Recursos para la predicación
Juan 9.31–10.21 – Presentación de Juan Mateos y Juan Barreto
Síntesis del contexto en el Evangelio de Juan
Jesús denuncia el pecado de los dirigentes: la mentira que consiste en llamar vida a lo que es muerte, luz a lo que es tiniebla. Esta nace de su propia mentira interior, pues ellos se niegan a ver los hechos y a reconocer la evidencia; el motivo profundo de este modo de obrar es su interés personal, por el que son opresores del pueblo.
Muestra Jesús su incompatibilidad con la institución judía y anuncia su propósito de sacar fuera a los que escuchen su mensaje, para formar una comunidad humana libre que gopce de la plenitud que él comunica.
Con otra formulación, traza Jesús de nuevo la línea que divide a los hombres: estar a favor o en contra de la vida humana, es decir, estar dispuesto a darse a sí mismo o, por el contrario, ser ladrón y homicida, privando al hombre de sus bienes y de su vida.
Su muerte voluntaria demuestra que quien se desprende de la vida por amor a los demás no la destruye, sino la lleva a su máximo, por hacerse semejante al Padre, que es don gratuito y generoso. Quien se da a sí mismo se convierte en dador de vida.
Juan Mateos y Juan Barreto, biblistas católicos españoles, en El Evangelio de Juan, Cristiandad, Madrid, 1982. Extractamos las “Síntesis” de ese comentario.
Juan 10.11-18 – Presentación de Severino Croatto
Jesús se presenta como el pastor auténtico. Este tema tiene sus raíces en la historia de Israel, cuando los dirigentes eran representados frecuentemente, según una tradición de abolengo mesopotamio, como “pastores”. La mala experiencia con tales personas hizo que fueran justamente los profetas quienes retomaran el motivo, acusando a las clases dirigentes de haber sido malos pastores (Ez 34.1-16.17-22; Jr 23.1-2). El contexto es el del exilio y de la diáspora. Yavé mismo asume la función de verdadero pastor (Jr 23.3; Salmo 23!), hasta que instale, en una era por venir, a buenos pastores según su corazón (Ez 34.23; Jr 23.4). Nótese el recorrido de la imagen, en tres fases.
También Jesús hace una distinción, una verdadera oposición (los otros son ladrones y salteadores, v.1b, y las ovejas no los siguen, vv.2-5).
En el texto poético que sigue (desde 10:7b), de otra mano, Jesús ya no es el pastor sino “la puerta” del redil (¡hay que pasar por él!), pero luego vuelve a proclamarse “pastor”, con dos rasgos:
- Defiende las ovejas, y
- Da la vida por ellas (sin escapar, como el ladrón).
El “yo soy el buen pastor” está afirmado 2 veces; el tema del “dar la vida”, 5; el de “recobrarla”, 2.
La elección del tema tiene que ver con las reflexiones, en este tiempo postpascual, en torno de la muerte de Jesús (el "dar la vida") y su resurrección (el "recobrarla").
El discurso de Jesús, que se iniciaba con el tema del “buen pastor”, culmina con el de la entrega voluntaria a la muerte, para defender las ovejas. Pero, igual que en los textos de Hechos, la vida es el trasfondo en que se entiende el sacrificio.
Como reflexión:
- Muchos de nosotros nos hacemos llamar “pastores”; otros, nos hacemos llamar con otros nombres; en todos los textos bíblicos que aluden al pastor, se trata de una función de conducción, de custodia y protección. Y esa función puede ejercitarse de dos maneras opuestas. Vale tanto para la instancia política como para la religiosa.
- “Dar la vida”, es otro hilo conductor que surge del texto evangélico de este domingo. ¿En qué damos vida? ¿En qué damos nuestra vida?
- La imagen del pastor, por ser tan natural, todavía tiene su reserva-de-sentido. Los textos bíblicos han generado, con la misma, una oposición, para que cada uno se coloque de un lado o del otro, del lado de la infidelidad y de la muerte, o del lado de la vida.
Los otros textos del evangelio de Juan, para los domingos de mayo, tienen que ver con la permanencia en Jesús, para tener vida, justamente (Jn 15.1-8, Jesús es la “vid” verdadera, ¡no así la de Is 5.1-7!). El tema “cursor” es el del “permanecer” en Jesús (9x en los vv.1-8, pero 11x, si leemos hasta el v.17, texto del último domingo de mayo).
