Deuda externa: Declaración episcopal de la Iglesia Metodista
Buenos Aires, 1º de julio de 2014
“Pero Dios le dijo: ‘Necio, esta misma noche perderás la vida, y lo que tienes guardado, ¿Para quién será?’ Así le pasa al hombre que amontona riquezas para sí mismo, pero es pobre delante de Dios” (Lucas 12: 20-21)
La creciente especulación financiera a nivel local y global ha ido generando una grave situación económica y social en muchos países en el mundo. El incesante avance de un sistema económico de libre comercio ha hecho de la especulación y el lucro su objetivo principal, concentrando el poder y la hegemonía global en Occidente. Su expansión tiene efectos directos en el desarrollo de la democracia con graves consecuencias para la dignidad humana provocando que enormes sectores de la sociedad vean cercenadas sus posibilidades de desarrollo, educación, trabajo, salud, una vida digna.
Nuestro país está enfrentando una compleja situación. Mientras intenta cumplir sus acuerdos con la mayoría de los bonistas que han aceptado el canje, el juicio promovido por un pequeño grupo de especuladores internacionales, que se negaron a aceptarlo, pone en peligro todo lo hecho hasta ahora.
Se argumenta que así es el mundo de la economía, y por lo tanto, se está sujeto “a las leyes del mercado”. Pero la economía no es una ciencia natural. No puede aceptarse que el capital sea más importante que la vida y el futuro del pueblo.
La crisis de la economía mundial ha puesto de manifiesto como nunca antes la perversidad de un sistema que impone la miseria y la exclusión de la gente. No hay dudas que el exacerbado liberalismo económico no es el mecanismo más eficaz para producir una distribución más justa de los recursos y se ha constituido en una idolatría que aplasta y destruye al ser humano.
Hay poderes económicos transnacionales que buscan y logran torcer la voluntad de los dirigentes y de sus pueblos, e impiden lograr el desarrollo de la comunidad. Cuando la rapiña económica se apodera de la vida de la gente surge el dilema entre lo que es legal y lo realmente legítimo.
Desde la perspectiva de la fe cristiana se ha reiterado que la economía tiene que estar al servicio del ser humano y la comunidad, exigiéndonos que como ciudadanos procuremos la búsqueda de la defensa de los intereses comunitarios.
Con Jesucristo somos llamados a oponernos a todos los sistemas que generan y acrecientan la destrucción de la vida en la sociedad y el medio ambiente. Hoy, las iglesias son llamadas a acompañar con su compromiso y su reclamo el desarrollo de una comunidad, justa, pacífica y fraterna.
Pastor Frank de Nully Brown
Obispo