Recursos para la predicación

05 Jun 2023
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Recursos para la predicación
Recursos para la predicación 11 JunioJun 2023

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Mateo 9.9-13 – Presentación de Ricardo Pietrantonio

9.9-13 Se quiebra el molde (ver Mc 2.14-22; Lc 5.27-38). En el v 3 es la primera vez que se registra una oposición contra Jesús por parte de los maestros de la ley judía. Aquí vemos bases adicionales para la hostilidad en aumento de las autoridades religiosas (en este caso los fariseos). Tanto por las compañías dudosas con las que andaba (9-13) y en la aparente relajada actitud ante el deber tradicional de ayunar (14-17), Jesús les ofendía el sentido de lo que era correcto. Pero en esto él deliberadamente retaba y sobrepasaba la comprensión anticuada que ellos tenían de la voluntad de Dios.

Los publicanos no sólo eran notorios por su explotación, pero eran condenados al ostracismo religioso y político como colaboradores con el gobierno pagano romano. El que un judío pío comiera con ellos era, por lo tanto, inconcebible. La respuesta de Jesús en los vv. 12 y 13 expresa la perspectiva contraria: un sanador debe “ensuciarse las manos”, y una misión de salvación no se consigue frecuentando solamente compañía respetable. Su cita de Os 6.6 (usada otra vez en 12.7) indica que la prioridad de Dios es un amor costoso en vez de un ritual cuidadoso.

Médico para los Pecadores

  1. Mateo es la misma persona que Leví en Mc y Lc. Sería algo así como un oficial de aduana en la población fronteriza de Capernaúm. Puede haber sido un publicano rural que trabajaba para Herodes; situado en una oficina en Capernaúm, más probablemente era un agente de aduana, que cobraba los derechos de importación de las mercancías que pasaron en las importantes rutas de comercio cercanas de este pueblo. Más aún que los pescadores, tenía un trabajo seguro y próspero que abandonó para seguir la llamada de Jesús.
  2. la mayoría de las personas consideraba que un hombre de riqueza que invitaba a un maestro religioso para cenar tenía conducta honorable. Sin embargo los recaudadores de impuestos eran considerados colaboradores de los romanos y por lo tanto eran despreciados por las personas religiosas. Algunos comentaristas defienden la idea de que “los pecadores” puede referirse a todos los que no comieron en pureza ritual, pero el término probablemente se refiere a cualquiera que viviera en pecado en lugar de religiosamente, como si ellos no de cuidaran de aquello que la comunidad religiosa pensaba de ellos.
  3. El compartir la mesa indica las relaciones íntimas entre aquéllos que la compartían. Los Fariseos eran particularmente escrupulosos sobre sus reglas especiales al comer y no les gustaba comer con personas menos escrupulosas, sobre todo los recaudadores de impuestos y los pecadores. Aquí asumen que Jesús, siendo un sabio maestro, debía compartir sus convicciones religiosas que ellos creyeron como de la Escritura (Sal 1.1).
  4. Jesús replica jugando con una imagen común de aquel día (comparando a médicos y maestros) para probar su punto. La agudeza rápida e ingeniosa era característica de maestros populares en las tradiciones judías y griegas.
  5. Otros rabinos dijeron a menudo, “ve y aprende” o “ven y ve” para dirigir a los oidores a pruebas escriturales sobre su posición. Oseas 6.6 no rechaza el sacrificio o el ritual, sino que eleva la relación correcta con Dios al tratamiento del derecho de los pobres, los oprimimos y los proscritos por sobre el sacrificio y el ritual (cf. algo semejante en 1 Sam 15.22; Sal 40.6; 50.7-15; 51.16; 69.30-31; Prov 21.3).
  • Mateo 9.18-26 - Tocar lo impuro: Muerte y Sangre

Resucitar a los muertos (ver Mc 5.21-43; Lc 8.40-56)

  1. a) Aquí encontramos otra intensificación de la autoridad de Jesús; aun la muerte está sujeta a él. La abreviatura radical del relato por Mt (¡23 versículos en Mc, 9 en Mt!) sugiere que la hija del principal ya estaba muerta cuando le pidió a Jesús su ayuda, en vez de pensar que falleció durante la llegada de Jesús. Si es así, su solicitud era por demás asombrosa. Mateo claramente no tiene la intención de que se tomen literalmente las palabras de Jesús en el v. 24, como indicación de un diagnóstico falso (como se entendería en el relato de Mc); habrá querido decir que su muerte, aunque real, no era permanente.