La manera de “permanecer” es guardar la entolé del amor de unos a otros. De ahí los frutos, como en la buena vid. También en esta gran comparación (vv.1-17) aparece el motivo de la entrega a la muerte (v.13, por los “amigos”).
Severino Croatto, biblista católico argentino, suspendido como sacerdote por su iglesia (1930-2004), en Estudios Exegético-Homiléticos 2, ISEDET, Buenos Aires, 2000.
Hechos de los Apóstoles 4.1-12 – Presentación de Pablo Richard
El discurso de Pedro es interrumpido por las autoridades judías: los sacerdotes, el jefe de la guardia del Templo y los saduceos, es decir, el poder religioso, militar y poklít5ico de Jerusalén. Les molesta que Pedro y Juan enseñen al pueblo y anuncien la resurrección en la persona de Jesús. Las autoridades se consideran los auténticos jefes de Israel y no toleran que otros enseñen al pueblo.
Además, rechazan radicalmente que se anuncie la resurrección. No se trata aquí de un tema puramente teológico (que no agradaría a los saduceos que no creen en la resurrección), sino de un tema profético y apocalíptico popular, cuyo eje era la reconstrucción de la esperanza del pueblo. Y esa tradición apocalíptica popular era amenazante para las autoridades del Templo.
El pueblo de Israel sigue a Pedro como a su verdadero jefe, en contra de las autoridades constituidas del Templo. El primer testimonio de Pedro (v 5-12) se da en un contexto institucional de alta jerarquía: en Jerusalén (nombre sacro de la ciudad), en el Sanedrín (cf v 15), con las más altas autoridades: jefes, ancianos, escribas y todos los sumos sacerdotes (cuatro son presentados por su nombre.
Pedro y Juan son interrogados formalmente sobre el poder que ellos tienen y en nombre de quién han actuado. La misma pregunta le hicieron a Jesús en el Templo (Lc 20.1-2). La respuesta de Pedro, un pobre pescador de Galilea, es también muy formal y con autoridad, pues habla “lleno del Espíritu Santo”. Ahora Pedro no se dirige al pueblo, sino a las autoridades: “jefes del pueblo y ancianos”.
Su testimonio es claro y directo: el tullido ha sido sanado por el nombre de Jesús, a quien los jefes del pueblo crucificaron y Dios resucitó de entre los muertos. Jesús ha llegado a ser la piedra angular que los jefes de Israel, como constructores, habían rechazado. La salvación solo puede darse en el nombre de Jesús, el resucitado de Dios, piedra angular de un nuevo edificio.
Este testimonio es un enfrentamiento directo con las autoridades de Israel y la proclamación explícita de una conducción apostólica alternativa. Es en realidad un testimonio “increíble”, basado en tradiciones históricas que Lucas recoge, recuerda y reconstruye redaccionalmente en función de su propia situación histórica y eclesial.
Reflexión pastoral sobre Hechos 4.1-31.
- Hay en el texto una clara contraposición entre testimonio apostólico y autoridades del Templo, incluso la afirmación de que es necesario obedecer a Dios más que a las autoridades (4.19-20). ¿Es posible que hoy día lleguemos a vivir tal contraposición y tal dilema? ¿Dónde, cómo, cuándo?
- Hagamos un análisis en el texto de la parresía (audacia, valentía) de Pedro y Juan como la actitud característica de los testigos de la resurrección, que hablan llenos del Espíritu Santo. Reflexionemos sobre cómo vivimos hoy personal y comunitariamente esta parresía.
- ¿Cuál es la relación entre testimonio y comunidad? ¿Cómo acompaña la comunidad a los testigos en momentos de persecución?
- ¿Cómo vivimos todos los momentos de la reunión litúrgica de la comunidad en Jerusalén (4.23-31) hoy día en nuestras liturgias? Descubra en esa reunión en Jerusalén el método Ver-Juzgar-Actuar.
Pablo Richard Guzmán, biblista católico chileno en Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, España, 2003.
Salmo 23 – Presentación de Samuel Almada
V. 1 Yavé es mi pastor, nada me faltará.
V. 2 En verdes praderas me hace reposar;
sobre aguas en reposo me conduce.
V. 3 Conforta mi alma,
me conduce por senderos justos
por amor de su nombre.
V. 4 Aunque ande en valle tenebroso,
no temo ningún mal,
porque tu estás conmigo,
tu vara y tu cayado me infunden aliento.
V. 5 Tú preparas ante mí una mesa,
en presencia de mis adversarios.
Unges mi cabeza con aceite.
Mi copa está rebosando.
