La aurora de un nuevo amanecer

03 Sep 2019
en Episcopado
La aurora de un nuevo amanecer

“…entonces tu luz brillará como el alba, y muy pronto tus heridas sanarán…”
Profeta Isaías 58:8 (RVC)

 

El profeta clama en los tiempos después del retorno del exilio en Babilonia. La situación del pueblo en aquellos años en Israel era bastante lamentable. Los pobres y afligidos abundaban. La restauración de Jerusalén seguía postergada, el templo no se había reconstruido y el ayuno era una de las prácticas religiosas más frecuentes.

El profeta Isaías amonesta por la insistencia en esta práctica ritual, descuidando la práctica de la justicia y el derecho. Convoca a transformar la relación con Dios, cambiando el ayuno ritual por uno de vida: entregarse al necesitado y ocuparse de los miembros del pueblo que sufren aflicción. En síntesis, el llamado es a practicar la misericordia con el más débil y vulnerable. Y esto posibilitará la alegre unión con Dios y la salvación auténtica que proviene del encuentro pleno y existencial con quien padece y sufre la injusticia en carne propia.

Llamado a despojarse de todo egoísmo y salir del ensimismamiento para ver al necesitado y compartir con él lo que se tiene y lo que se es: la salvación proveniente de Dios mismo ocurre en el ser humano cuando se practica la misericordia y la justicia, convirtiéndonos en pan vivo partido, repartido y compartido entre todos y de modo especial con quienes se encuentran oprimidos, excluidos y mancillados.

Amada hermandad, la respuesta de Dios será evidente en una conducta justa como práctica de la misericordia junto al próximo que sufre. En la situación postexílica, la situación de pobreza e indigencia fue padecida por muchas familias, como ocurre en nuestro tiempo. Y de la solidaridad con ellas depende la respuesta de Dios y la restauración del bienestar según el  profeta que sigue clamando a voz en cuello.

En el sentido del profeta no alcanza con dejar de oprimir, resulta imperioso ser un pueblo de justicia y rectitud, participando activamente en la reforma social y económica de “la casa de todos”. El pueblo del profeta es convocado a ser agente de liberación, generosidad y compasión por y con los pobres y oprimidos. El profeta nos insta, en los versos posteriores al citado, a derramarse por los hambrientos y a satisfacer el deseo de los afligidos. Lo que es decir: derrama tu alma ante tu Dios, aflígete, humíllate ante las necesitadas y los necesitados.

Isaías ahora está pidiendo un ayuno, no de comida, sino de acumular riqueza, indiferencia y privilegio, y que así la comunidad toda pueda vivir en armonía con Dios. Con lo cual la salvación que Dios promete se manifestará en nuestra respuesta al caído en el camino de la vida.

“Si ofreces tu comida a los hambrientos y satisfaces las necesidades de los afligidos, entonces tu luz se elevará en la oscuridad y tu penumbra será como el mediodía.”

Rescato en este contexto las palabras fuertes de Carlos Wesley en uno de sus himnos, que refleja un movimiento contracultural con especial dedicación a los empobrecidos de su tiempo.

 

Los ricos y grandes de todas las eras
conspiran para perseguir a Dios.

Sacerdotes ambiciosos se enojan con él,
y escribas, orgullosos de conocimiento vacío,
lo flagelan y crucifican de nuevo.

Escuchamos todavía la vieja objeción:

¿Acaso alguno de los grandes o sabios
hombres creyeron en Él?

Nuestro salvador, desconocido para los ricos,
es adorado solamente por los pobres.

Los pobres confesamos con alegría,
sus discípulos y seguidores todavía,
sus amigos y testigos escogidos,
los que saben su nombre y hacen su voluntad,
los que sufren por la causa del maestro
y sólo se glorían en su cruz.

 

La luz que evoca el profeta es el Señor mismo, quien viene a liberar a su pueblo de penumbras y oscuridades y viene a establecer un reino bueno y justo, de alegría y paz.

Hermandad, entonemos “como canción el nombre de esta nostalgia sin fin, Cristo Jesús. Y pedimos que Él dé pan y vino a nuestra nostalgia, contándonos sus esperanzas, los cuerpos libres, alegres, fraternos, saltarines, el Reino de Dios, realización de las bienaventuranzas.” (R. Alves en El rostro risueño de Dios)

 

Abrazo fraterno/sororal.

Pastor Américo Jara Reyes
Obispo

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