La visión de un desterrado y proscripto

31 Mar 2023
en Episcopado
La visión de un desterrado y proscripto

Y sucedió que en el día del Señor quedé bajo el poder del Espíritu…Vi a alguien que parecía ser un hijo de hombre… Sus cabellos eran blancos como la lana, o como la nieve, y sus ojos parecían llamas de fuego…. Pero él, poniendo su mano derecha sobre mí, me dijo: «No tengas miedo; yo soy el primero y el último, y el que vive. Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre. Yo tengo las llaves del reino de la muerte

Apocalipsis 1:10, 13-14, 17-18

Juan “el Profeta” -quizás el mismo que escribió el Evangelio- fue deportado a la isla de Patmos a causa de su fe. Desde ese lugar nos legó el Apocalipsis de Jesucristo, que no es ni terrorífico ni enormemente complejo, sino que está lleno de alegría y esperanza en donde el centro de la historia es Cristo Resucitado. Quiere animar a las iglesias a resistir al Imperio de su época y sus colaboradores, manteniendo viva la esperanza en Dios. Quien resucitó a Jesús de entre los muertos, revela que es el Señor del tiempo, de la vida y de la historia, y no lo es Domiciano, simbolizado con el número 666, a pesar de sus pretensiones y del poderío que despliega.

En uno de los momentos más oscuros para la humanidad, nace lo incipiente de otra comprensión: el mensaje esperanzador sobre el triunfo de Cristo Resucitado en la batalla por la verdad y la justicia, y el anuncio de la llegada de su Reino, de alcances cósmicos y universales.

En el encuentro con el Hijo del Hombre, el Resucitado, se da una abertura hacia lo trascendente. Somos confrontados/as a enfrentar nuestros miedos, errores e incluso nuestras idolatrías; aquellas creencias en las que habíamos puesto nuestra seguridad y esperanza, en la muerte de un viejo orden que se derrumba, tanto en lo personal como en lo colectivo.

Y luego de la noche oscura del alma, nos llega una experiencia que no elegimos “tener”, sino que nos sucede: El que vive por siempre se nos acerca para renovarnos. En esta manifestación de “El que vive” hemos de responder a esta interrogante: ¿Quién ejerce realmente la soberanía en este mundo?: ¿Dios o el poder del mal, el cordero o la bestia?

Juan afirma sin ambigüedades que el único que lo llena todo -tanto en el cielo como en la tierra- es Dios y que Jesucristo es el Señor de la historia. Aceptar este señorío nos ha de llevar a descubrir la falsedad del relato imperial. En este sentido la función de la narrativa del desterrado y proscripto, nos ayuda a reinterpretar el momento histórico en el cual vivimos y nos convoca a un ejercicio de fidelidad con quien tiene las llaves de la muerte, el Alfa y la Omega, de modo que se levante como nuestra fuente de esperanza y resistencia, ante las seducciones y persecuciones del Imperio.

Por la resurrección de Jesús se inicia una nueva creación, una nueva humanidad y una nueva comunidad de discípulos y discípulas. En la mañana de la resurrección la Iglesia es ungida para la alegría y el servicio, y asimismo, es provista de una nueva mirada y poder, que permite captar la novedad y las oportunidades de experimentar vitalmente las promesas de Dios en Jesucristo.

El teólogo español Xabier Pikaza sostiene que el Apocalipsis; “Es una crítica durísima del orden imperial, un “panfleto” anti-romano, escrito desde el interior de la persecución, con el fin principal de criticar a los colaboracionistas y de mantener firmes y esperanzados a los perseguidos”.

Ante situaciones de caos, exclusión, opresivas o amenazantes, la Palabra nos habilita a vivir un proceso de reconstrucción de la esperanza y de sanidad, ayudándonos a resistir. El mensaje de Juan es liberador, lleno de esperanza, por que ratifica que la presencia trascendente y liberadora de Jesús -el Cristo Resucitado-está en medio de la vida y de la historia. Somos urgidos/as por la Palabra a renovarnos y revitalizar nuestra dimensión misionera con creatividad, audacia y alegría. Y a ser una Iglesia de puertas abiertas, amorosa e inclusiva, que no teme mancharse o quedar salpicada por amar y alumbrar.

Mi hermano y hermana, no hemos sido llamados/as a ingenuidad. Debemos ser conscientes de que el orden imperial está presente con nuevos relatos, otras bestias y mecanismos que perpetúan el odio, el egoísmo, la muerte, la injusticia, el hambre, lo desplazamientos forzados… Podríamos hacer una lista interminable de los males que padecemos y lamentamos.

El Apocalipsis nos invita a percibir en medio de la crisis una oportunidad de cambiar. Somos convocados y convocadas a cambiar la mirada, a la conversión de nuestras vidas, a ver con los ojos de Jesús, El que estuvo muerto y vive. Afirma la Teóloga Pepa Torres, que somos liberados/as del daltonismo espiritual que tantas veces nos invade, que consiste en detectar sólo el rojo del sufrimiento que nos rodea y tener una suerte de incapacidad para detectar el verde esperanza que también está junto a nosotros/as.

Por el poder de la Resurrección se renueva la esperanza de que lo nuevo nos habita superando la oscuridad del sepulcro, la vida sin sentido, vacía de amor y compasión. Y es allí donde la Iglesia fiel canta afirmando: sembremos simientes de resurrección en el oscuro surco de nuestras penas y angustias. Alegrémonos, Cristo resucitó, para que también todos y todas resucitemos con Él.

¡Maranatha! ¡Sí, ven Señor Jesús!


Abrazo fraterno/sororal.

Pastor Américo Jara Reyes
Obispo


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