Día de oración de Educación Cristiana – Mayo
La niñez y Pentecostés
“…quienes contribuyen a poner la nota más vivaz en la ceremonia son los niños, que acuden en formación de escuelas, vestidos de blanco, adornados con guirnaldas de flores y hojas provistos de sus respectivos canastillos; ahí están las más preciosas legumbres y los frutos más delicados de sus huertos, rodeados por lazos de cintas y ramilletes de flores”…
“Schavuot en Israel” en Tradiciones y Costumbres judías por Erne C. Schlesinger
Pentecostés es una fiesta que desde sus orígenes, de carácter religioso y agrícola, describe la relación intrínseca de Dios con su Pueblo, y representaba una doble acción de gracias; por las primicias de la tierra y por el don inmaterial de la Ley (Torá y la alianza): “…te alegraras delante de Jehová tu Dios, tú, tu hijo, tu hija, tu siervo, tu sierva, el levita que habitare en tus ciudades, y el extranjero, el huérfano y la viuda que estuvieren en medio de ti” (Dt 16 ,11). Una fiesta inclusiva, abierta, solidaria, plural al son de vigilias, oraciones, reflexiones, cantos, música, baile y la comida repartida y compartida. Pentecostés, hoy, nos impulsa una vez más a salir de nuestras comodidades para ir al encuentro de los otros y otras y compartir la mesa tendida, especialmente con los más pequeños y pequeñas. Por ello:
Pensar en la niñez y pentecostés juntos, es transportarnos al momento justo del encuentro entre los/as maestros/as y los niños, niñas y adolescentes; allí donde el espíritu irrumpe en estruendo llenando el lugar de emociones vivaces, lenguajes diversos, juegos improvisados, relatos multiformes, cantos entonados con notas que salen desde lo más profundo de su ser acompañados con el cuerpo que marcan el ritmo según indican sentimientos que inundan allí, en ese espacio llamado iglesia cada vez que se juntan.
Pensar en la niñez y Pentecostés, en palabras de Eduardo Galeano, es asumir que somos un “mar de fueguitos” donde no hay dos fuegos iguales. Sino, hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento y gente de fuego loco que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con pasión que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende.
Pensar en la niñez y pentecostés juntos, es reconocer que la experiencia se repite una y otra vez porque de los tales es el reino de cielos, y ellos/as lo saben. Por eso ser maestro o maestra implica no solo el compromiso, dedicación, responsabilidad, creatividad, etc.; sino, hacernos uno/a en la dimensión de la niñez, dejándonos guiar por el espíritu y sentir su fuego para encarnar ésta experiencia.
Por eso pedimos para este tiempo de Pentecostés:
Que Dios, dador de la vida, sople su Espíritu sobre cada uno/a de nosotros/as para recibir de su gracia: fuerza, energía, alegría y esperanza para motivar y mirar desde otras perspectivas nuestros espacios de fe donde se hace el encuentro con nuestros niños, niñas y adolescentes.
Que nuestro buen Jesús, nos conceda ser parte de una comunidad que guiados por el Espíritu Santo transmita siempre el mensaje de la verdad, justicia, paz y la plenitud de la vida.
Que el Espíritu Santo, sea el fuego que encienda desafíos, trascienda fronteras hacia nuevos horizontes y siga animándonos a vivir experiencias múltiples que transformen espacios entre los presentes allí.
Amén
Rebeca Huanto
Referente Distrito Sur GBA