Recursos para la predicación

26 Feb 2024
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Recursos para la predicación
Recursos para la predicación 03 MarzoMar 2024

Morado


Juan 2.13 22 – Presentación de Severino Croatto

En este tercer domingo de Cuaresma pasamos al evangelio de Juan para la lectura principal, con el relato de la purificación en el templo. Si se compara con los sinópticos, salta a la vista la transposición operada por el cuarto evangelio. En aquellos, la escena tiene lugar al final del ministerio de Jesús, luego de la entrada decisiva en Jerusalén (Mc 11.15-17; Mt 21.12-13; Lc 19.45-46). Juan la ubica en los inicios, luego de la “semana” inicial de siete días (1.1–2.12) y en relación con la primera pascua (2.13). Se trata de un viaje muy temprano de Jesús a Jerusalén. Veremos luego por qué esta transposición casi polar con respecto a los sinópticos.

El episodio mismo es narrado de una forma propia en Juan. En los sinópticos el contexto es más bien financiero que comercial (sólo se mencionan las palomas), en Juan se va en orden descendente en tamaño desde bueyes, pasando por ovejas, para terminar en las palomas.

El escenario también se hace distinto. Jesús habla solamente a los vendedores de palomas, a quienes no los expulsa sino que los invita a sacar “esto de aquí” (v. 16), y sólo a ellos les recuerda que no deben hacer de la casa de su Padre una casa de mercado (empórion); y son importantes las citas de las Escrituras que se hacen.

Por otro lado, la reacción no se circunscribe a las autoridades (sinópticos) sino que se globaliza a la oposición con el vocablo tan juanino de “los judíos” (vocablo que expresa al sector judío que ofrecía resistencia, como en el discurso sobre el pan de vida (6.26-58), donde su mención aparece sólo desde el v. 41, luego en el 52. Éstos piden una señal (sêmeíon) que legitime el obrar de Jesús. Como diciendo: “si haces un milagro, creeremos que Dios está contigo”. Jesús entonces los provoca a hacer lo que jamás harían, destruir el templo (v. 19). De hacerlo, él lo reconstruiría en tres días.

Por ahora, parece que todo está en clave. Al no entender esta clave, los judíos se extrañan y hacen una pregunta casi banal, sobre el tiempo que puso Salomón para construir el templo. Jesús no les responde, y queda el enigma para los objetantes. Pero el autor del cuarto evangelio no quiere que los lectores queden con el enigma, y les aclara sin perder tiempo: “él hablaba del templo de su cuerpo” (v. 21). Aparte de ser una aclaración, se trata de un avance teológico fundamental.

La idea teológica de que Jesús es el templo tiene muchas ramificaciones en los sinópticos (Mt 12.6; 26.61; Mc 14.58; 15.29), pero Jn 2.21 la expresa explícitamente. El v. 22 explica la frase anterior, dando el motivo de la sustitución del templo por el cuerpo de Jesús. El nuevo templo es el cuerpo resucitado de Jesús. La resurrección de Jesús es una glorificación (lenguaje juanino, cf. 7.39; 13.31; 17.1). Si la gloria de Dios (su energía luminosa) se concentra en el cuerpo resucitado de Jesús, ya no será en el santuario material, como otrora (Ex 40.34-38; Isaías 6.3; Salmos, etc.).Con esto tenemos una conexión “cuaresmal” con la Semana Santa.

Esta teología del cuerpo de Jesús resucitado como nuevo templo donde Dios se manifiesta por su gloria o energía, explica la menor importancia (si la hay) que tiene el templo material en la conciencia cristiana originaria. Sin embargo, durante siglos la Gran Iglesia se ocupó demasiado de los templos materiales, hermosos muchos de ellos, pero menos necesarios de lo que el Nuevo Testamento quiere. Es para pensar. O por lo menos –dado que, a la luz de la fenomenología de la religión, el espacio sagrado es importante para concentrarse en lo numinoso, para orar, para celebrar, etc.– no perdamos esa rica teología del cuerpo resucitado de Jesús como templo que concentra la energía luminosa y salvífica de Dios.

Es una manera más de mirar hacia la Pascua desde ahora, en medio de la Cuaresma.

Con respecto al Salmo 19, en el v. 8b las normas divinas son llamadas “sabiduría”, y en el siguiente, “luz de los ojos”. Ahora bien, este tema de la sabiduría nos lleva al pasaje de 1 Corintios 1. De modo que los enganches se dan en este orden: del evangelio (“signos” / destrucción del templo = cuerpo de Jesús / tema de la resurrección) se pasa a la epístola (signos /sabiduría de Dios), de aquí al Salmo 19 (la ley como luz / sabiduría) y finalmente a Ex 20 (maravillas de la historia salvífica / normas).

