Descubrir, hospedar y anunciar a Jesús en toda la anchura y profundidad de lo humano

02 May 2022
en Episcopado
Descubrir, hospedar y anunciar a Jesús en toda la anchura y profundidad de lo humano

“Pero cuando venga sobre ustedes el Espíritu Santo recibirán poder, y serán mis testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.”

Hechos 1:8

Nuestra identidad como iglesia tiene un nombre y una procedencia, y está referida a una persona histórica, John Wesley, quien afirmó lo siguiente:


«La iglesia no transforma el mundo haciendo nuevos convertidos. Ella transforma el mundo haciendo discípulos.»


En el inicio del movimiento esta visión es muy potente como instrumento palpable del reino, enmarcada por una combinación entre anunciar el Evangelio y convocar a las personas a aceptarlo. La misión manifiesta cómo la iglesia debe actuar en la sociedad –en las áreas de la salud, de la educación, de la justicia social– en el ejercicio fiel de los diversos dones y ministerios. Y ese es el ‘testimonio’ que visibiliza cómo el mundo nos ve a los cristianos.

Destaco entonces, que el Movimiento Metodista no se encasilló en la experiencia de la salvación por la fe y la santidad, como un estado “espiritual” de confort, intimista, individualista e indiferente a la realidad social, económica y política de la sociedad. Al revés, se sintió llamado a dar testimonio de Jesucristo en el mundo siguiendo sus enseñanzas por medio de acciones de compasión y justicia, alabanza y devoción, bajo la guía del Espíritu Santo.

La misión del Movimiento Metodista, es reformar la Iglesia y la nación a través de la santidad, que es en esencia el amor de Dios derramado en los corazones por el Espíritu Santo. Este amor derramado provoca un cambio de corazón y vida: se deja de hacer el mal y se hace el bien en todas las maneras posibles. Todo ello bajo la fuerza y la guía de la gracia divina, que actúa en el pueblo cristiano, donde se la recibe constantemente a través de los medios de gracia, en medio de comunidades de fe valientes y alentadoras.

Efectivamente, el Movimiento Metodista provocó una reforma espiritual, moral y social en la Inglaterra del siglo XVIII, a partir de su entendimiento del evangelio de Jesucristo, viviendo la experiencia de la salvación en fe y esperanza, amor y santidad.

El objetivo fundamental de la mirada wesleyana es proponer la santidad de vida,  promoviendo la nueva creación por el poder del Espíritu, con la motivación de “la fe que actúa por el amor”.

Este discipulado, intencional y direccional, debe provocar la  transformación de la vida de forma integral, y es la totalidad de nuestra vida en Dios, a través del poder del Espíritu Santo, la que sigue los caminos de Jesús en coherencia y alegre fidelidad. Nos reconocemos como enviados y enviadas en dirección al mundo, para ser instrumentos de Él y de su amor salvador para toda la creación.


“Por salvación quiero decir, no apenas, de acuerdo con la opinión popular, liberación del infierno o ir al cielo; sino que es una liberación del pecado, es una restauración del alma a su salud primitiva, a su pureza original; una recuperación de la naturaleza divina; la renovación de nuestras almas a la imagen de Dios en justicia y verdadera santidad, en justicia, misericordia y verdad”.

J. Wesley

El éxito del Movimiento Metodista descansó en gran medida en su dis­posición a ser un movimiento popular, rompiendo con el sistema parroquial de la iglesia establecida, proclamando un evangelio de gracia y santidad que resulta ser efectivamente salvador y redentor para las masas que vivían sumidas en la miseria.

Los hermanos Wesley colocaron la fe al alcance del pueblo humilde, dignificando a las personas, haciéndolas protagonistas de su destino y generando comunión con sus semejantes en comunidades que ofrecían una alternativa a los sinsabores de su existencia marginada y empobrecida.

El entusiasmo en el Movimiento Metodista otorgaba al mensaje evangélico el gusto de una fe profundamente personal y experimental, en toda su anchura y profundidad.

Amada hermandad: que nuestro compromiso evangelizador se renueve suscitando  sueños de esperanza liberadora y de gracia que transforma. Sabiendo que –desde nuestra raíz misma– somos un movimiento de discipulado, llamado a formar a su vez discípulos y discípulas. Y es en este accionar que la Iglesia misma se renueva permanentemente en su fe y compromiso.


Abrazo fraterno/sororal

Pastor Américo Jara Reyes
Obispo

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