Vigesimoquinto domingo de Pentecostés

1º Samuel 2:1-10; Salmo 16; Hebreos 10:11-14, (15-18), 19-25; Marcos 13:1-8
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Evangelio de Marcos 13.1-11: ¿Ven estos grandes edificios? Todo será destruido. Tengan cuidado de que nadie los engañe haciéndose pasar por mí, cuídense, porque los entregarán a las autoridades, pero el Espíritu mismo les dirá en esos casos lo que tengan que decir. Y antes del fin el evangelio será anunciado por todas partes.
Primer libro de Samuel 1.4-5, 9-11, 20: Elcana y Ana no pueden tener hijos. Y Ana llora llena de amargura y le promete a Dios que, si tiene un hijo, lo dedicará totalmente al servicio del Señor en el templo. Y cuando Ana queda embarazada llama Samuel a su hijo: “su nombre es Dios”.
Carta a los Hebreos 10.11-14, 23-25: Jesucristo ofreció por los pecados un solo sacrificio para siempre. Mantengamos firmes esta esperanza de la fe que profesamos, ayudándonos mutuamente, teniendo más amor
Salmo 16.5, 8-11: Señor, tú eres mi todo, mi vida está en tus manos, mi corazón está lleno de alegría. No me dejarás en el sepulcro, sino que me mostrarás el camino de la vida, ahora y siempre.