 

¿Qué motivó la selección de Ex 20.1-17 (el Decálogo) para este domingo? ¿Habrá sido la referencia al Dios de las maravillas en el v. 1 (“Yo soy Yavé, Dios, que te sacó de la tierra de Egipto, de una casa de esclavos”?) en relación con el pasaje de la epístola? En realidad, hay que empezar por el Salmo 19, que también habla de la Torá de modo general (vv. 8-15), pero que en su primera parte celebra la acción de Yavé bajo símbolos solares.

Severino Croatto, biblista católico argentino, 1930-2004, Estudios Exegético-Homiléticos 36, ISEDET, marzo 2003. Resumen y adaptación.


Éxodo 20.1-17 – Presentación de Samuel Almada

Repaso de los textos

El Salmo 19 consta de tres partes diversas en sus temas y estilos, pero bien combinadas. La primera parte (vv. 1-6) es un himno que canta la gloria y el poder de Dios manifestados en su creación. La segunda parte (vv. 7-11) celebra la excelencia de la Ley de Dios y su eficacia para disfrutar una vida plena. La tercera parte (vv. 12-14) es una súplica humilde y confiada para mantenerse íntegro delante de Dios y de los semejantes. Algunas analogías saltan a la vista; en la primera parte es la misma creación que “habla” y “da testimonio” de la gloria y la sabiduría de Dios, como si fuera una especie de Torá que hay que saber escuchar, observar y respetar para comprender su mensaje.

1 Corintios 1.18-25 aborda el tema del poder y la sabiduría de Dios, en una polémica con otras formas de entender la sabiduría y el ejercicio del poder en el mundo. Ciertamente este es un tema relevante para la vida y también para las tradiciones teológicas de la Biblia, como acabamos de ver, aunque de otra manera, en el Salmo 19. Para Pablo, la cruz de Cristo es el poder y la sabiduría de Dios, aunque parezca una locura a los sabios y entendidos de este mundo. Esta idea, a los judíos les parecía un escándalo y a los griegos una locura, porque no podían creer en un salvador que estuviera vencido y derrotado, y que el poder y la sabiduría se podrían manifestar a través de la debilidad y la simpleza humanas.

Juan 2.13-22 describe la ocasión en que Jesús espanta a los mercaderes del templo de Jerusalén, por haber transformado la casa de Dios y principal lugar de culto, en un mercado donde lo principal eran los negocios e intereses económicos. El templo era el lugar de encuentro y celebración de los judíos, y la Pascua era la principal fiesta de peregrinación. El negocio que Jesús critica y desbarata es precisamente el que tiene que ver con el culto: la venta de animales para los sacrificios y el cambio de monedas para el pago de los impuestos al templo, pues se prestaba para graves abusos y desvirtuaba el sentido del sacrificio y del culto. Luego, se establece una analogía sutil y con sentido figurado, donde se alude al cuerpo de Cristo, su muerte y su resurrección, como el lugar de culto. El lenguaje figurado es típico del Evangelio de Juan (comparar con 3.4 = nuevo nacimiento; 4.15 = agua viva; 6.34 = pan vivo; etc.).

Comentario sobre Éxodo 20.1-17

Éxodo 20.1-17 contiene lo que es conocido como “los diez mandamientos” (en hebreo debarim = “palabras”) o “decálogo” (diez palabras), que es un código con diez prescripciones básicas para la vida de la comunidad, y que puede ser considerado conceptualmente como el núcleo de lo que luego se desarrollaría como la Torá, ley, instrucción o guía de Dios para la vida del pueblo. Esta perícopa se encuentra en el contexto de la Alianza de Dios y el pueblo en el monte Sinaí (Ex 19-24), después de la salida de Egipto y durante la peregrinación en el desierto. Es el marco de la revelación y de la manifestación de Dios a Moisés y al pueblo (Ex 19.16-25), que luego tiene su corolario en la entrega de las tablas de piedra donde estaban grabadas las instrucciones y mandamientos de Dios (ver Ex 19.12; 32.15-19; 34.1-5). La Alianza en el Sinaí es el punto de referencia central de la Alianza bíblica, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, que a su vez se basa en la gesta liberadora del país de la esclavitud, cuando el pueblo de Israel conoció por primera vez el amor de su Dios (Ex 19.4-5; 20.2). De tal manera, la Torá, la instrucción y los mandamientos, vienen a ser una especie de Constitución que orienta la vida del pueblo en el camino de la fidelidad a la Alianza y a la relación de amor con su Dios; y por el contexto, el Decálogo puede ser entendido como el documento de dicha Alianza.