18-19. “gobernantes de la sinagoga” eran los oficiales principales en las sinagogas y también miembros prominentes de sus comunidades. Si la escena todavía es Capernaúm (9.1), es significante que los seguidores de Jesús podría incluir a este hombre y los elementos más cuestionables de la comunidad (9.9).

Resucitar a un muerto era un milagro extraordinario, atribuido a Elías (1 Reyes 17.21-22) y Eliseo (2 Reyes 4.33-35) en el AT. Hay más detalles en Marcos 5.21-43.

Uno se postraría a los pies de alguien de estado mucho mayor (como un rey) o ante Dios mismo; así para este hombre prominente humillarse de esta manera ante Jesús fue reconocer el poder de Jesús de un modo muy serio.

  1. b) Escondido en ese relato hay otro milagro de sanidad, el de un desorden menstrual incurable. El deseo de la mujer de tocar su vestido podría sugerir un punto de vista mecánico del poder sanador de Jesús, sin embargo, surgió de una fe suficiente para que Jesús la elogiara, y la sanara.

20–21. Se cuenta como si la enfermedad de esta mujer tuviera un período menstrual a lo largo de todo un mes; esto la hacía continuamente impura para la ley (Lev 15.19-33), un problema social y religioso además del físico. Si ella tocaba a cualquiera o la ropa de cualquiera, dejaba a esa persona ceremonialmente impura para el resto del día (cf. Lev 15.26-27). Puesto que estaba en estado de impureza y a cualquiera que tocara lo hacía impuro, ni siquiera debía haber estado entre esta abigarrada muchedumbre. Muchos maestros evitaban tocar a las mujeres del todo, para que no contaminarse accidentalmente.  Así no podía tocar o ser tocada, probablemente nunca se había casado o se había divorciado recientemente, lo que la hacía marginal a la sociedad judía.

Como aun el flujo menstrual la hacía impura ceremonialmente, aun el tocar el borde de su manto le acarrearía una reprimenda por parte de algún judío piadoso. Como con el leproso (83), Jesús hizo a un lado el tabú.

En un acto de fe escandalosa, ella toca “los bordes” del vestido de Jesús; sin duda una de las borlas (zizith) llevada por los varones judíos, en obediencia a Números 15.38-41 y Deuteronomio 22.12, en las cuatro esquinas de su vestido exterior, y luego en el manto de la oración (tallith). Las borlas eran hechas de cordones azules y blancos entretejidos.

  1. Muchos antiguos creyeron que sólo los maestros, que estarían cercanos a Dios, tenían el conocimiento sobrenatural. Jesús parece utilizar ese conocimiento para identificar a la mujer que lo había tocado, aunque a los ojos del público significaría que él había contraído la impureza ritual.

23–24. Los que tocaban las flautas formaban parte común del ritual fúnebre para guiar a la muchedumbre en el lamento. Se requerían varias plañideras, mujeres dolientes profesionales, incluso en el entierro de personas muy pobres; en el entierro de un miembro de una familia prominente habría muchos dolientes. El descargo catártico era el lamento, con chillidos incluidos, y golpes en el pecho. Ya que los cuerpos se descomponían rápidamente en Palestina, los dolientes se congregaban, si era posible, inmediatamente después de que alguien muriera; en este caso, incluso lo habían hecho antes de que la noticia de que su hija había muerto alcanzara a Jairo.

25–26. La mayor impureza ritual que uno podría contraer según la ley judía provenía de tocar un cadáver  (Núm 19.11-22).

Nada detiene a Jesús con tal de curar a la humanidad, ni prejuicios, ni rituales, ni tabúes, ni siquiera la muerte.

Para la reflexión

Dios no necesita nada de nosotros, sino nosotros de Él. Ante la angustia ¡invoquémosle! (Del Salmo)

No es que Dios nos mata directamente, nosotros lo hacemos al no escuchar a los profetas de Dios que hablan Su Palabra! (De Oseas)

Desde aquella promesa al padre Abraham, el que le creyó a Dios contra toda esperanza, la humanidad que estaba muerta por gracia vive. (De Romanos)

Nada detiene a Jesús con tal de curar a la humanidad, ni prejuicios, ni rituales, ni tabúes, ni siquiera la muerte. (Del Evangelio)

Ricardo Pietrantonio, en Encuentros Exegético-Homiléticos del ISEDET, Encuentro 27, Buenos Aires, 2002.