V. 6 Ciertamente el bien y la misericordia
me seguirán todos los días de mi vida,
y permaneceré en la casa de Yavé por largos días.
Es difícil estimar el valor poético y emotivo de este Salmo, pues constituye una especie de Credo o Padrenuestro para el mundo evangélico; y esto también representa un incentivo para reflexionar y predicar a partir de él.
El Salmo 23 por su forma puede ser considerado un Salmo de oración en el cual el orante o la comunidad se dirige a Dios, confiando en su benevolencia y fidelidad. Representa una verdadera confesión de fe.
Esta oración se puede dividir en dos partes principales. En la primera parte (vv. 1-4) el orante habla de Yavé como si fuera un pastor de ovejas que le ofrece con esmero su cuidado y protección; y la segunda parte (vv. 5-6) describe a Dios como un gran anfitrión que agasaja a su invitado con un magnífico banquete.
La idea de Yavé como pastor de su pueblo se deriva de una metáfora que encontramos frecuentemente en el Medio Oriente antiguo en la cual el rey es el pastor de su pueblo; y hay muchos pasajes del Antiguo Testamento que dan cuenta de esta transferencia de idea del contexto cultural (ver p.e. Sal 79.13; 95.7; 100.3; Is 40.11; Ez 34.11-12). Incluso en la tradición cultual de Jerusalén, Yavé es glorificado como “pastor de Israel” (ver Sal 80.1).
Los vv. 2-4 describen detalles del oficio del pastor con sus ovejas en términos bien realistas; apacentar al rebaño en pastos tiernos y aguas mansas, confortar en el cansancio y guiar por senderos apropiados (“senderos justos”), la vara y el cayado del pastor infunde confianza y aliento en el rebaño pues son elementos de defensa y protección.
En el v. 4b por primera vez la oración se dirige directamente a Yavé, y marca el núcleo de confianza del orante en la presencia y compañía de Dios, aun en situaciones de peligro y adversidad.
En el v. 5 cambia totalmente la escena. Aquí Yavé aparece como un anfitrión bondadoso y protector que ofrece un banquete para un huésped que se encuentra acosado y perseguido. La invitación a un banquete, el ungimiento con aceite y la copa llena son gestos significativos que reflejan el fuerte sentido de la hospitalidad en el mandato cultural del contexto oriental, y también son símbolos de solidaridad y de alianza.
Hay varias hipótesis sobre la interpretación del banquete “en presencia de mis adversarios” (v. 5a). Algunos sugieren que el perseguido sería una persona que encontró protección en el derecho de asilo que ofrecía el templo; y el banquete festivo se podría considerar como un sacrificio de acción de gracias del acosado en ocasión de haber obtenido la absolución. Después de pronunciarse el juicio de Dios y de haber obtenido el acusado la absolución, se celebra un banquete sacrificial en el que participan también los acusadores y adversarios.
Si seguimos esta pista mencionada del acosado y asilado en el templo, la confesión del v. 6 nos sorprende doblemente, pues pone de relieve un cambio total de situación. En primer lugar, son ahora el bien y la misericordia los que siguen al antiguo perseguido por sus enemigos (v. 6a); y en segundo lugar, el antiguo lugar de asilo (la casa de Yavé = templo), para quien ha experimentado la salvación de Yavé, se transforma en el lugar deseado para quedarse para siempre (cf. Sal 27.4ss).
Para la reflexión
Conviene recordar que al contrario de lo mucho que se ha escrito sobre el Salmo 23 desde la perspectiva de una piedad idílica y sumisa, el poema refleja un trasfondo de permanente peligro e inestabilidad; el orante clama no desde una posición cómoda y tranquila, sino desde la adversidad; y es precisamente allí donde el Dios de la vida se hace fuerte y muestra su salvación para todas las naciones.
Bendición franciscana
Que Dios te bendiga con la incomodidad, frente a las respuestas fáciles, las medias verdades, las relaciones superficiales, para que seas capaz de profundizar dentro de tu corazón.
Que Dios te bendiga con la ira, frente a la injusticia, la opresión y la explotación de la gente, para que puedas trabajar por la justicia, la libertad y la paz.
Que Dios te bendiga con lágrimas, para derramarlas por aquellos que sufren dolor, rechazo, hambre y guerra, para que seas capaz de extender tu mano, reconfortarlos y convertir su dolor en alegría.
Y que Dios te bendiga con suficiente locura, para creer que tú puedes hacer una diferencia en este mundo, para que tú puedas hacer lo que otros proclaman que es imposible. Amén.
