Para que tengan un futuro lleno de esperanza
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«Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bien, y no para su mal, para que tengan un futuro lleno de esperanza.” –Palabra del Señor.
Jeremías 29.10 (RVC)
El profeta Jeremías envía una carta a los exiliados en Babilonia, como si fuera una carta a los exiliados de Gaza que quieren volver a su territorio, después de la invasión de Israel, como si fuera una carta a los expulsados colombianos desde los Estados Unidos. Y la carta de Jeremías es para esos exiliados un mensaje divino de esperanza y aliento en ese tiempo de desesperación y confusión (capítulo 29, años 600 a.C. aproximadamente).
Los babilonios ya habían sitiado Jerusalén, lo que lleva a la primera ola de deportaciones alrededor del 597 a.C. Este exilio fue un golpe devastador para el pueblo de Judá, que fue arrancado de su tierra natal y arrojado a un entorno desconocido y hostil. «Futuro” y “esperanza» indican que hay algo que esperar más allá del sufrimiento presente: una promesa divina de restauración y renovación.
El texto nos recuerda la invariable fidelidad de Dios y de sus buenos propósitos para con su pueblo en medio de circunstancias difíciles y tormentosas. El contexto histórico del exilio babilónico nos brinda el telón de fondo para entender la profundidad y el alcance de la promesa.
En medio de nuestros propios desafíos e incertidumbres, podemos encontrar consuelo y esperanza en la seguridad de que Dios conoce los planes que tiene para nosotros, así “planes para su bien, y no para su mal, para que tengan un futuro lleno de esperanza”. En medio de tanta calamidad, Jeremías no pierde jamás la confianza en la salvación de Dios.
Enrique Pichón Riviere –inmigrante que aprendió francés y guaraní siendo niño antes de hablar el castellano en Argentina, donde fue fundador de la Psicología Social–, nos enseñó que se torna imprescindible gestar proyectos colectivos donde planificar la esperanza junto a otros y otras, especialmente en tiempos de incertidumbre y desesperanza.
Jeremías es un profeta que nos resulta próximo por su contexto vital y por su mensaje. Vive en la peor época del reino de Judá, en tiempo de destrucción y arrasamiento de vidas y culturas por el poder del Imperio de Babilonia, y así son llevados al destierro.
En esta proximidad vital con nuestro tiempo, nos cuesta procesar que nos encontremos en un momento de tanta crueldad y de acciones maliciosas que dañan, hieren y golpean desde el poder a las mayorías y en particular a los y las más débiles.
Que la tristeza y el desánimo nunca dominen nuestras vidas, que las diatribas de violencia y discriminación de algunos dirigentes políticos nunca nos envenenen. Y que, por el contrario, levantemos y reconstruyamos la esperanza donde se esté fragmentando, buscando la unidad en vez de la atomización, buscando la dignidad de todos en vez de la burla, y el amor en vez del desprecio.
“Que la violencia de tanto poder no ciegue nuestros ojos,
ni el pavor de lo padecido clausure la conciencia.
Que la voluntad de ternura jamás nos abandone.
y que la paz crezca en nuestros cuerpos.
cuando lo justo y necesario sea el bien de todos.
y reine la belleza que honrará la vida”.
V. Zito Lema
Sigamos construyendo espacios de esperanza, cultivando gestos y acciones de cuidado, aumentando así el caudal de esperanza y paz en nuestra sociedad, para proclamar buenas noticias a los pobres, proclamar libertad a los cautivos, dar vista a los ciegos, poner en libertad a los oprimidos y proclamar el año de la buena voluntad del Señor (Lucas 4.18-19).
Abrazo fraterno/sororal,
Pastor Américo Jara Reyes
Obispo