Introducción al libro del profeta Oseas – Presentación de Santiago Ausín

El libro de Oseas viene en primer lugar en el bloque de los Doce Profetas Menores, aunque podría corresponderle el segundo, después de Amós, que es el primer profeta escritor que ejerció su ministerio. Es posible que esta ubicación se deba a los datos del título (1.1) que, igual que en Amós, presentan a Oseas como contemporáneo de Ozías, que fue rey de Judá desde el 785 al 743 aC; y de Jeroboam II, rey de Israel durante el ejercicio de ambos profetas. Seguramente se quería subrayar la estrecha relación de la enseñanza de Oseas, profeta del Norte, con la doctrina de los profetas mayores del reino del Sur –Isías, Jeremías y Ezequiel– que le preceden en el canon, a pesar de que son posteriores cronológicamente.

Su texto es amplio, el más largo de los Profetas Menores. El lenguaje es, junto con el de Job, el menos inteligible de toda la Biblia, incluso en la versión griega. Seguramente los traductores griegos del s. I aC encontraron las mismas dificultades que hoy para comprender los giros y expresiones del dialecto del Norte que aparecen en el libro.

La estructura del libro es sencilla. El inicio (1.1) contiene el título y la presentación del profeta, con mención de los reyes de Israel y Judá. El resto admite dos modos de dividirlo, por el contenido y por la forma literaria.

Atendiendo al contenido, se divide en dos partes: la primera gira en torno al matrimonio del profeta (1.2–3.5), la segunda, que abarca el resto del libro (4.1–14.10), comprende un conglomerado de oráculos bastante inconexos entre sí y no siempre bien delimitados. Esta segunda parte admite la subdivisión en dos secciones, la primera (4.1–9.9) está conformada por oráculos conminatorios sin ninguna referencia a tradiciones antiguas; y la segunda (9.10–14.10) consta también de oráculos de condena, pero apoyados casi todos en tradiciones fundamentales de la fe israelita, las patriarcales como la de Jacob (12.3-14), las mosaicas, como el éxodo (11.1-5), las doctrinales como la elección y la alianza (12.4-5).

Atendiendo a la forma literaria, los comentaristas hablan de tres partes, cada una de las cuales viene a ser un proceso judicial. La primera (1.2–3.5) es un pleito contra la esposa, figura de Israel. La segunda parte (4.1–11.11) se ocupa del proceso contra Israel (cf 4.1), en el que se condenan los delitos de los miembros del pueblo. Esta sección termina con el hermoso himno que evoca el éxodo: Dios se muestra como padre que actúa con ternura (11.1-7) y el pueblo como ingrato y desleal (11.8-11). La tercera parte (12.1–14.9) es un nuevo pleito contra Israel, ahora denunciando su contumacia falaz, altiva e idólatra, que lleva al oráculo sobre la desaparición del reino del Norte, le sigue la última exhortación a volver al Señor y termina con la conclusión sapiencial de 14.9.

Contexto histórico y social

El ambiente social y político de la segunda mitad del s. VIII aC era en Israel caótico, debida a la descomposición vertiginosa de los monarcas, incapaces de mantener el prestigio y progreso que había alcanzado durante el reinado de Jeroboam II (788-747) y también durante el empuje prodigioso del imperio asirio. Oseas refleja la corrupción de los reyes que conoció, denuncia los desmanes de la corte (7.1-16) y prevé la desaparición definitiva de Samaria (10.7, 15), cuando el rey Sargón se apoderó de Samaria y se llevó cautivos a más 20.000 israelitas. Y muchos israelitas que no fueron llevados cautivos a Asiria acudieron a Judá en busca de asilo, llevando consigo las tradiciones de sus mayores y quizás algunos escritos.

