería de la restauración del reino de Israel (Hch 1.6), él les respondió prometiéndoles que el Espíritu que los haría testigos. Y los escritos de Lucas, en particular, revelan al Espíritu Santo como el Espíritu del denuedo (parresía) frente a la adversidad y la oposición. La era del Espíritu es ante todo la era de la Iglesia, y la Iglesia en el poder del Espíritu es ella misma parte del mensaje que proclama. La Iglesia es una comunidad, una koinonía que realiza el amor de Dios en la vida diaria, y donde la justicia y la rectitud se hacen presentes y activos.

    Incluso su adoración, su celebración de la eucaristía, no se excluye de este marco de referencia. Las iglesias ortodoxas orientales nos enseñan que la celebración de la eucaristía es la más misionera de todas las actividades de la Iglesia. Por un lado, se trata de una celebración y un anticipo del triunfo del Dios que viene; por el otro, es también, cada vez que la celebramos, una invitación a compartir nuestro pan con el hambriento.

  6. La parusía. Siempre hubo, desde el primer siglo, grupos adventistas con su lente enfocada primordialmente en la segunda venida de Cristo. Su tendencia ha sido considerar el reinado de Dios como una realidad exclusivamente futura y este mundo como un valle de lágrimas en las garras del maligno. En este modelo la Iglesia no es más que una sala de espera para la eternidad. La validez de esta perspectiva es que, en la fe cristiana, el futuro en verdad tiene la primacía. Este entendimiento surge particularmente de nuestro repaso de la teología misionera de Pablo. La misión, para él, era una respuesta a la visión del triunfo venidero de Dios. En una escatología auténtica la visión del reinado último de Dios, de justicia y paz, sirve como un imán poderoso, no porque el presente esté vacío, sino precisamente porque el futuro de Dios ya lo ha invadido.

    La Iglesia no es el reinado de Dios. La Iglesia no goza del monopolio de dicho reinado, ni puede tampoco pretender que lo posee, ni presentarse ella misma como el Reino de Dios realizado en contraste con el mundo. La relación entre la Iglesia y el mundo sólo puede reconocerse y practicarse dialécticamente en esperanza, esto es, a la luz del reinado de Dios. El Reino nunca estará presente totalmente en la Iglesia. Sin embargo, es en la Iglesia donde comienza la renovación de la comunidad humana.

    En su misión, la Iglesia afirma su propio papel preliminar y contingente. Al practicar una “evangelización expectante”, la Iglesia siempre anticipa su propia abolición. Consciente de su carácter provisional, la Iglesia vive y ministra como esa fuerza en la humanidad a través de la cual la renovación y la comunidad de la gente es servida.

¿Hacia dónde va la misión?

Uno nunca jamás debe ver los seis eventos cristológicos de la salvación aislados los unos de los otros. En nuestra misión proclamamos al Cristo encarnado, crucificado, resucitado, ascendido, presente en el Espíritu, llevándonos a su futuro como “cautivos en su marcha de victoria” (2 Co 2.14). Cada uno de estos eventos afecta a todos los demás. A menos que mantengamos esta visión, seguiremos comunicando al mundo un evangelio parcial. La sombra del hombre de Nazaret, crucificado bajo Poncio Pilato, cae sobre la gloria de su resurrección y ascensión, sobre la llegada de su Espíritu y su parusía. El que consumará la historia es el Jesús que caminó con sus discípulos, que vive como Espíritu en su Iglesia (ver Ef 2.20); es Aquel crucificado que se levantó de la muerte; es aquel que fue levantado sobre la cruz, quien fue levantado al cielo; es el Cordero inmolado pero viviente.

Pero ¿quién, cuál Iglesia, cuál cuerpo humano de personas puede hacer frente a semejante llamado?


Terminamos en la próxima entrega de estos Recursos el final del libro Misión en Transformación. Cambios de paradigma en la teología de la misión, de David J Bosch, Libros Desafío, Grand Rapids, USA, 2000, 711 pp. Resumen y adaptación de GBH.


En el archivo encontrará

  • Orientaciones para la predicación
  • Orientaciones para la acción pastoral
  • Orientaciones para la liturgia del culto comunitario


Esta es una nueva entrega de Recursos Litúrgicos y Pastorales, siguiendo los tiempos de Pentecostés, junio a agosto 2024 (Ciclo B).

Reedición ampliada de trienios anteriores con nuevos materiales bíblicos, pastorales y litúrgicos, incluyendo sugerencias de recursos musicales.

  • para hermanos y hermanas que asumen el ministerio de la Palabra,
  • realizando trabajos pastorales en amplio sentido y con distintos grupos
  • y a personas encargadas y colaboradoras en la liturgia del culto comunitario.

Cotejamos el “Leccionario Común Revisado” (LCR), en ediciones de varias iglesias hermanas. Nos permitimos abreviar algunos textos para la lectura pública, y algunas veces extendemos los textos bíblicos comentados, proponiendo también algunas alternativas, generalmente dentro del LCR.

Este material circula en forma gratuita y solamente en ámbitos pastorales, dando crédito a todos los autores y autoras, hasta donde les conocemos, valorando mucho su disponibilidad.

Agradecemos todos los materiales que hemos usado –ya disponibles en varias redes–, como aportes para estos “recursos”.  Y especialmente agradecemos los materiales litúrgicos enviados por la pastora Cristina Dinoto, y las fotos de la pastora Hanni Gut.

Las indicaciones de las fuentes musicales son:

  • CA – Cancionero Abierto, ISEDET.
  • CFCanto y Fe de América Latina, Igl. Evangélica del Río de la Plata.
  • CN – Himnario Cántico Nuevo, Methopress.
  • HB – Himnario Bautista. Casa Bautista de Publicaciones.
  • MV – Mil Voces para Celebrar, himnario de las comunidades metodistas hispanas, USA.
  • Red Crearte, https://redcrearte.org.ar/
  • Red de Liturgia del CLAI: reddeliturgia.org
  • Red Selah: www.webselah.com

Y anotamos las versiones de la Biblia mayormente usadas:

  • RV60 o RV95 o RVC – Reina-Valera o Reina-Valera Contemporánea (Edic. de Estudio)
  • DHH – Dios habla hoy, desde la tercera edición o Biblia de Estudio.
  • NBE – Nueva Biblia Española, Edición Latinoamericana – Ediciones Cristiandad
  • NBI – Nueva Versión Internacional – Edit. Vida, USA
  • BJ – Biblia de Jerusalén – Desclée de Brouwer, Bélgica-España
  • Libro del Pueblo de Dios – Verbo Divino, Argentina

Fraternalmente, Laura D’Angiola y Guido Bello, desde la congregación metodista de Temperley, Buenos Aires Sur.



En estos “Recursos” procuramos usar un lenguaje inclusivo, optando por palabras abarcativas e incluyentes. Casi siempre preferimos alternar el femenino y el masculino, en vez del “los/as”, los “otres” o l@s: inclusión con agilidad y belleza en el lenguaje. Usamos “los seres humanos” o “la gente”, en vez de “los hombres”, etc. Pero siéntanse todos y todas en libertad: no queremos hacer de esta inclusividad una herramienta de exclusión ni de condena…

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Junio a agosto 2024 (Ciclo B) - PENTECOSTES

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