Se cree que este tipo de códigos breves, como el Decálogo y sus variantes, son los códigos jurídicos más antiguos, que en general contenían fórmulas breves, rítmicas y fáciles de retener, como en los versículos 13, 14, 15, y 16 del capítulo 20. Casi todas las exigencias del Decálogo se encuentran en el Libro de los Muertos egipcio (125), y en las tablillas de Sharpu de Babilonia, e incluso en diversos escritos de los sabios mesopotámicos o egipcios. Esta amplia convergencia con otros textos similares, justifica el valor reconocido del Decálogo dentro de la tradición judeo-cristiana como una referencia fundamental de la ética. Inclusive en la Biblia tenemos más de un Decálogo, y entre ellos los más conocidos son el de Éxodo 20.1-17 y Deuteronomio 5.6-22.

En cuanto a la forma, el Decálogo se presenta como una propuesta de Alianza que recuerda formularios clásicos donde se incluye la declaración de identidad, apelación a la historia, exigencias y deberes, promesas y sanciones. En lo que concierne a la división y la enumeración de los mandamientos se han propuesto dos agrupaciones básicas. Una proviene de Deuteronomio 5.6-22, donde se separan las dos prescripciones sobre la codicia (décimo mandamiento), y por tanto luego agrupan en un solo mandamiento la prescripción contra otros dioses y contra las imágenes, de tal manera que la institución del sábado resulta el tercer mandamiento; esta es la agrupación adoptada por la Iglesia latina, católicos y luteranos, siguiendo a Clemente de Alejandría y Agustín. Por otro lado, si se da preferencia a la formulación de Éxodo, se ve una sola prescripción contra la codicia, se mantiene la distinción entre el culto a otros Dioses y la adoración de imágenes, y la institución del sábado resulta la cuarta palabra; este es el orden que sigue el Talmud, los Padres griegos, las iglesias ortodoxas y reformadas, y nosotros aquí.

Ex 20.1 introduce el discurso de Dios (versión de Reina-Valera 1995): “Habló Dios todas estas palabras:”

Primera palabra (vv. 2-3): “Yo soy Jehová, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. 3 No tendrás dioses ajenos delante de mí”.

El v. 2 no solo es la presentación de Yavé y la declaración de su identidad, sino que define sobre todo el tipo de relación que establece con su pueblo, que es fundamentalmente “liberadora” de todo tipo de servidumbre, injusticia y opresión. El versículo 3 sugiere que hay otros Dioses, pero las características de este Dios son especiales y la relación con él exige una fidelidad exclusiva. Remarcamos que esta definición enfoca el aspecto fundamental de la praxis y de la actitud para seguir el camino de ese Dios, y no es una definición de virtudes de un Dios lejano. En ese sentido podemos recordar también el sentido del nombre de Yavé cuando se reveló a Moisés y al pueblo en Éxodo 3.14, “yo soy el que estoy (con ustedes)”.

Segunda palabra (vv. 4-6): “No te harás imagen ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. 5 No te inclinarás a ellas ni las honrarás, porque yo soy Jehová, tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, 6 y hago misericordia por millares a los que me aman y guardan mis mandamientos”.

La prescripción de no hacer esculturas o imágenes no es algo absoluto en sí mismo, sino que está en función de evitar la desviación del culto a Yavé. Es una forma de enfocar la distinción que existe entre el Dios creador y la creación (comparar con el desarrollo más elaborado de este idea en Dt 4.12-19). Algunas versiones, como la Dios Habla Hoy, traducen “ídolos”, lo cual es una interpretación válida que alude a falsos Dioses; aunque también se quiere afirmar aquí que no se puede representar a Yavé a través de ninguna imagen u obra de manos humanas, y menos para que sea objeto de culto y adoración. En la tradición bíblica, el ser humano es la obra de las manos de Dios, pero parece que es bastante fácil que las obras de las manos de los seres humanos se transformen en objetos de culto y adoración. Los versículos 5b y 6 se encuadran en lo que se conoce como listas de bendiciones y maldiciones que acompañan generalmente las alianzas, y que dependen del cumplimiento o no de lo acordado; y aquí se destaca la relevancia que tiene esto para muchas generaciones.

Tercera palabra (v. 7): “No tomarás el nombre de Jehová, tu Dios, en vano, porque no dará por inocente Jehová al que tome su nombre en vano”.

Esta palabra apunta fundamentalmente a la integridad, coherencia, autenticidad, de los que invocan el nombre de Yavé; en tanto que el nombre remite normalmente al carácter o revela algo íntimo de la persona. De tal manera, los que invocamos el nombre de Yavé deberíamos pensar seriamente si estamos expresando o representando con nuestra vida el carácter de ese Dios, que se revela en su nombre. Comparar con lo dicho sobre la Primera palabra.

Cuarta palabra (vv. 8-11): “Acuérdate del sábado para santificarlo. 9 Seis días trabajarás y harás toda tu obra, 10 pero el séptimo día es de reposo para Jehová, tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni el extranjero que está dentro de tus puertas, 11 porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el sábado y lo santificó”.