Contenido doctrinal

Ningún profeta, ni siquiera Isaías o Jeremías, ha igualado a Oseas en la manera tan vehemente de expresar el misterio del amor de Dios por su pueblo. El amor esponsal de Dios encontrará eco sobre todo en Jeremías (cf Jr 2.2; 3.1-2, 6-10, 20), en Ezequiel (Ez 16; 23) y en la lírica del Cantar de los Cantares. Ahí está gran parte de la originalidad y la fuerza y el mensaje perenne de Oseas, o el anticipo de la revelación plena de Dios en Jesucristo: Dios es, por encima de cualquier otra cosa, amor. Particularizando el mensaje de Oseas, podemos recurrir a dos conceptos novedosos: la Alianza y el amor misericordioso.

Lectura cristiana del libro de Oseas: Los autores del NT recurren muchas veces a Oseas para mostrar cumplidos en la vida y enseñanzas de Jesús los oráculos del profeta y para reforzar la autoridad del mensaje evangélico. Mateo (9.13 y 12.7) pone en boca de Jesús las palabras de Os 6.6 “quiero amor y no sacrificio”, que resuena también en Mc 12.33. Según el evangelio de la infancia (Mt 2.15), se ha cumplido la afirmación de Os 11.1 (“de Egipto llamé a mi hijo”) en el episodio de la huida y vuelta de Egipto. El libro de los Hechos (13.10) contiene el eco literario de Os 14.10 sobre “los caminos rectos del Señor”; y 1 Cor 15.55 cita casi literalmente a Os 13.14 (“¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?”).

El apocalipsis de Juan (6.16) retoma la imagen de Os 10.8 sobre la petición desesperada de los que han sido infieles para que caigan sobre ellos los montes, y al recordar el juicio y caída de Babilonia (Ap 17.1-2) con la figura de la “gran ramera”, se inspira en Os 2.2–3.2. También parece tener su origen en Oseas la figura neotestamentaria de la viña del Señor, aplicada a Israel en Os 10.11, si bien la imagen de la viña es común en otros profetas (cf Is 5.1ss).

Más que las citas llama la atención el eco que tiene el profeta Oseas en el NT en cuanto al mensaje esencial de que “Dios es amor”: amor por su pueblo, a pesar de su infidelidad, amor por la criatura humana, a pesar de los pecados. Así mismo, la metáfora del amor del matrimonio se prolonga en los textos del NT en los que Cristo es el esposo (cf Mt 9.15 y par.; Jn 3.28-19), o en los que se presenta su amor por la Iglesia como modelo del amor de los esposos (cf Ef 5.21-33).

Santiago Ausín Olmos, biblista católico español, Oseas, en Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, Navarra, España, 2007.


Oseas 6.1-6 – Presentaciones de Horacio Simian-Yofre y Santiago Ausin.

El texto de la perícopa debe comenzar a leerse desde 5.15 (como dice el título en la RV60, “Insinceridad del  arrepentimiento de Israel” o como titula la RVC, “Falso arrepentimiento de Israel”). Así comienza el diálogo del Señor con su pueblo. Ellos me buscarán, dice Dios. Y entonces el pueblo responde engañosamente: Volvamos nuestros ojos al Señor. Claro, él nos hirió pero seguramente vendará nuestras heridas. Y a los pocos días ya estaremos bien, viviendo en su presencia. Dios mismo va a salir a nuestro encuentro, dicen, este Dios va y viene, como la luz del alba o como las lluvias tempranas y tardías… Yavé espera que lo busquen, y el pueblo supone entonces que su manifestación será segura como la aurora.

Pero Yavé retoma a su vez la palabra (vs 4-6) y denuncia esta ilusoria conversión. Sí, la voluntad del Señor se manifestará seguramente como la aurora, pero no vendrá como la lluvia de invierno o primavera, porque la fidelidad de Israel es como la nube matutina, que promete lluvia y luego se disipa. El conocimiento de Yavé no irrigará la tierra porque la fidelidad de Yav´ñe es tenue como  el rocío, que desaparece ante el sol de la mañana.

La contraposición de Dios se resume en 6.6: Quiero misericordia y no sacrificio, verdadero conocimiento de Dios más que holocaustos.

Horacio Simian-Yofré, biblista católico argentino, Oseas, en Comentario Bíblico Internacional, Verbo Divino, España, 1999. Adaptación de GBH.

