Recursos litúrgicos y pastorales – Junio a agosto 2022
Junio a agosto 2022 (Ciclo C)
LOS TESTIMONIOS LITÚRGICOS DE LA VIDA COMUNITARIA (Continuación)
También tenemos que renunciar aquí a una teología de la vida comunitaria, como nos ha sucedido en los otros temas que hemos tratado. Pero el testimonio de la primera comunidad cristiana es que perseveraba en la doctrina de los apóstoles, en la comunión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones (Hch 2.42).
Y el catecismo de Heidelberg habla de una contribución cristiana a la asistencia de los pobres, al lado de la predicación de la cena y de las oraciones, cuando enumera los elementos del culto. Esta ofrenda parece sellar las oraciones como los sacramentos de la palabra de Dios, pero no son los únicos testimonios litúrgicos de la vida comunitaria. Hay que añadir las exhortaciones y los estímulos mutuos, que son prueba de la unanimidad de los fieles, y los avisos y mandamientos, prueba de su obediencia.
La ofrenda debería ser ubicada en la perspectiva de la confesión de fe, como signo sustitutivo de la autodedicación de los fieles al servicio del Señor, de ahí que sea legítimo ponerla en la mesa santa donde se encuentran las especies eucarísticas. También es posible ver en ella un signo de la unidad y fraternidad cristianas; su fin es ayudar a la Iglesia a vivir en ese clima. Pensemos en la importancia teológica que Pablo concede a la colecta hecha en las iglesias que había fundado, en favor de la hermanad de Jerusalén; la consideraba tan importante que aceptó incluso arriesgar su vida para llevarla él mismo hasta esa ciudad (cf Hch 21.4, 11-14); o en la importancia teológica de la comunidad de bienes en la Iglesia de Jerusalén, descrita en los Hechos de los Apóstoles.
El ofrecimiento de los bienes para servir a la unidad y fraternidad de los cristianos ha formado parte del culto cristiano de forma regular desde los orígenes hasta nuestros días. Su lugar no está en el comienzo el culto, sino en su desarrollo, y nada se opone a que el momento de realizar este acto comunitario sea cuando se llevan las especies eucarísticas a la mesa santa.
Entre las exhortaciones y los estímulos mutuos –también testimonios litúrgicos de la vida comunitaria–, mencionamos los siguientes:
Las antífonas. El culto judío ya las conocía, y la liturgia cristiana las empleó desde el principio, haciendo y adaptando otras más. Si las antífonas son frecuentemente oraciones, sin embargo poseen algo especial, que es su carácter comunitario y fraterno, ya que en ellas uno toma a otro de cierta manera, la palabra de la boca. Todos se sienten animados por un mismo Espíritu, se unen en un movimiento único de confesión y de alabanza. Solo cuando una parte de la asamblea toma, alternativamente, la palabra de la otra, la comunidad confiesa y celebra perfectamente a Dios con una misma boca. En esta dualidad de la alternancia, la unidad de la confesión y de las alabanzas encuentra una expresión insuperable. Y, finalmente, las antífonas son una postura implícita contra la clericalización del culto, mucho más, quizás, que la oración dominical, el credo y los amén.
Los estímulos de mutua ayuda espiritual que, en forma antifonal, se elevan de hermano a hermano y hermana en el culto, son como órdenes de maniobras; por ejemplo: “Levantemos el corazón – Lo tenemos levantado hacia Dios. Demos gracias al Señor, nuestro Dios – Es justo y necesario”, o bien, el saludo “El Señor esté con ustedes” – Y con tu espíritu”, que son el preludio ordinario de las oraciones.
Debido a su forma semita (cf Gál 6.18; Fil 4.23; 2 Tim 4.22; Flm 25) suena un poco extraña a nuestros oídos modernos. Es preciso reconocer que nuestros oídos protestantes se han desacostumbrado a este saludo; pero hay que preguntarse también si, al perder este saludo, no hemos perdido a la vez algo más: el ejercicio de un deber de estímulo fraternal en el momento en que se va a enfrentar el rostro temible del Señor y, al mismo tiempo, la prueba de un sentimiento de cohesión y de solidaridad espirituales.
El confiteur: confesión mutua entre la asamblea y el liturgo. Desde los siglos X y XI se generalizó esta plegaria común de confesión, como en la tradición reformada, especialmente como una forma de servicio mutuo para poderse presentar después ante Dios en la asamblea eucarística con la alegría del perdón. El o la ministro se presenta ante la asamblea confesándose como pecador culpable, y suplica a sus hermanos que Dios le perdone. La asamblea responde accediendo a su petición y pide lo mismo a Dios; a su vez, pide al ministro el mismo favor, que este lo devuelve de la misma manera. De nuevo, esta práctica, que puede ser ocasional, es muy adecuada para limitar el orgullo clerical y proporciona un ejemplo de auténtica y mutua ayuda espiritual. Y de paso, no hacemos solo a la Iglesia de Roma la acusación de haberse convertido en una Iglesia completamente clericalizada, donde el laicado ha perdido sus deberes y derechos.