La institución del Sábado es la principal celebración del pueblo de Israel y una de sus marcas identitarias principales, sobre todo a partir del destierro en el siglo VI aC. Por tanto, se da mayor amplitud a los detalles de su cumplimiento (v. 10), y se ofrecen argumentos que justifican la institución (v. 11). La argumentación del v. 11 remite al relato de la creación “en siete días”, mientras que Dt 5.15 remite a la situación de esclavitud en Egipto y a la liberación portentosa realizada por Yavé. La palabra hebrea shabat significa “parar, cesar”, y el mandamiento apunta a un paro total de actividades, pero con el sentido específico de ser un día dedicado a la reunión de la comunidad, el culto y la búsqueda conjunta de la voluntad de Dios. Gran parte de esta tradición fue recogida por la iglesia cristiana en la institución del día del Señor y en sus pautas para la vida comunitaria. Finalmente, destacamos el sentido social y humanitario de esta prescripción, que ha ejercido influencia en las leyes laborales en gran parte del mundo.

Quinta palabra (v. 12): “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová, tu Dios, te da”.

Es un mandamiento con promesa, y afirma una responsabilidad básica para con los padres y ancianos que nos precedieron en el camino de la vida. Es evidente que los modelos de familia y núcleos sociales básicos han cambiado a través del tiempo y de las diferentes culturas, pero en todo caso es pertinente el respeto y la honra por quienes hemos recibido el don de la vida, cuidados, educación, cultura e identidad. Esto nos puede hacer reflexionar sobre la situación y el lugar de nuestros ancianos en la familia, en la comunidad y en la sociedad en general, y sobre cómo son tratados y cuidados.

Sexta palabra (v. 13): “No matarás”.

Es un llamado al respeto y defensa de la vida en todas sus formas. No destruyas la tierra y la naturaleza, no maltrates a los animales, y no mates a tu hermano, porque la vida es un regalo de Dios, y nadie se puede arrogar el derecho sobre la vida de otro; y en todo caso, la muerte provocada de diferentes maneras siempre es un fracaso y un pecado delante de Dios. Hay muchas formas de matar al hermano, pero ni siquiera las formas más grotescas de eliminación física se han podido evitar, y menos aún las formas más sutiles de matar a través de la indiferencia, la exclusión, el desprecio, y la distribución injusta del producto de la tierra.

Séptima palabra (v. 14): “No cometerás adulterio”.

Enfoca básicamente la cuestión de la fidelidad en el matrimonio. En el contexto bíblico, patriarcal y poligámico, esto tenía connotaciones más negativas para la mujer que para el varón, pues por ejemplo el varón casado o soltero tenía derecho a tener relaciones con una mujer soltera, mientras que la mujer casada no tenía derecho a tener relaciones con otro varón que no fuera su marido. En el modelo de matrimonio monogámico y más igualitario entre los miembros de una pareja, esta prescripción implica derechos y obligaciones recíprocas.

Octava palabra (v. 15): “No hurtarás”.

Se trata de los diferentes modos de apoderarse de lo que no es de uno. Esta palabra hay que pensarla en relación con la cuestión de la propiedad. Para empezar nadie puede arrogarse el derecho de propiedad exclusiva de la tierra, el agua y el aire, y del producto que proviene de ellos; luego nadie tiene derecho a apropiarse del fruto del trabajo ajeno. La idea básica es que todos los bienes materiales, tecnológicos y del trabajo deben estar al servicio del bien común. Esta es una palabra para tomar más en serio, pues lamentablemente hay una distorsión importante en la sanción social de este pecado, y los que frecuentemente son castigados son los ladrones de gallinas y no los verdaderos responsables del saqueo, la expoliación y la inequidad (iniquidad) global.

Novena palabra (v. 16): “No dirás contra tu prójimo falso testimonio”.

Probablemente esta palabra tenía originalmente una connotación jurídica en la que se afirma el valor del testimonio verdadero ante un juez o un jurado, pero también podemos pensarlo en un sentido más amplio. Así, se puede destacar el valor de la palabra verdadera, en lo que se refiere al cuidado del testimonio y la reputación del prójimo.

Décima palabra (v. 17): “No codiciarás la casa de tu prójimo: no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo”.

Algunos consideran que esta es la palabra más difícil de cumplir, pues concierne a nuestros pensamientos, sentimientos y vida interior, y sobre cómo nos posicionamos frente a nuestro prójimo y a los bienes en general. La codicia se basa en cierta disconformidad con lo que uno tiene o uno es, en la envidia de lo que algunos otros tienen y en el deseo insaciable de tener más. La codicia es la raíz de casi todos los males reflejados en el Decálogo.

