Dios ha hablado – Carta Pastoral de Navidad
“En el principio ya existía la Palabra.
La Palabra estaba con Dios
y Dios mismo era la Palabra.
En el principio, la Palabra estaba con Dios.
Por la Palabra fueron hechas todas las cosas.
Sin la Palabra nada fue hecho
de lo que ha sido hecho.
En la Palabra estaba la vida,
y la vida era la luz de la humanidad”.
Evangelio de Juan, 1: 1-4. RVC
Las fiestas de Navidad se celebraron tardíamente en la Cristiandad. La festividad de mayor trascendencia, fundante de la originalidad del cristianismo como fe y como nueva comprensión del mundo, fue la Pascua de Resurrección.
Vivimos en tiempos sombríos pintados de frustración, odio y una gran falta de sensibilidad hacia nuestros y nuestras semejantes, que proyectan “sombras de muerte” sobre grandes sectores de nuestra sociedad que pueden quedar más vulnerables y más invisibilizados.
Navidad es siempre un fuerte llamado a renacer, una vocación a reavivar la alegría, la esperanza, la solidaridad, la hermandad y la confianza total en el amor de Dios.
Nuestra fe se aferra inexorablemente al poder de la Palabra, una Palabra fundante que gesta, sana, transforma, sueña y conmueve. También es una Palabra transgresora que desciende, se hace humilde y servicial. Todo con la finalidad de servir amando a la humanidad, trayendo el Reino de Dios: tierra y cielos nuevos, que se rigen por la única ley de la filiación, la fraternidad y sororalidad.
Aprendemos y nos transformamos a través de la Palabra, somos habitados por ella desde tiempos inmemoriales, porque es Vida que vivifica y hace soñar.
Te comparto este fragmento de un poema llamado Certeza, que bellamente y con profundidad lo expresa así…
Cuanto existe, existió y será después.
En el misterio hermoso
de alentar en un mundo que se hizo
con la misma materia de los sueños,
¿cómo iba la muerte a poner fin
a esta fragilidad indestructible
que en nosotros habita?
La palabra nos permite establecer conversaciones para explicitar puntos de vista y la manera de observar el mundo que nos rodea. Elaboramos interpretaciones y explicitaciones por intermedio de ella. Nos suele pasar que luego de alguna conversación, nuestra vida cambia o se transforma, aunque sea de manera casi imperceptible. Podemos decir que son conversaciones transformadoras. Conversar, etimológicamente, proviene del latín conversare, que significa literalmente “dar vueltas en compañía” o “hacer conversión”. En las conversaciones, en definitiva, nos vamos constituyendo en el ser que somos.
Afirma el pastor Fabián Rey que “las conversaciones son capaces de generar las mayores esperanzas, las alegrías más contundentes, las fuerzas más grandiosas. Las conversaciones nos ayudan a dar pasos en la oscuridad y saltos al vacío; las conversaciones nos ayudan a confiar. Esto último es un punto importante, la capacidad para colaborar se incrementa en la medida que hay más confianza, y esto despierta mayor compromiso, lo cual trae una mejor manera de cooperar”.
Cuando irrumpe en nosotros la Palabra primordial, nos llena de su poder y nos cautiva para soñar. Soñamos que es posible otro mundo necesario y posible. Somos habitados y habitadas por la Palabra y tenemos la gran oportunidad de presenciar el esplendor de Dios que dio vida al cosmos. Y experimentamos la gratuidad de Dios que nos regala su gracia haciéndonos sus hijos e hijas. Y podemos afirmar que somos y existimos en la Palabra y que sin Palabra nadie es.
Navidad: palabra que inaugura un tiempo de transformación. Es cuando comenzamos, otra vez, un tiempo de exploración y de conversación con el amor de Dios, sabiendo que lo humano existe en el conversar y que todo quehacer humano ocurre en una red de conversaciones.
Navidad nos transporta al comienzo de nuestras vidas, nos hace ver que el verbo siempre está ahí, y nos ayuda a recomenzar. Por sobre todos los gestos, está la Palabra que es pronunciada y que nos impulsa a luchar por las causas justas. Sí, en el génesis de todo está el amor.
“Sube a nacer conmigo,
dice el poeta Neruda.
Baja a nacer conmigo,
dice el Dios de Jesús.
Hay que nacer de nuevo…
y hay que nacer subiendo desde abajo”.
Pedro Casaldáliga
Abrazo fraterno sororal
Pastor Américo Jara Reyes,
Obispo