Bibliografía:
Luis Alonso Schökel – Cecilia Carniti, Salmos. Estella, Verbo Divino, 1992.
Hans Joachim Kraus, Los Salmos. Salamanca, Sígueme, 1995.
Samuel Almada, biblista bautista argentino, en Estudios Exegético–Homiléticos 50, Mayo 2004, ISEDET, Buenos Aires, Argentina
1 Juan 3.16 24 – Presentación de Néstor Míguez
Notas exegéticas
Nuevamente aquí el leccionario corta la perícopa por la mitad. Desde un punto de vista estructural tanto como temático, la inclusión está marcada por las palabras “nos amemos unos a otros”, que aparecen en el v. 11 y en el 23. El v. 22 introduce el tema del mandamiento, que forma una subunidad con el 23 y lo conecta con el v. 24, que abre la siguiente sección, sobre el Espíritu, que se extenderá hasta 4:6.
El párrafo completo, 3.11-23 es el verdadero centro temático de toda la carta. Dentro de ella aparecen estructuras más pequeñas, que abarcan del 11-15,16, 17-18, 19-21, y 22-24, que es el nexo con el tema siguiente. En estos versículos se anudan los argumentos cristológicos y éticos. Si nos concentramos en el párrafo indicado por el leccionario, iniciando la lectura en el v. 16, notamos la inmediatez de esta conexión. Uno podría tomar este verso como eje y notar como se extiende el argumento hacia adelante y hacia atrás. La primera parte, del 11 al 15, marcaría el argumento negativo: allí se explaya el autor sobre el “no amar al hermano”, oponiendo a Cristo la figura de Caín y el mundo. Estos dos son los paradigmas del desamor, lo malo, y en ellos se configura la oposición entre el mundo que no conoce a Cristo, y por lo tanto sólo se nutre del sino trágico de la muerte, y los que “hemos pasado de muerte a vida, porque amamos a los hermanos” (v. 14). Es interesante notar que “porque amamos a los hermanos” es una cláusula causal, es lo que permite pasar de “muerte a vida”.
El v. 16, entonces, anudará este antecedente para mostrar el sentido positivo de este amor, el compromiso vital que encierra. Ello se explicitará en los vs. 17-18. Pero antes de continuar conviene detenerse unos instantes en este verso decisivo. Porque pone en el centro de la experiencia del amor recibido la iniciativa del amor recíproco. Una traducción más o menos textual (el versículo no registra mayores variantes) sería “en esto conocemos el amor, pues aquél por nosotros su vida[1] puso. También nosotros debemos por nuestros hermanos la vida entregar”. Aunque nuestras versiones (Dios Habla Hoy, la Biblia Latinoamericana, la Versión Hispanoamericana, etc. no así Reina-Valera) se apresuran a interpretar intercalando un Cristo o Jesucristo en lugar de “aquél”. La referencia a Cristo es obvia, si se mira al Evangelio, pero llama la atención que el autor no la explicitara. ¿Habrá querido dejar abierta la idea de que quien pone la vida por su hermano nos enseña el camino del amor? No sería extraño en tiempos de persecución. El modelo de Cristo se ha encarnado en los hermanos (porque como él es, así somos nosotros en el mundo, 4.17b), que aceptan el sufrimiento y la persecución antes que negar a Cristo y la comunidad (2.22-24; 5.5). La función ejemplar de Cristo abre una forma de acercamiento al hermano, que no se limita a “creer”, sino que implica un “mostrar”. En el amor al hermano/hermana, “poniendo la vida (el alma, la fuerza) en ello, se hace realidad lo que Cristo, a su vez, hace por nosotros, y eso se transforma en una vía de testimonio.
Ese testimonio no se limita al relato oral, por un lado, o al acto heroico por el otro. Incluye todas las dimensiones que hay en el “dar vida”. El autor se apura a mostrar el aspecto económico de este amor, que afecta a los bienes vitales. Para designar a los “bienes de este mundo” usa la palabra “bíos”, que, por un lado significa también vida, pero que en el griego de la época había venido a indicar las cosas necesarias para mantener la vida (alimento, vestido, refugio, especialmente el primero) lo que hoy llamaríamos “las necesidades básicas”. Actualizando el texto, podríamos decir “Cualquiera que tiene sus necesidades básicas cubiertas, y ve a su hermano tener necesidad, y cierra su compasión[2] ante él (ella), ¿cómo puede el amor de Dios permanecer en él?” (v. 17). Cabe, entonces, señalar que el amor debe expresarse más allá del “testimonio oral”, en actos que compartan bienes y vida, en obras que muestran donde reside el amor verdadero (v. 18).
