La iglesia a cielo abierto: otras consecuencias de que la parroquia sea el mundo

19 Oct 2023
en Artículos CMEW
La iglesia a cielo abierto: otras consecuencias de que la parroquia sea el mundo

No siempre resulta tarea sencilla encontrar el pensamiento de Wesley desarrollado y fundamentado sistemáticamente, sin embargo, en el terreno de la polémica puede observarse prolija y detalladamente el desarrollo de las ideas que mueven la labor pastoral del fundador del metodismo.


Continuamos con el tema iniciado semanas atrás (ver «Cuando la parroquia es el mundo: sus consecuencias«) en el que nos propusimos investigar sobre las consecuencias que tuvo la decisión de convertir al mundo en la parroquia, a partir de la práctica de la predicación al aire libre, por fuera de los templos y los cultos establecidos por la iglesia.

Wesley nunca comenzó ni alentó la polémica, pero en varias ocasiones tuvo que salir a responder frente a acusaciones tanto sobre su persona como sobre el movimiento. Es en esos escritos donde puede encontrarse su pensamiento y las bases que lo sostienen.

Dos obispos anglicanos hicieron públicas sus opiniones contrarias al metodismo. El obispo Gibson de Londres y el obispo Lavington de Exeter. Éste último, desde el anonimato publicó críticas con falsedades y medias verdades contra Wesley y el metodismo.

Como respuesta, en este contexto controversial, Wesley publicó una tríada de textos conocidos como “Un llamado a personas razonables y religiosas”. Los dos textos finales de los tres, fueron titulados “Un nuevo llamado…”. En el tercer documento de los llamados a personas razonables y religiosas, Wesley defiende la predicación al aire libre como la posibilidad de llegar a las personas a las que la iglesia no llega y quedan así sin oportunidad de recibir las Buenas Nuevas del Evangelio.

Entre las acusaciones recibidas se afirma que predicar al aire libre es el camino más simple a seguir. Wesley, en un párrafo digno de destacar, responde:


“Mucho peor son las contradicciones de los pecadores, las burlas de los más vulgares y bajos, y el desprecio y el reproche de todo tipo. Y más que las afrentas verbales está la violencia estúpida y brutal, a veces con riesgos para la salud, la integridad física o la vida misma. Hermanos, ¿envidian ustedes este honor? Yo les pregunto ¿qué se podría hacer para que ustedes sean predicadores al aire libre? O ¿qué les parece a ustedes que podría inducir a una persona normal a permanecer como predicador por un año entero, a no ser la profunda convicción de que es la voluntad de Dios para ella?”

Obras, Tomo VI, p. 353

El texto refuta el argumento de la “facilidad” que significa predicar al aire libre. Los riesgos que ello implica sólo se asumen por “la profunda convicción de que es la voluntad de Dios…”.

Otro aspecto que resalta el texto en su defensa de la predicación al aire libre, es que el salto obligado a salir de los templos permitió descubrir una clara vocación: ir a buscar lo que la sociedad desprecia. Decimos el salto obligado, porque no fue Wesley quien decidió salir del marco institucional que la Iglesia Anglicana establecía por medio de los cultos regulares; sino, que le fueron negados esos espacios debido a las opiniones que se extendían sobre el metodismo. Ya desde su viaje a las colonias (ahora EEUU), Wesley había sido motivo de disgustos para algunas personas que consideraban que se había entrometido en parroquias que no correspondían a su responsabilidad.

Esta restricción, lejos de debilitar las convicciones y la vocación de Wesley, lo llevó con creatividad a descubrir que la mies era mucha y que era necesario visibilizarla más allá de la mirada tradicional. No es un arrebato de coraje lo que lleva a Wesley a tomas esta decisión, el coraje está acompañado de una firme convicción evangélica de amar al prójimo y especialmente el que es invisibilizado por la sociedad y la propia iglesia.

Compartimos a continuación un fragmento de la fundamentación de Wesley sobre este tema:


“Si es la voluntad de Dios, estamos totalmente dispuestos a dejarles a ustedes los ricos, los honorables, los grandes. Déjennos sólo a los pobres, los vulgares, los de baja condición, los parias. Tómense para ustedes los santos del mundo, pero permítannos a nosotros llamar a los pecadores al arrepentimiento, aun los más viles, los más ignorantes, los más abandonados, los más feroces y salvajes de que tengamos oídas. A éstos iremos en el nombre del Señor, no deseando nada, no recibiendo nada de nadie (excepto el pan que comamos mientras estemos bajo su techo), y que se vea si Dios nos ha enviado.”

obra citada, p. 365

Además de la convicción de haber sido llamados por Dios para llegar a las franjas invisibilizadas de la sociedad, Wesley aclara que gran parte de la Iglesia Anglicana no estaba en condiciones de realizar esa misión. La dureza argumental nos ahorra explicaciones:


“Es por esta convicción que nosotros hacemos, por el bien de las almas, lo que ustedes no quieren, no pueden o no se atreven a hacer. De lo contrario, esto demostraría, más que cualquier otra cosa que se haya encontrado, que estamos realmente locos. Nosotros no les exigimos que ustedes lo hagan. Pero sí podemos razonablemente desear de ustedes: que no aumenten las dificultades que ya son bastante grandes como para hundirnos si no fuera por el gran poder de Dios.”

obra citada, p. 353

En este punto Wesley se arriesga a afirmar que la labor realizada al aire libre apunta a una población a la que la iglesia no puede, no quiere o no se atreve a llegar. Incluso, termina pidiendo que, ya que no realizan la obra, no se conviertan en un impedimento para quienes sí desean realizarla. Estos textos fueron escritos entre 1743 y 1745 y Wesley opinaba que este conjunto de documentos se encontraba entre sus mejores obras.

Las palabras de Wesley: “nosotros hacemos, por el bien de las almas, lo que ustedes no quieren, no pueden o no se atreven a hacer”, nos recuerdan las pronunciadas por Jesús en su entrada a Jerusalén, cuando los fariseos le pedían que reprendiera a sus seguidores: “Les digo que si estos se callan, las piedras gritarán.” (Lc 19: 40). Que el Señor nos permita en el presente llevar el Evangelio a todas las personas que no pueden escucharlo, porque no son tenidas en cuenta. Que no seamos obstáculo para anunciar el Reino de Dios a cielo abierto, en nuestros templos y fuera de ellos.


Claudio Pose para CMEW


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