Mensaje de Navidad del Consejo Mundial de Iglesias
Estimados hermanos y hermanas:
“Porque conocen la gracia de nuestro Señor Jesucristo que, siendo rico, por amor de ustedes se hizo pobre para que ustedes con su pobreza fueran enriquecidos”. (2 Corintios 8:9)
La historia de la Navidad fascina, intriga e interpela.
Entre otras razones, es una historia fascinante porque la revelación de lo que Dios, por medio de su gracia, ha hecho en Cristo para la renovación de toda la creación nos llega a través de relatos en los que los principales personajes no son los poderosos que viven en palacios, sino los humildes que viven en los márgenes.
Pensemos en los relatos de la Navidad de los evangelios de Mateo y Lucas. ¿Qué nos viene en mente? Una pareja modesta que se enfrenta a dificultades; un niño vulnerable amenazado por la crueldad de un rey; una mujer embarazada que no encuentra posada para dar a luz; pastores anónimos que reciben buenas noticias de una multitud de ángeles; una joven familia que se ve forzada a migrar.
Todos ellos están en el reverso de la historia. Todos ellos son portadores de la promesa divina del destino final de la historia.
Lo que María celebró en el espíritu de los profetas hebreos, cantando que su salvador “quitó a los poderosos de sus tronos y levantó a los humildes”, el apóstol Pablo lo formula en términos de despojo de sí mismo del Hijo de Dios, que optó por ser pobre “por nosotros y por nuestra salvación”, tal como luego fue expresado en el Credo Niceno.
La historia de la Navidad y su fascinante paradoja nos invitan a meditar sobre la vida cristiana en el mundo de hoy. En sus sermones en Constantinopla sobre la segunda epístola a los corintios, san Juan Crisóstomo habló de dos pilares de la vida cristiana que son inseparables el uno del otro: la sagrada comunión y la compasión. No podemos recibir el pan celestial sin ejercer una solidaridad activa, en la “liturgia después de la liturgia con quienes no pueden recibir el pan terrenal”.
Vivimos unos tiempos en que la pandemia ha exacerbado los riesgos de la emergencia climática, las desigualdades sistémicas entre los ricos y los pobres, y la violencia de género generalizada.
Al prepararnos para recibir a quien puso de manifiesto al Dios de la viuda, el extranjero y el huérfano, no dejemos que nuestras mentes se sometan al espíritu de codicia de nuestra época. Arrepintámonos y adoptemos nuevas maneras de vivir que expresen nuestra preocupación por las generaciones venideras. Dejemos que el amor de Cristo lleve al mundo a la reconciliación y la unidad.
Les deseo una feliz Navidad y que su mensaje de alegría y esperanza inunde sus vidas. ¡Cristo ha nacido, glorifiquémosle!
Rev. Prof. Dr. Ioan Sauca
Secretario general en funciones
Consejo Mundial de Iglesias