Los vv.19-21 buscan explicar por qué ese amor es la expresión de la verdad. La verdad no es, al modo de nuestro moderno positivismo “una descripción exacta y adecuada” de un objeto, sino que es una realidad abarcadora, que nos involucra vitalmente. El tema es “ser de la verdad”. La verdad evangélica (“Yo soy el camino, la verdad y la vida”, Jn 14.6) no es algo que tenemos o conocemos, es alguien a quien pertenecemos (“Si son mis discípulos conocerán la verdad, y la verdad los hará libres”, Jn 8.31-32). Esta verdad está ligada al conocimiento de Dios, pero en un sentido subjetivo: Dios nos conoce a nosotros (1Jn 3.20). El conocimiento de Dios es superior a nuestro propio conocimiento personal, por lo cual, aún si dudamos y el corazón parece incierto, nos permite confiar, obrar con libertad[3] en su presencia. La verdad de Dios, en la que residimos y permanecemos, suple las dudas que el mundo siembra en cuanto a la vigencia de la vida en amor.
Finalmente el final de la perícopa, vs 22-24, vincula esto con el cumplimiento del mandamiento. El mandamiento está referido, indudablemente, al mandamiento de amor de Jesús, según lo registra el Evangelio (Jn 13.10; 14.21; 15.10-12). Sobre la base de este amor se afirma también la respuesta divina a la intercesión (v. 22). Una vez más se señala la conexión entre la obra de Cristo y la confianza hacia él y el sentido del amor recíproco. Y nuevamente se afirma que esto es señal de la presencia de Dios en la vida del creyente (v. 24).
Líneas homiléticas
Santiago dice que la fe se muestra en las obras (St 2.17-18). Juan dice que la fe se muestra en el amor a los hermanos, que es la señal de la presencia del amor de Dios. El ejemplo que pone es muy similar al que nos brinda Santiago, desconocer la necesidad de un hermano careciente (1 Jn 3.17-18 = St 2.15-16). Dos textos tan distintos en su forma, en su tono y aún en su teología, sacan sin embargo la misma conclusión en lo que hace a la ética. La verdadera ortodoxia de la fe es una práctica del amor. La alta espiritualidad joanina y la exigente idea de justicia de Santiago se encuentran cuando llega el momento de expresar su compromiso con el pobre, con quien se encuentra en necesidad. La comunión con Dios se expresa en “las obras de misericordia”.
Hoy vemos a quienes en el nombre de su Dios, sea cristiano, islámico, judío, o de cualquier otro credo, no sólo no compadecen al hermano o hermana que sufre, sino que aún le roban a través de complejos mecanismos financieros, destinados a ocultar su responsabilidad y esconderse en el anonimato. Poderosos que, con la Biblia o el Qurán en la mano, incitan a la guerra, y anuncian las muertes de extraños, inocentes e indefensos como “daños ocasionales”. Frente a esta realidad no podemos menos que entender y compartir el enojo con el que Juan acusa de homicida a quienes desconocen el compromiso de amor que supone nuestra fe. Estos desconocen a Dios y niegan el amor con que Cristo nos ama.
Cuando se falta a este sentido del amor, la verdad deja de serlo. Porque el amor es en “obras y en verdad”. La verdad es un compromiso vital con la vida que Dios ha creado. Lo demás son verdades parciales que justifican actos parciales, que desconocen la integridad del amor de Dios.
[1] Traducimos “vida” por la palabra “psyjé”, que puede también significar alma, mente, aliento vital, etc. según el contexto. Es evidente que el autor está jugando con la polisemia de esta palabra, al decir que es no poner la vida en el puro sentido biológico, sino poner la fuerza, lo vital que hay en cada uno.
[2] Textualmente, “vísceras”, de allí que nuestras versiones suelen traducir “corazón”. En el Koiné la palabra indica una compasión profunda, un ser conmovido por el prójimo, por lo que también suele traducirse como “misericordia”.
[3] Griego parresía, la libertad y confianza de quien está seguro de algo. En su origen el término proviene de la democracia griega, y denota la libertad del ciudadano para expresarse en la asamblea cívica y exponer su convicción, plantear un alegato o formular su defensa o apología en caso de acusación..
Néstor Míguez, biblista metodista argentino en Estudio Exegético-Homilético 38, Mayo 2003, ISEDET, Buenos Aires, Argentina
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