Algunos sugieren que los primeros cinco mandamientos regulan la relación con Dios y los cinco siguientes conciernen a la relación entre los seres humanos. De hecho la lista comienza con la autopresentación de Dios: “yo soy Yavé tu Dios” (Primera palabra), y termina con el enfoque puesto en el “prójimo” (Décima palabra). En todo caso, estimamos que ambos aspectos se corresponden y complementan, y que cumplir la voluntad de Dios implica cumplir responsabilidades concretas para con nuestro prójimo; pues Dios se nos revela también a través de la gente que nos rodea. Esta idea se ve reflejada en una forma de síntesis que hacen los Evangelios sobre el cumplimiento de la ley de Dios, donde todo se podría resumir en el precepto de “amar al prójimo como a uno mismo” (comparar con Lv 19.18; Mt 22.34-40; Mc 12.30-31; Lc 10.25-28).

Sugerencias homiléticas

Dos de los aspectos que podríamos destacar en la predicación es el carácter propedéutico de la Ley de Dios y el espíritu de libertad necesario para que su cumplimiento sea legítimo.

Para lo primero, recordamos que el concepto hebreo de la palabra Torá es “instrucción, enseñanza”, por tanto el sentido básico del Decálogo, los mandamientos bíblicos y la ley en su conjunto, es de ser una orientación y guía para la comunidad, donde lo fundamental es la defensa de la vida en general y la vida humana en particular. Cuando la ley pierde este carácter, en vez de orientar y ayudar a poner límites, se puede transformar en algo absoluto y autónomo, e inclusive en instrumento de opresión. De allí la necesidad permanente de recuperar aquella dimensión y poner las cosas en su lugar; y esto es lo que encontramos de diversas maneras en la tradición bíblica, por ejemplo, en las enseñanzas de Jesús y en los tratados de Pablo sobre el asunto. Jesús no vino a anular la ley, sino a cumplirla y darle su verdadero valor (ver Mt 5.17-48). De manera similar Pablo trata de resignificar el concepto de ley a través del Evangelio de Jesús y del concepto de gracia (ver Rm 3.31; 10.4; 13.8-10; Gal 5.14).

El segundo aspecto es el espíritu de libertad necesario para que el cumplimiento de la ley sea legítimo. Como esa ley depende de una alianza, acuerdo o compromiso, es necesario que ese compromiso sea tomado con libertad por parte de los miembros de la comunidad, de tal manera que dicha ley represente el proyecto de dicha comunidad.

Como se sabe las leyes son el producto de la cultura, las costumbres, la experiencia y la sabiduría humanas, y representan acuerdos tácitos o escritos; aunque en la Biblia los mandamientos que regulan la vida de la comunidad son presentados como una forma de revelación divina, lo cual destaca el valor sagrado y universal de la vida. En este sentido se podría reflexionar sobre las formas de interpretar y defender el valor sagrado y universal de la vida y las formas de regularla en las diferentes culturas y pueblos. Para dar una idea de la amplitud de este debate, podemos recordar que ya al interior del judaísmo existen debates profundos sobre las diferentes formas de interpretar las leyes y las tradiciones, y sobre las diferencias entre la tradición escrita y la tradición oral, etc.

En el caso específico del Decálogo, las formulaciones negativas dejan en la ley un sabor de restricción y prohibición, y sería un buen ejercicio repasar cada uno de los mandamientos pensando en la forma positiva de elaborar el proyecto de la comunidad: ¿Qué deberíamos hacer para cumplir con la voluntad de Dios en cada uno de los asuntos propuestos en el Decálogo? Una síntesis de este ejercicio la tenemos en la Regla de Oro: “Así que todas las cosas que quieran que los demás hagan con vosotros, haced vosotros con ellos, pues esto es la Ley y los Profetas” (Mt 7.12).

Bibliografía

Julio Sabanes, Libres para obedecer. Reflexiones sobre los diez mandamientos, Buenos Aires, La Aurora, 1979.

Samuel Almada, biblista bautista argentino en Estudio Exegético–Homilético 72, Marzo de 2006, ISEDET, Buenos Aires, Argentina


Salmo 19 – Presentación de Mercedes García Bachmann

Estructura

El salmo se divide claramente en dos secciones, 1-7 y 8-15, tan diferentes entre sí que numerosos artículos hablan de un salmo 19A y otro 19B, teniendo “absolutamente nada en común en pensamiento/ contenido y muy poco –si algo– en común en forma”. Sin embargo, también hay muchos comentarios que intentan leer el salmo canónicamente, lo cual significa poder leerlo como una unidad. Entre ellos, creo que quien ha ido más lejos es Clines (más abajo), aunque su interpretación parece un poco forzada. De todos modos, concuerdo con la postura de que el Salmo 19 debe leerse como una unidad literaria, como una pieza muy particular y rica de poesía hebrea.

