¿Democratizar la democracia?

01 Mar 2023
en Episcopado
¿Democratizar la democracia?

“Ante todo recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias a Dios por toda la humanidad. Se debe orar por los que gobiernan y por todas las autoridades, para que podamos gozar de una vida tranquila y pacífica, con toda piedad y dignidad. Esto es bueno y agrada a Dios nuestro Salvador, pues él quiere que todos se salven y lleguen a conocer la verdad”.

Timoteo 2:1-4

Este año se cumplen 47 años del Golpe de Estado más violento y cruel que atropellara a las instituciones de la democracia Argentina durante el siglo XX. Señala una fecha simbólica que permite traer a la memoria las secuelas del terror: miseria, atraso cultural, muerte y desaparición de personas, apropiación ilegitima de bebés, destrucción de la economía… En definitiva, la imposición de un modelo social tutelado por el poder militar, a sangre y fuego.

Pero también nuestra Iglesia Metodista, preexistente a la organización del Estado Nacional, expresa su profunda alegría porque nuestro pueblo festejará 40 años ininterrumpidos de vida democrática, en pos de una sociedad más justa e igualitaria.

Damos gracias a Dios por nuestra Democracia que renace en 1983 y que el presidente Raúl Alfonsín, un 10 de diciembre, describiera emotivamente: “Con la democracia no sólo se vota, sino que también se come, se cura y se educa”. Afirmamos comprometidamente la Democracia por su valía universal que debe ser experimentada en todas las instancias y como forma de organización social, representativa de los intereses de toda la población y de modo transparente.

Destaco que ya en el año 1938, desde la 46° Conferencia Anual de la Iglesia Evangélica Metodista Episcopal, el Obispo Juan Gattinoni afirmaba:


“La Iglesia Metodista debe luchar para mantener la democracia y por lo tanto, resistirá a las dictaduras, pues estas decapitan a la oposición. Las mentes creadoras son destruidas por las dictaduras y la nación entera marcha bajo tales mecanismos a la más absoluta esterilidad mental. Por el contrario, en la democracia, la mente creadora está protegida y conservada, porque ella quiere que sea un hecho en la vida, la libertad, la igualdad y fraternidad conscientemente gozadas por todos”…, “Debemos luchar por la democracia, a fin de que, dentro de dicho régimen de convivencia, los hombres pueden usar su libertad para obtener justicia económica para todos”.


Como iglesia hemos acompañado intensamente la construcción de una sociedad con mayor justicia que ponga fin a la desigualdad, en donde la democracia se fortalezca como un valor fundamental de la pluralidad, la diversidad y la consecución del bien común.

En la carta pastoral de octubre del 2019 sostenía que resulta necesario e ineludible:


“superar estas democracias del dinero, estas democracias que nos llevan a gobiernos débiles, sujetos a la acción de poderes transnacionales, gobiernos solo representativos de los que tienen, pueden y supuestamente saben. Necesitamos verdaderas “laocracias” –del griego “laos”, pueblo en sentido amplio e inclusivo– desde los invisibilizados, desde quienes sufren, resisten y esperan tiempos nuevos”.


Desde la resurrección y sin desdeñar la noche que aún nos envuelve, me gustaría que hagamos nuestras las palabras de G. García Márquez:


Frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios, ni las pestes, ni las hambrunas, ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos, han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte”.


Hermano, hermana, el oriente es el lugar por donde sale el sol, desde donde nace en cada amanecer. Sí, hermandad, orientémonos en compañía, abiertos a esa ventaja tenaz de la vida, discerniendo las realidades y los lugares que señalan la energía de la vida. Juntos y juntas en la certeza de que la verdad triunfará sobre toda falsedad, vivenciando la promesa de Jesús:


Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de vida”.


Seguramente podemos acordar con profunda preocupación el aumento de la polarización social y política y con ello la fatiga y debilitamiento de nuestra democracia. Y es por eso mismo que el festejo por estos 40 años tiene que estar signado por el Evangelio de Jesucristo, que nos impulsa al compromiso histórico. La esperanza en el Dios de la vida plena y abundante, nos ayuda a afirmar que el futuro por venir será superador de este presente y por ello no rehuimos nuestro compromiso y trabajo permanente, para fortalecer y contribuir a la Democracia ganada.

La Democracia resulta ser un tejido en construcción en el cual la Palabra de Dios y su accionar deben hacer posible romper con los límites de lo humano. Somos convocados y convocadas en palabras del teólogo alemán J. B. Metz a practicar una mística de ojos abiertos. Sí, una mirada que perciba los sufrimientos, conflictos y desafíos a 40 años de la democracia y nos involucremos por un nuevo tiempo. Rememoramos las palabras del sacerdote y mártir Oscar Romero: “sigamos haciendo lo que podamos, pero hagamos”.

En esta conmemoración deseo recordar y dar gracias a Dios por el testimonio valiente de nuestros santos y santas, y de quienes vivieron con radicalidad el Evangelio, que para muchos y muchas significó ofrendar su vida como mártires, testigos de un nuevo tiempo.

Somos barro con historia, abrazados y abrazadas con fe al Dios de la Vida, y desde lo sagrado de la vida nos entregamos a trabajar por una mayor emancipación de nuestro pueblo, por una sociedad más justa e igualitaria.

Me despido con las palabras de G. G. Márquez, narrativas de amor que impulsen e iluminen nuestras caminatas compartidas, para la construcción del buen vivir, profundizando nuestra democracia en oración y tarea comprometida:


“Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.


Abrazo fraterno/sororal.

Pastor Américo Jara Reyes
Obispo


Compartir