En el dolor de las víctimas, Dios – Carta Pastoral
“Escuchen ahora, gobernantes y jefes de Israel, ¿acaso no corresponde a ustedes saber lo que es la justicia?
En cambio, odian el bien y aman el mal; despellejan a mi pueblo y le dejan los huesos pelados. Se comen vivo a mi pueblo; le arrancan la piel y le rompen los huesos…”
Miqueas 3:1-3
Miqueas vivió en un tiempo contradictorio, lleno de contrastes sociales. Apenas sabemos que era oriundo de Moreset Gat, pequeño pueblo a unos 35 kms. al sudoeste de Jerusalén, pero de su persona desconocemos casi todo ni sabemos los nombres de sus padres, ni a qué se dedicaba antes de ser profeta.
Él mismo va a contarnos (3:8) que se siente lleno del poder del Espíritu de Dios para afrontar la tarea de profeta. Este predicador solitario y casi anónimo ve y denuncia intenciones ocultas y peligrosas tras acontecimientos que la mayoría aplaude, pero que en realidad atentan contra los campesinos despojados de sus tierras, y atentan contra las mujeres y los niños.
La característica más particular de Miqueas es su profunda sensibilidad ante el dolor de los campesinos despojados, ante el sufrimiento de mujeres y niños, ante la dignidad violada de los justos, ante las víctimas de la guerra y las familias víctimas de la codicia y el saqueo. La compasión hacia los desterrados se convierte para Miqueas en la vía más auténtica e inmediata para vivenciar las exigencias éticas de la fe en el Dios de su pueblo.
Imaginamos –imaginemos, por favor– la catástrofe social que vivían los campesinos de la llanura y de laderas montañosas. Calculamos –calculemos, por favor– los permanentes tributos que los reyes tenían que pagar a los soberanos asirios, y que se traducían siempre en mayores impuestos, en ventas de la tierra a precios irrisorios, en políticas del despojo y del empobrecimientodonde todo descontento social se sofocaba con mayor militarización.
Y en medio de este drama de su pueblo Miqueas se va a encontrar –¡maravillosa gracia!–con un Dios enamorado de la justicia, que es el centro y corazón de esta manera de ser pueblo. Miqueas va a comprender que a Dios no se lo satisface con cultos elaborados ni con la recta pronunciación de los dogmas religiosos. Miqueas comprende que el primer amor a este Dios exige la superación de la codicia, del abuso de mujeres y niños, la usurpación de propiedades y la concentración de las tierras en pocas manos.
Con esta imaginación profética Miqueas advierte y denuncia a los responsables de todos los abusos, con sus astucias y trampas y con las consecuencias devastadoras de su actuación. Y con esta llenura y plenitud del poder del Espíritu de Dios, el profeta se hace cargo de la realidad, asume el peso de la misma y se encarga de esta realidad dura y dolorosa.
Con la valentía que viene del Espíritu, Miqueas decide ser voz de los que no podían hacer frente a los atropellos, haciendo escuchar su denuncia en la capital, donde se concentrael poder político y el religioso. “Lleno de justicia y de fuerza” el profeta increpa a quienes permiten las flagrantes violaciones del derecho y del pacto Sinaítico, que con especial fuerza y ternura protegía a los más débiles. “Lleno del poder del espíritu del Señor” Miqueas enfatiza la justicia y la misericordia, aspectos esenciales de la naturaleza divina, frente al ambiente corrompido de farsa religiosa.
Hermano, hermana, hacer justicia es la oportunidad de expresar el amor de Dios. Es decir, estamos convocados y convocadas a proclamar el reino de Dios aquí y ahora, tanto por la proclamación, como por la acción. La Iglesia está llamada a vivir la fe activamente, en fidelidad a las Escrituras y a actuar en consecuencia por gracia de Dios.
El escepticismo y conformismo no son lecciones que podamos aprehender ni aprender de Miqueas. Por el contrario, si amamos a Dios tendremos que hacer oír nuestra voz en favor de los menos favorecidos y contra las injusticias. Tenemos que anunciar que existe otro camino diferente a la mentira, la violencia, el egoísmo, la avaricia y si fuere el caso, en contra de toda militarización y contra todo conflicto armado.
Al sentir como propios los sufrimientos y dolores de las desterradas y desterrados, Miqueas no se levanta como un profeta profesional.Su experiencia de Dios lo lleva al encuentro con las víctimas del destierro. Y en este encuentro es que descubre que la vida del pueblo muestra y demuestra una profunda negación de la justicia de Dios.
Caminante, sabemos que amar, practicar la justicia y la misericordia siguen siendo la mejor manera de mostrar a Dios.
La teóloga Beatriz Melano –primera doctora en teología en el ámbito protestante de América Latina–,decía sobre las comunidades proféticas:
“¿Cuál es la respuesta de la Iglesia ante la humanidad que vive en condiciones infrahumanas; ante los desposeídos, explotados, prisioneros, oprimidos, de los sin poder, sin voz? En este sentido los cristianos no tienen un mensaje, pero son un mensaje.”
Y nosotros oramos, clamamos al Señor de la justicia y la misericordia que más que tener mensaje seamos mensaje, que seamos cartas vivas escritas por Cristo, no escritas con tinta y papel sino con el Espíritu del Dios vivo, no en tablas de piedra sino en las tablas de corazones que sienten (2 Cor. 3:2-3). ¡Amén, gloria a Dios!
Abrazo fraterno/sororal
Pastor Américo Jara Reyes
Obispo