Los sacerdotes son responsabilizados de la falsedad en el culto y la hipocresía en la conversión. Ellos parecen impulsar al pueblo a convertirse, pero no son sinceros porque promueven sacrificios vacíos. La formulación final del castigo (vs 4-7) en primera persona está cargada de emotividad (“¿qué voy a hacer contigo, Efraín?”, v 4. Notemos que los siguientes versículos (8-11) insisten en el mismo castigo con términos más genéricos, comparando a los sacerdotes con una banda de malhechores (v 9). Y en los textos poco más adelante (7.1-16) la casa del rey es acusada por las intrigas palaciegas que dieron lugar a los sucesivos pronunciamientos , a los crímenes y al desmoronamiento del reino, donde en menos de veinticinco años reinaron seis reyes.

Santiago Ausin, ob. Cit., resumen de GBH.


Como en todo el trimestre tendremos muchas oportunidades de leer la Carta de Pablo a los Romanos, ofrecemos en dos domingos el siguiente artículo de Elsa Tamez.

¿Cómo entender la carta a los Romanos? - Elsa Tamez

La interpretación de toda la carta dependerá de la manera como comprendamos la relación entre injusticia, justicia y justificación; los binomios pecado/gracia, ley/fe, muerte/vida, carne/espíritu; y el sentido de elección. Los conceptos recobran constantemente nuevos sentidos en cada situación específica. Pero estos sentidos no son arbitrarios, sino que están orientados por los sentidos fundantes que tiene en  Pablo. Por lo pronto, insistimos en que Romanos no debe considerarse como una suma teológica desarticulada de su realidad.

Para comprender el discurso teológico paulino, nos ubicarnos en el primer siglo, año 56-57: Estudiamos la situación socio-económica, político-militar y religiosa del imperio romano, y en especial la ciudad de Roma; estudiamos también las situaciones conflictivas dentro de las comunidades cristianas; y finalmente estudiamos al autor, Pablo, cuya experiencia personal, étnica, laboral y eclesial influyó en su comprensión teológica de la realidad.

Después de haber analizado y descubierto lo que posiblemente Pablo en la carta intentó responder a su momento histórico, y después de tener claras esas claves de lectura, podemos releer la carta a la luz de nuestra realidad.

  • Ubicación de la carta, el autor y sus lectores del primer siglo

En la producción literaria de Pablo se deja ver una situación agitada y conflictual, que se observa con más claridad en los escritos anteriores a Romanos. La carta que analizaremos es su último escrito, y hay que analizarla teniendo en cuenta su producción anterior, pues esta refleja, en mucho, su vida cotidiana, intensa y conflictual.

  • Contexto socio-económico, político-militar, ideológico y religioso del imperio romano y su relación con las provincias.

Se trata de una sociedad de modo de producción esclavista. La figura de Pablo de “ser esclavo del pecado” es tomada de este modo de producción. El emperador de turno es Nerón (54-68). Pablo visitó muchas ciudades y fue testigo ocular del poderío romano y del progreso que generaba la exclusión de muchos.

Aquí habría que subrayar: 1) la situación de explotación, opresión, pobreza y represión de los que no tenían méritos. Esta situación es presentada y alabada como civilización y progreso; 2) la división demasiado estratificada de la sociedad, donde pocos eran considerados dignos: Se era digno por méritos económicos, de nobleza, o por tener poder en algún cargo político. Solo eran respetables los senadores, caballeros o decuriones. La aristocracia de las provincias podía adquirir ciudadanía romana para ser reconocida, pero a cambio del sometimiento a las políticas del emperador romano.

  • La situación de Roma como ciudad imperial y la situación de las comunidades a las cuales va dirigida la carta.

Roma es el centro del imperio. Las decisiones administrativas, políticas y económicas, judiciales y militares surgen de ese centro. Pablo lo sabe, aunque no conoce todavía personalmente esa ciudad ni las comunidades cristianas. Había viajado muchísimo y conocido las grandes ciudades de ese tiempo, parecidas a Roma aunque en menor escala. Además, conoció personalmente a varios cristianos, como Aquila y Priscila (Hch 18.2s), quienes seguramente le contaban sobre su experiencia de vivir en esa gran ciudad.