El saludo o beso de la paz es una medida caída en desuso desde la edad media, pero que se empleaba en los tiempos apostólicos (cf Rom 16.16; 1 Cor 16.20; 2 Cor 13.12; 1 Tes 5.26; 1 Pe 5.14) y que testimoniaba, de forma notoria, la unidad y la fraternidad de quienes celebraban el culto. Este beso o saludo de la paz tiene su sitio propio en la santa cena. En su origen fue, sin duda, un signo de reconciliación mutua y de unidad. Así podemos mostrar que todas las razones que tenemos los seres humanos para oponerse en el plano del mundo, desaparecen cuando se trata de encontrar a Cristo; con ella el orgullo humano queda profundamente destruido.[1]
Los avisos o anuncios de la vida comunitaria. Con frecuencia no se sabe dónde colocarlos o se los teme, debido a un espiritualismo peligroso o a cierto temor de atentar contra la solemnidad del culto, como si el culto tuviera vergüenza, de improviso, de reunir a hombres y mujeres que quieren casarse, que pierden a sus padres o amigos; como si tuviera vergüenza de reunir a hombres y mujeres que desempeñan una misión apostólica en el mundo, y que deben recibir orientaciones sobre su testimonio mediante avisos o sobre la manera de prepararse, como las indicaciones sobre las actividades parroquiales.
No hay que escamotear los anuncios poniéndolos antes de la invocación, ni tampoco especificar demasiado los detalles, prefiriéndose dar sobre ellos una nota escrita a la salida. Es bueno dar estos avisos después de la homilía y antes de la gran oración de intercesión. Ellos son prueba de que si la Iglesia se dispersa de domingo a domingo, no desaparece por eso, sino que continúa orando, escuchando la palabra de Dios, siendo su testigo, y viviendo y muriendo bajo la mirada del Señor.
[1] A pesar de lo cual, von Allmen piensa que “no es posible restaurar esta práctica por el momento, ni siquiera el domingo de resurrección”, p 181.
CÓMO ARTICULAR LOS ELEMENTOS DEL CULTO ENTRE SÍ – Anuncio de este tema
¿Cómo articular los elementos del culto entre sí? A esta pregunta se puede responder de dos maneras. Una, históricamente, mostrando cómo ha procedido la Iglesia, y se acaba examinando los numerosos órdenes litúrgicos tradicionales, y al final de esta obra proponemos uno.
Pero también se puede responder intentando interpretar teológicamente las articulaciones posibles, diversas y no contradictorias de dichos elementos, para calibrar así toda la riqueza de los mismos. Hay tres posibles modos de articulación que no se contradicen, sino que se completan mutuamente: El primero de estos tipos facilita una interpretación formal de esta articulación. El segundo tipo facilita una interpretación escatológica del culto. Y el último tipo de articulación, el más interesante teológicamente, permite distinguir cómo obra Dios en el culto.
Jean Jacques von Allmen, en El Culto Cristiano, Sígueme, Salamanca, 1968, pp. 177-189
En el archivo encontrará
- Orientaciones para la predicación
- Orientaciones para la acción pastoral
- Orientaciones para la liturgia del culto comunitario
Esta ha sido una nueva entrega de Recursos Litúrgicos y Pastorales, siguiendo los tiempos de Cuaresma y Resurrección, de Junio a Agosto 2022, (Ciclo C). Reedición de 2019 con nuevos materiales,
- para hermanos y hermanas encargados del ministerio de la Palabra,
- realizando trabajos pastorales en amplio sentido y con distintos grupos
- y a encargados y encargadas de la liturgia del culto comunitario.
Cotejamos el “Leccionario Común Revisado” (LCR), en ediciones de varias iglesias hermanas. Nos permitimos abreviar algunos textos para la lectura pública, y algunas veces extendemos los textos bíblicos comentados, proponiendo también otras alternativas, generalmente dentro del LCR.
Este material circula en forma gratuita y solamente en ámbitos pastorales, dando crédito a todos los autores hasta donde los conocemos, valorando mucho su disponibilidad.
Agradecemos todos los materiales que hemos usado –ya disponibles en varias redes–, como aportes para estos “recursos”. Y especialmente agradecemos los materiales litúrgicos enviados por la pastora Cristina Dinoto, y las fotos de la pastora Hanni Gut.
Las indicaciones de las fuentes musicales son:
- CA – Cancionero Abierto, ISEDET.
- CF – Canto y Fe de América Latina, Igl. Evangélica del Río de la Plata.
- CN – Himnario Cántico Nuevo, Methopress.
- MV – Mil Voces para Celebrar, himnario de las comunidades metodistas hispanas, USA.
- Red Crearte, https://redcrearte.org.ar/
- Red de Liturgia del CLAI: reddeliturgia.org
- Red Selah: www.webselah.com
Y anotamos las versiones de la Biblia mayormente usadas:
- RV60 o RV95 o RVC – Reina-Valera o Reina-Valera Contemporánea
- DHH – Dios habla hoy, desde la tercera edición o Biblia de Estudio.
- NBI – Nueva Versión Internacional – Edit. Vida, USA
- BJ – Biblia de Jerusalén – Desclée de Brouwer, Bélgica-España
- Libro del Pueblo de Dios – Verbo Divino, Argentina
Fraternalmente, Laura D’Angiola y Guido Bello, desde la congregación metodista de Temperley, Buenos Aires Sur.
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