Alonso Schökel (quien sigue a Castellino) lo divide en cuatro secciones:

  1. 2-5a cielo o firmamento
  2. 5b-7 sol
  3. 8-11 ley (yo prefiero “torá” o enseñanza)
  4. 12-15 petición

Por su parte, Wagner (y muchos otros) lo divide en tres secciones, v. 2-7, 8-11 y 12-15. Aunque no es una cuestión fundamental para entender el salmo, la prefiero por el hecho de que da cuenta de las tres instancias (notadas por los mismos Schökel y Carniti, aunque dividan el salmo en cuatro) de cambio abrupto de tema.

La historia de su composición, así como la de sus formas literarias tienden a mantenerlo separado. Por eso, la ventaja de entender que hay una estructura para el salmo (sea triple o cuádruple) es que se puede seguir pensando en el salmo como una unidad. Esto queremos afirmarlo, a pesar de las diferencias internas de ambas secciones y aun aceptando que sus orígenes hayan sido muy diversos.

Comentario

“Bla bla bla”; palabras, palabras, palabras; narraciones y lenguaje; discursos y balbuceos; sonidos, truenos, voces... El salmo se destaca por varios factores, entre ellos la combinación de ¡diez términos relacionados con el campo semántico del habla!

Los cielos                                cuentan                       la gloria de El /Dios

La obra de sus manos            da a conocer   el firmamento

En un maravilloso quiasmo se comunica un mensaje. ¿Cuál es ese mensaje? La gloria de Dios, la obra de sus manos. Estos forman el discurso y el conocimiento que va de un día a otro y de una noche a otra (v.3). Conocimiento de El/Dios al crear y conocimiento sobre El/Dios al ver sus obras. Es un “contar la historia” incesante, como lo indica el uso de participios (verboides sin conjugación temporal). Lo interesante es que este mensaje, según el v.4, no contiene palabras, al menos no contiene palabras inteligibles al público expectador (¿toda la tierra o los seres humanos?). Aunque, a lo mejor, deberíamos matizar un poco esta afirmación, puesto que el o la salmista sí puede escuchar tal canto; de lo contrario ¿quién le reveló tal maravilla?

En la cosmología hebrea, día y noche pertenecen a ámbitos tan diferentes que un día anuncia a otro y una noche a otra (el Salmo 104 puede ayudar aquí, así como las “tinieblas” en plena tarde del Viernes Santo).

Otra de las imágenes impactantes es la del sol. Si bien no tiene alas como en la iconografía mesopotámica antigua, corre por su/el camino desde un confín del cielo hasta el otro. Allí tiene su tienda o pabellón, en el cual descansa durante la noche para volver a emerger, triunfante y brillante, a la mañana siguiente. Son claves para entender esta imagen las descripciones del camino del sol en el I libro de Enoc 4.34 y en los capítulos 72-73. Allí hay seis puertas a través de las cuales pasa el sol en los distintos meses. De allí sigue su recorrido hasta el horizonte occidental (Prov 8.27; Job 22.14 hablan del “círculo” del cielo o de la tierra, jûg, durante la noche, yendo por el norte llega otra vez al oriente, desde donde vuelve a correr/volar. Allí, en los confines, El/Dios le ha hecho una carpa o pabellón donde descansa y de donde sale, brillante, renovado, espléndido, cada mañana.

Se ha especulado mucho sobre el posible origen de estos elementos, sobre si habría resabios de mitos o poemas más largos o si son solo las imágenes que el o la salmista eligió. Por mucho tiempo ha habido también discusión sobre si se trata aquí del mito de la música de las esferas, sobre si tal mito correspondería a la mentalidad semítica o no. Sea que podamos hablar de esferas celestes o no, lo que queda claro es que el cielo con su compuerta del firmamento, cuentan la gloria divina. El término ma’ăśê yādāyv en el v. 2 puede traducirse como “la obra de sus manos”, es decir, el producto final (posiblemente las estrellas y demás elementos celestes) o como la producción, la acción de crearlas. Pero la obra de sus manos son también los actos salvíficos que ha regalado y regala, tanto a Israel como al resto del mundo (véase Sal 28.5; 92.5; 111.7-8; 143.5).

Antes de avanzar en el análisis, notemos que estas acciones divinas llegan hasta los confines de la tierra. Ni una sola vez son mencionadas algunas de las instituciones más queridas de Israel: ni su nombre, ni Sión, ni el reinado, ni el sacerdocio o el templo... Una visión tan amplia, abarcando más allá de la tierra, como esas fotos que hoy vemos del planeta desde el espacio cósmico, hace que se pierdan un pueblo pequeño, una tierra diminuta, unas instituciones muy humanas. Solo queda la grandeza del Señor y la intención humana de ser fiel a la misma. Como el zoom de la cámara, el objeto de la reflexión, la mira, se va acercando al ser humano de un modo parabólico, a partir de los beneficios que la manifestación de Dios/Yavé le trae.