De Roma y las comunidades cristianas habría que subrayar: a) los grandes contrastes de la gran Capital, la dura vida de los excluidos, los vicios y el vandalismo de la ciudad, y el despliegue militar para mantenerla tranquila, b) la ubicación de los cristianos en el distrito de Trastevere y en la vía Appia, que eran los lugares más populosos, insalubres y transitados de la ciudad, y la necesidad económica de muchos miembros de las comunidades de Roma.

  • Pablo como judío, artesano y prisionero

No se debe considerar a Pablo como un  individuo aislado que en determinado momento se inspira y escribe de manera excepcional. En realidad, el autor de toda creación literaria es un sujeto colectivo transindividual que recoge aspiraciones, deseos y necesidades de los grupos con los cuales tiene relación. Entonces debemos ver a Pablo como un sujeto colectivo, con conciencia colectiva, inmerso en la corriente del Espíritu de Dios (ver Hechos 2.14-18).

Entre los aspectos de su vida que marcaron su conciencia colectiva es importante priorizar la etnia, el trabajo de artesano y su condición de preso. Estos son núcleos de experiencia viva, que marcan su horizonte teológico.

Aquí es importante conocer algo de: a) la situación de los judíos en la diáspora, poco halagadora, y el trasfondo de Pablo como educado fariseo; b) la situación de los artesanos del primer siglo, los cuales eran estigmatizados por la aristocracia porque trabajaban con las manos; el trabajo de los artesanos era no-digno, de esclavos, y eran considerados inútiles y sin educación; y c) la experiencia de Pablo en la cárcel.

El lenguaje muy forense de la teología en Romanos sobre la justificación pudo haberse construido no solo por la idea tradicional de juicio, sino por su experiencia en los tribunales y en las cárceles, en los cuales vivió angustiado, pendiente de un veredicto. Las autoridades romanas le condenan, siendo inocente. Pero Dios le justifica por gracia. En la ley romana no cuenta la gracia, sino los méritos del acusado, dependiendo de su status social, poder y riqueza. El código penal romano hace diferencias sociales, y el castigo solo es aplicado en todo su rigor al esclavo, al pobre y al extranjero. El aristócrata, libre y ciudadano con poder, se rige con otras normas más suaves.

  • Los conflictos entre los distintos grupos de judeo-cristianos o heleno-cristianos alrededor de la ley, la circuncisión y el templo

Visualizar las distintas posturas respecto a la ley y la circuncisión, nos ayuda a entender también la forma como Pablo utiliza el lenguaje. El contenido de la carta está condicionado no solo por la situación socio-económica y política, y su experiencia personal (de conciencia colectiva), sino también por las agudas discusiones teológicas del momento.

Brown y Meier (biblistas católicos norteamericanos) señalan que los cristianos de Roma pertenecían a un grupo de cristianos-judíos y paganos-convertidos que eran más conservadores que Pablo en cuando al judaísmo. Ellos proponen por lo menos cuatro variedades de cristianos que aparecen en el Nuevo Testamento:

  • Cristianos judíos y paganos convertidos que exigen la observancia de toda la ley, incluyendo la circuncisión,
  • Cristianos judíos y paganos convertidos que no imponen la circuncisión, pero exigen a los paganos convertidos la práctica de ciertas observancias judías. A ellos pertenecen Pedro y Santiago (y los cristianos de Jerusalén por sus lazos estrechos),
  • Cristianos judíos y paganos convertidos que no imponen ni la circuncisión, ni las observancias alimenticias, ni se atan al culto y las fiestas judías de significación permanente. Estos eran más radicales que Pablo en cuanto al judaísmo (por ej. los evangelios de Juan 2.19, 21 y 4.29; Marcos 2.22).

 

  • La situación particular de Pablo frente a Roma y Jerusalén

El autor escribe la carta a la comunidad cristiana de Roma, en el año 56-57 desde Corinto. Había estado preso poco antes en Asia, fue liberado, viaja a Macedonia, vuelve, escribe la carta de reconciliación a los corintios y ahora se encuentra nuevamente en ese puerto. Sus intenciones son ir a España, pero antes debe ir a Jerusalén a dejar el dinero que había recolectado en Macedonia y Acaya para los pobres entre “los santos de Jerusalén (Rm 15.24-26). Entre sus planes piensa pasar un tiempo corto por Roma a su regreso de Jerusalén para sentir entre los hermanos de Roma el mutuo consuelo de la fe común (Rm 1.12; 15.28), y también para descansar (Rm 15.32).

