Decimonoveno domingo después de Pentecostés

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Salmo 121; Génesis 32:22-31; 2ª Timoteo 3:14-4:5; Lucas 18:1-8.

Evangelio de Lucas 18.1-8: Jesús habla a sus discípulos de la necesidad de orar siempre y no desanimarse. Y les cuenta de un juez injusto que decide atender a una viuda insistente solo porque es muy insistente. ¿Y Dios no defenderá a sus escogidos, con justicia y sin demora?

Libro del Génesis 32.22-31: Jacob se queda solo, mientras se prepara para el encuentro con su hermano Esaú. “Alguien” lo abraza en una lucha de toda la noche, hasta que le pide que lo suelte. Jacob le dice: si no me bendices, no te suelto. El hombre le cambia su nombre por Israel, porque luchó con Dios y con los hombres y ha vencido. Y lo bendice.

2da Carta a Timoteo 3.14–4.2: Desde niño conoces las sagradas Escrituras, que te pueden guiar a la salvación por medio de la fe en Cristo Jesús. Te encargo que prediques el mensaje, que insistas a tiempo y fuera de tiempo: convence, reprende y anima con toda paciencia…

Salmo 121: ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene del Señor, creador del cielo y de la tierra. El Señor es tu protector, es como tu sombra, te librará de todo mal, te estará cuidando cuando salgas y cuando regreses.

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