Hay una abundancia de imágenes, que hacen al colorido así como la calidad artística del salmo: además de las de la creación y el sol, la carpa, el novio/recién casado, el guerrero, el oro, la miel, pureza y brillo; ofrenda aceptable o gozosa, “corazón” (= sitio de las intenciones), šěgî’ôt, “errores, macanas, faltas.” Y finalmente, al terminar el salmo, dos términos que apelan a la relación cercana con Yavé: roca o refugio y redentor o salvador (lit., el que me rescata).

Otro elemento impactante en el salmo es el uso de los nombres divinos. En los vs. 2-7 solamente El es mencionado (v.2). El era el Dios supremo de la mitología del Antiguo Oriente, por ejemplo, la Ugarítica; y parte importante del panteón israelita también (El es nombre propio pero termina convirtiéndose en el nombre común “Dios/dios”). Es un himno truncado al Dios máximo del panteón El y a uno de sus Dioses menores o agentes, el Sol.

Por otra parte, en los v. 8-15, el único nombre propio mencionado es Yavé ¡siete veces! A partir del v. 12 la persona que ora se presenta a sí misma ante Dios como “tu siervo”, un término masculino.

Alonso Schökel y Carniti proponen alinear gráficamente los elementos gramaticales de los vs. 8-11 para ver que están organizados en cinco columnas:

“En la primera columna, sinónimos de ley; en la segunda, seis veces Yhwh; en la tercera, seis adjetivos o equivalentes; en cuarta columna, cinco participios y una forma finita; en quinta columna, dependiendo de los verbos, cuatro nombres y dos adverbios. ... Sospecho que el autor [sic] ha evitado el número de la perfección por lo que dirá en la última sección; el hecho de reservar para el final el séptimo Yhwh confirma la sospecha.” (351)

En general, tenemos problemas con los textos bíblicos que alaban tanto la “ley”. Nos resultan pesados, legalistas, ajenos a nuestra teología evangélica de la “gracia”. Sin embargo, la torá es mucho más que ley, es la revelación de Dios a su pueblo. Es la voluntad divina puesta en palabras, tanto en mandamientos como en promesas, testimonios de la gracia, pactos y demás. Desde la época persa, con la reconstrucción de la identidad de Israel después del exilio, la Torá (escrita pero también oral) pasó a ser la regla de fe y de convivencia y se fue convirtiendo en la base de la Escritura, lo que llamamos el Pentateuco. No nos olvidemos que esta era también la Escritura de Jesús: “¿Qué está escrito en la Torá/ Ley?” (Lc 10.26). La Torá es la base de la fe, al punto que puede convertirse en motivo de oración, meditación y alabanza, como en nuestro salmo de hoy. Vuelva a los últimos versículos del mismo:

“Que sean para (tu) gozo las palabras de mi boca,

la meditación de mi corazón ante tí,

¡Yavé, mi Roca, mi Redentor/ quien me rescata!”

Nótese también cómo la meditación sobre la enseñanza de Yavé lleva a quien así ora a suplicar perdón por posibles pecados cometidos inadvertidamente o conscientemente. La enseñanza, la torá que Dios regala es así la guía para caminar cada día de nuestra vida, abriéndonos los ojos, guiándonos los pasos y llevándonos a alinear lo que somos con su propósito, aunque a veces hasta sin saberlo fallemos. De hecho, algunos estudiosos piensan que estos versículos, 12-15, son la razón de ser de todo el salmo: “el deseo [del o de la salmista] de ser perdonado/a por cualquier transgresión a la alianza es colocado dentro de una alabanza mayor a Dios como dador de la ley y creador.” (Wagner, 248). La Torá es mejor que el sol, igual de brillante o más aun que éste.

Para terminar, me gustaría mencionar dos intentos más de comprender el Salmo 19 como una unidad literaria. El primero es de David Clines, que nota cómo el vocabulario usado para describir la Torá de Yavé a partir del v. 8 tiene mucha similitud con el usado para describir el árbol del conocimiento del bien y del mal en Génesis 2. Hemos visto algo de esto arriba, ante los intentos innecesarios de eliminar “el temor de Yavé”. No todos sus ejemplos de vocabulario son contundentes, especialmente cuando especula que otro factor de unidad entre ambas secciones sería la alusión a Génesis 1 en los v. 1-5 y Génesis 2-3 en los siguientes:

“El Sal 19.8-10a puede así ser considerado una meditación sobre la ley de Yavé como fuente de sabiduría, a la luz de la narrativa de Gén 3 acerca del árbol del conocimiento. Si esto es así, entonces hay un punto adicional de contacto entre las dos mitades del salmo... El trasfondo del Sal19 A es la narrativa de la creación en Gén 1; la del 19B, la narración de la caída de Gén 2-3.”

