Undécimo domingo después de Pentecostés

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Mateo 14.22-33; 1 Reyes 19.8-16, 18; Salmos 85.8-13; Romanos 10.9-10, 13-15
Evangelio de Mateo 14.22-33: Los discípulos van en la barca, mientras Jesús va a orar. Las olas azotan a la barca. A la madrugada, Jesús va hacia ellos: “Soy yo, no tengan miedo”. Pedro quiere ir él caminando sobre el agua. “Ven”, le dice Jesús. Pero él comienza a hundirse: “¡qué poca fe tienes!”. Se calma el viento. ¡En verdad tú eres el Hijo de Dios!
Primer libro de los Reyes 19.8-16, 18: Elías, perseguidor perseguido, siente que el Señor está pasando. Se desata un viento poderoso, viene un terremoto, después un fuego, pero Dios no está en el viento ni en el terremoto ni en el fuego. Hasta que viene un silbo apacible y entonces escucha la voz de Dios.
Con el Salmo 85.8-13: Escucharé lo que Dios va a decir, va a hablar de paz a su pueblo y a sus santos para que no caigan en la locura. Se encontrarán la misericordia y la paz, se besarán la justicia y la paz…
Carta a los Romanos 10.9-10, 13-15: Si reconoces a Jesús como Señor, y crees que Dios lo resucitó, alcanzarás la salvación. Pero para invocarlo hay que creer en él, y para eso haber oído de él, habiendo hablado de él, y habiendo sido anunciado su mensaje…
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