El apóstol está muy preocupado por sus relaciones con los hermanos de Jerusalén. En su carta se evidencia esta situación cuando ruega a sus destinatarios que oren por él, utilizando palabras tan solemnes como las de Rm 15.30-31. Pablo busca ganarse el apoyo de los cristianos de Roma, en su lucha por defender un evangelio que incluya a todos los pueblos de la tierra. Por eso insiste en que el evangelio de Jesucristo se acoge por fe y no por la ley. Esto lo observamos varias veces en sus cartas anteriores.

Pero hay más que eso. Rm 15.30-31 nos revela varias situaciones, una de ellas es la seriedad de los problemas de aceptación de Pablo por los de Jerusalén. Pablo había ido demasiado lejos para los más conservadores, atados a la tradición judía. Nos revelan, asimismo, los deseos de Pablo de mantener la iglesia unida (ver su interés en la colecta). No cede en cuanto a su evangelio, pero tampoco busca causar divisiones; por último, nos sugiere su interés por conquistar la simpatía de los cristianos de Roma. Esto no solo porque está en sus planes el visitarles después de Jerusalén, sino porque la comunidad romana, tal vez por estar ubicada en la capital del imperio, tenía cierto peso entre las comunidades primitivas (cf Rm 1.8), y además, dato importante para el futuro inmediato de Pablo, los romanos cristianos tenían una relación muy estrecha con los de Jerusalén, lo que indica su apego a una tradición en cierto grado diferente a la de Pablo. En efecto, se trataba de cristianos que, a pesar del gran número de ellos procedentes del paganismo, eran fieles a una parte de la herencia de la ley, sin imponer la circuncisión. Este hecho nos ayuda a entender no solo parte del contenido de la carta, sino también la manera como la carta ha sido desarrollada.

Elsa Tamez, ¿Cómo entender la Carta a los Romanos? Revista de interpretación bíblica latinoamericana, RIBLA 20, Quito, Ecuador, 1995.


Contenido de los primeros cuatro capítulos de la Carta a los Romanos - Presentación de Juan Calvino

Quien alcance a comprender esta carta habrá hallado en ella la puerta abierta para penetrar hasta el más oculto tesoro de la Escritura.

Capítulos 1 al 5. Habiendo comenzado por la prueba de su apostolado, pasa a hablar acerca de las alabanzas del Evangelio. Pero como este asunto nunca podría ser tratado sin discutir sobre la fe, el autor habla de ésta siguiendo el hilo de su pensamiento, palabra por palabra. De este modo nos lleva al tema fundamental de toda la Epístola: que somos justificados por la fe, prosiguiéndolo hasta el final del capítulo 5.

El resumen de estos cinco capítulos es: que no hay más justicia que la misericordia de Dios en Cristo, ofrecida por el Evangelio y aceptada por la fe.

Pero, como los seres humanos se enorgullecen y adormecen en sus vicios engañándose con la vana opinión de su propia justicia, no creyendo jamás que la justicia por la fe les sea necesaria, hasta que se les haya rebatido toda esa vanidad acerca de sí mismos; porque también por la dulzura de sus voluptuosidades están embriagados y hundidos en una estupidez sumamente pesada, y con  trabajo pueden ser despertados para buscar la verdadera justicia si no son espantados por el temor del juicio de Dios, el apóstol los ataca siguiendo estos dos caminos: convenciéndolos de sus iniquidades y punzándolos después, por el sentimiento de la justicia de Dios, para que no se duerman en su maldad.

En primer lugar, condena la ingratitud de todo el género humano, hasta por la creación del mundo, porque contemplando obras tan excelentes no reconocen a su Autor; o más bien, porque siendo obligados a reconocerle no rinde a su Majestad el honor que le pertenece, sino por el contrario, lo profanan e irritan con su vanidad. De este modo, todos son en general convencidos y hallados culpables de impiedad y menosprecio de Dios, siendo esto un crimen más execrable que todos los demás. Y para mejor manifestar que todos están locos y alejados del Señor, enumera las villanías y terribles perversidades que reinan comúnmente entre los humanos, demostrando por ello que se han desligado de la observancia hacia Dios, pues todas estas cosas son señales de la cólera divina que no puede recaer sino sobre los inicuos.