Aunque la propuesta de Clines no termina de convencer (y de hecho prácticamente nadie la ha retomado, hasta donde yo sé), es importante como ejercicio hermenéutico, porque nos plantea, al menos, dos cuestiones. La primera, la que estamos discutiendo aquí, es la cuestión de la relación de los v. 2-7 y 8-15 del salmo 19. La segunda, las referencias inter-textuales en la Biblia. Hay muchas y aunque no podamos ver todas las conexiones que Clines ve entre ambos textos, podemos al menos reconocer que ambos son textos sapienciales, donde el conocimiento, el bien y el mal y la alabanza al Creador por su obra son partes importantes.

Finalmente, Wagner propone leer el Salmo como oración, como un “angostamiento progresivo del foco desde la alabanza en el cielo a El como creador, hasta la petición del corazón humano dirigida a Yhwh como Roca y Redentor.” Es una lectura exegética, teológica y pastoral muy agradable. Muestra cómo hay un movimiento en el salmo, desde lo más recóndito del universo hasta el lugar más cercano, “Yavé, mi Roca y mi Salvador” En sus propias palabras,

 

“La unidad y el poder del Salmo 19 están en su uso extenso de los motivos de adoración, luz, alegría y perfección; y la reducción progresiva del foco desde el cielo –con el canto incesante a la gloria de El– hasta el o la salmista, quien humilde ofrece su canto a Yhwh, su roca y su redentor. El o la salmista contemplan la alabanza incesante a la majestad de Dios, proveniente de la creación, y anhela unírsele con palabras aceptables de adoración... A medida que el salmo llega a su clímax, este anhelo y oración estallan en una petición contrita de perdón y ayuda; petición ligada a una comprensión íntima de la fidelidad y misericordia de Yhwh. Así, la maestría literaria y la profunda perspicacia teológica se combinan para hacer de este salmo una de las mayores piezas líricas... nunca escritas.”

NOTA: para la elaboración del presente EEH se usó la siguiente bibliografía:

Luis Alonso Schökel y Cecilia Carniti, Salmos I. Traducción, introducciones y comentario (Estella, Verbo Divino, 1992); Hans-Joachim Kraus, Los Salmos II (Sígueme, Salamanca, 1995).
Mercedes García Bachmann, biblista luterana argentina en Estudio Exegético–Homilético 108-2, marzo de 2009, ISEDET, Buenos Aires, Argentina


Primera carta a los Corintios 1.18-25 – Presentación de Severino Croatto

La lectura de 1 Corintios 1:18-25 es un tema clásico de la teología de la cruz. En la ideología que marca la cultura del imperio romano, la cruz era una señal de condenación y desprecio. Desde nuestra comprensión, primero, la cruz misma supone una inversión de valores. Si simbolizaba una muerte con exposición pública, la injusticia de la muerte de Jesús quedaba también expuesta públicamente para quienes conocían su actuación profética. Y en segundo lugar, el aparente fracaso del proyecto de Jesús por la muerte, se vería invertido también por la resurrección.

Cuando cristianos comprometidos con la lucha por la justicia, la igualdad y los derechos civiles son asesinados o martirizados, los que los condenan pueden pensar que esas muertes son merecidas, y sus socios dirán que “por algo será”, mientras que para los que lucharon con ellos su martirio es signo vivificante de sabiduría y de fuerza en un plano superior. La sangre de los mártires es semilla de vida y resurrección.

Pablo escribe a cristianos de origen griego o helenístico tan marcado por las especulaciones sobre la sofía, la sabiduría, la paideía o cultura basada en el saber y la educación, la veneración a un crucificado debía parecer, en un primer momento, como necedad (môría). ¿Qué movimiento religioso podía basarse en un fundador crucificado?

No menos difícil debía ser para los judíos entender la cruz. ¿Por qué? En su esquema tradicional, Dios se manifiesta sobre todo como fuerza en la historia salvífica. Expresiones como “grandes cosas”, “signos y prodigios” permean muchos relatos e himnos en el AT. Un Dios que no pudo impedir el exilio, en otro tiempo, o la muerte en la cruz, en el caso de Jesús, debía ser comprendido como un Dios débil, ineficaz.

Por eso, si “los griegos piden sabiduría” y los judíos “piden señales” (v. 22) –también los judíos del evangelio de hoy (Jn 2.18)–, “nosotros proclamamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos, para los gentiles locura” (v. 23). ¿Por qué? Porque para los llamados, ese mismo Cristo crucificado es “fuerza de Dios y sabiduría de Dios” (v. 24). Pero es importante destacar que el valor de la cruz no está en el hecho de ser crucificado, sino en el porqué Jesús fue crucificado y –ya en la reflexión teológica que se fue desarrollando– en el paraqué (la redención) de tal suceso.

Severino Croato


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