Pero como muchos de los judíos, y algunos de entre los gentiles, ostentaban una apariencia de santidad externa ocultando su perversidad interior, y creían no poder sr reprendidos por tales crímenes y, por tanto, que no debían estar comprendidos en la condenación universal, el apóstol acaba por enojarse y patear contra esta hipócrita santidad. Y porque era imposible desenmascarar a tales “santurrones” delante de los demás, los presenta ante el juicio de Dios, cuyos ojos ven hasta los deseos más ocultos.

Después, comparando a los judíos con los gentiles los hace comparecer ante el tribunal de Dios separadamente. A los gentiles, quitándoles la excusa que presentaban so pretexto de ignorancia, demostrándoles que su conciencia les servía de ley, acusándoles y redarguyéndoles siempre; y a los judíos, presionándolos fuerte y firmemente, valiéndose de la causa por ellos alegada en su defensa, es decir, por medio de la Ley escrita. Siendo, pues, transgresores de ésta no podían ya negar su iniquidad puesto que la sentencia estaba dictada en contra suya por boca de Dios.

Responde el apóstol también a la objeción de que sería cometer una injusticia contra la Alianza de Dios, la cual les servía de señal de santificación, si se les colocaba en el mismo nivel que a los demás pueblos. Primero, demuestra que no son preferidos a otros por el derecho de la alianza desde el momento en que están excluidos de ella por su maldad y desobediencia. Después, para no quitar nada a la fidelidad y certeza de la promesa de Dios, les concede, en razón de la Alianza, alguna prerrogativa basada en la misericordia divina y no en sus propios méritos. Así da a entender que en lo que les ha sido dado son semejantes a los gentiles. Finalmente, comprueba por la autoridad de la Escritura que, sin excepción, tanto los judíos como los paganos son pecadores, y sobre este particular habla de algunas cosas puestas en vigor por la Ley.

Luego de haber despojado al ser humano de toda confianza en sus propias virtudes, y de toda gloria personal de justificación; después de haberles espantado y abatido con el temor del severo juicio de Dios, vuelve a su primer pensamiento: que somos justificados por la fe, nada más y expone cuál es esta fe y cómo por ella la justicia de Cristo es adquirida. A continuación, y al final del tercer capítulo, coloca una bella exclamación para rebatir el orgullo humano, para que nadie se jacte de estar por encima de la gracia de Dios. Y con objeto de que los judíos no apliquen esta gracia solamente a los de su nación, les demuestra, como de pasada, que también ella pertenece a los gentiles.

En el capítulo cuarto, para reafirmar su opinión, presenta un ejemplo claro y notable y por consiguiente sin replica posible: refiriéndose a la persona de Abrahán dice que, siendo el padre de los creyentes, debe ser también considerado como un modelo para todos. Habiendo, pues, probado que Abrahán fue justificado por la fe, deduce que todos necesitan aceptar ese mismo camino. Sobre este particular, comparando cosas contrarias, el apóstol saca estas consecuencias: es preciso que la justificación por las obras sea rápidamente destruida, tan pronto como se establezca la justificación por la fe. Esto lo confirma por el testimonio de David, quien basando la fidelidad del ser humano en la sola misericordia de Dios, quita a las obras el poder de hacer a nadie bienaventurado.

Sigue insistiendo con mayor extensión que los judíos no tienen por qué vanagloriarse sobre los gentiles, porque este bien es común a todos. Tal cosa aparece en el hecho atestiguado por la Escritura de que Abrahán fue justificado antes de ser circuncidado. Después afirma que la promesa de salvación está fundada únicamente en la bondad de Dios, porque si ella dependiera solo un poquito de la Ley, no conseguiría dar paz a la conciencia, en la cual debe ser siempre confirmada, no pudiendo, por otra parte, tener cumplimiento y efecto. Precisamente, para que sea firme y estable debemos aceptarla sin mirarnos a nosotros mismos, sujetándonos a la sola voluntad divina, como lo hizo Abrahán al dejar a un lado toda consideración hacía sí mirando nada más que al poder de Dios.

Juan Calvino, reformador francés, 1509-1564. Epístola a los Romanos, que comienza con un resumen del “Contenido” de la Carta, pp 13-21. Publicaciones de la Fuente, México, 1961. Resumen de GB.


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